Capítulo 2| Tyson.

2312 Words
Me duele la maldita espalda, estuvimos casi toda la mañana armando la escenografía para la obra. Movimos cajas, caballetes, marionetas gigantes y escaleras hacia todas partes. Peter hace una hora "se fue al baño", Noah duerme en los asientos de la última fila y Fred está detrás del escenario con dos chicas del grupo de porristas. Son los únicos tres hijos de puta que no están haciendo nada. —¿Podrías darme una mano? —observo a Fred con dos cajas encima. —¿Y por qué yo? —Seré más clara y directa. O vienes y me ayudas o bajo y te pateo el trasero —las cajas están apiladas en mis brazos, por ende cubren la mitad de mi cara. El castaño quita a la porrista de entre medio de sus piernas y sube al escenario para tomar ambas cajas. Le doy un leve empujón. Ríe dándome un empujón de cadera que casi me tira de cabeza al suelo. —¡Ya basta! Se van a golpear, recuerden que esta escuela es tan miserable que ni siquiera tiene servicio de ambulancia —el profesor de teatro me baja del escenario regañandonos a ambos. En los primeros asientos hay varias cajas de decoracion que hay que llevar al depósito para que nada se extravie o rompa, asi que agarro dos de ellas para guardarlas, de encamino a los últimos asientos diviso a Noah. Tiene sus audífonos puestos y está todo acurrucado en dos asientos, dejo en el suelo ambas cajas y salto sobre su cadera dejando mi cuerpo caer sobre el suyo, él se sobresalta un poco abriendo sus ojos de golpe. —¿Qué son esas maneras de llamar mi atención, Tyson? Vas a infartarme. Me siento junto a él y subo su cabeza a mi regazo. —¿Me llamaste Tyson? —¿Me acaricias el pelo? —susurra cerrando sus ojos ignorando mi pregunta. —Hay trabajo que hacer, despierta. —Mmm no, quiero que me acaricies el pelo. Amo que me acaricien el pelo —se presiona más contra mis piernas. Lo sacudo un poco y al no tener resultados le quito uno de sus audífonos, está escuchando Red Hot Chili Peppers, sus pies se mueven al ritmo de la canción. Decido cerrar solo unos minutos los ojos, merezco un descanso después de todo. [***] Me levanto casi de un salto cuando la voz de Peter grita en mi oído. ¡Mierda nos quedamos dormidos! —¿Qué? ¿Dónde estoy? —mi cadera choca con los asientos que están en la fila de adelante y si no fuese porque Fred me atrapó, ya hubiera caído hacia el otro lado. —Es hora del almuerzo, despierten. —¿Ya terminó la clase? —Noah se pone de pie con aspecto a que la vida lo golpeó muy duro. —Si —responde Fred—, hace media hora. ¿Y nadie podía habernos despertado? Espero que el profesor de teatro no nos haya visto, una cita a detención por dormir en clases no es algo que necesito en estos momentos. Voy hacia el escenario, tomo mi mochila, esa pequeña siesta me dejó sin energías. Salimos del teatro los cuatro juntos, voy colgada de Peter porque no tengo ganas de caminar siquiera. —¿Quieres que vaya por tu almuerzo? —pregunta cuando me ve caer en la silla a peso muerto. Sus cejas están elevadas, sonríe divertido ante mi estado de muerta viviente. —Te convertirás en mi héroe —me guiña su ojo y le lanzo un beso. Justo a mi lado se sienta Britney, viene con su bandeja de comida en una mano. Al verme niega entornando sus ojos, ya sabe que estuve durmiendo. —Por la tarde iré al aeropuerto, Susan y Mo llegan en unas horas. —Creí que llegaban en la noche ¿Papá te pidió que vayas? —En realidad fue Susan, llamó en plena clase de química gritando que si no voy a por ellas lo lamentare —entorna sus ojos fastidiada. Britney Elizabeth Dalleris detesta que le den órdenes con soberbia y, precisamente Susan, es una de las personas más soberbias que pisaron el planeta. —Bien, ésta noche iré a la playa —quita su mirada de la pantalla del celular para verme seriamente—, con los chicos y Mo. —Oh claro, déjame sola no te preocupes —golpea mi brazo. —Si quieres puedes venir —se entromete Noah. —No gracias, paso. Tengo una fiesta en casa de Stacey —se encoge de hombros. —¿Entonces por qué dices que te dejaré sola? Estúpida. Mi hermana se levanta de la mesa sin responder a mi pregunta y se va dejando su bandeja llena de comida. —Buen provecho, Tyson —Peter deposita una bandeja con una porcion de lo que parece ser una pizza y una cajita de jugo de naranja. —¿Por qué Tyson? Ya eres la segunda persona que me llama asi. —pregunto confundida. —Por como peleas, pareces un boxeador de esos que, antes de iniciar ya sabes que te va a partir el culo. Es el apodo perfecto para ti. —Si te queda, Alai es de ñoña —se burla Fred. —Pudrete. Todos reímos, supongo que ya me gané un apodo de mierda en el grupo, le resto importancia y me enfoco en terminar mi almuerzo. Estoy hambrienta, aún tengo sueño. Lo único que quiero es llegar a casa para hablar con Parker. Parker... No sé dan una idea de cuánto extraño a mi mejor amigo, en la hora del almuerzo solíamos comer en las escaleras en mi antigua escuela. A veces solía llevar la guitarra y le cantaba canciones, o tal vez él las cantaba. También extraño dormir en los salones vacíos con toda la banda, cuando nos salteabamos clases o teníamos horas libres. Esto no es New York, la banda no está aquí pero, al menos, conocí a estos tres idiotas que me hacen sentir bien. —¿Estás bien? —Fred chasquea sus dedos enfrente de mi cara captando mi atención. —Si, lo siento, disocie. [***] Por fin en casa, mi hermana me dejó aquí para ir casi volando al aeropuerto para esperar a mi tía y Mo. Hace diez minutos terminé mi llamada diaria con Parker, ahora me encuentro en el balcón de mi habitación, sentada en la silla, bebiendo un vaso de coca-cola fría con un cigarrillo a medio quemar. Mi padre aún no llama, no da noticias ni señales de vida. Mi mente está muy lejos de aquí, mientras en mi teléfono suenan canciones de Slipknot no paro de pensar. Quisiera saber dónde está mi madre, que sucedió con ella luego de que se largó de nuestras vidas. Los primeros meses solía escribir cartas, recuerdo que papá me las leía. Me contaba que estaba bien, que me extrañaba y prometía que pronto iba a volver a verla, que tengo que ser fuerte, que una separación familiar le puede pasar a cualquiera. Le doy una pitada profunda al cigarro. Lo que ella nunca supo es cuánto la necesité estos años. Mis miedos, mis dudas, mi primera vez, la primera vez que menstrue, mis dramas existenciales y muchas cosas más tuve que afrontarlas sola. Papá es hombre y casi nunca supo como participar en estas cosas, al menos conmigo, con mi hermana fue totalmente diferente. Siento que aún duele, saber que por cagadas de los adultos tuve que pagar las consecuencias. Me quedé sin madre. Mateo no supo pensar con una cabeza que no fuera la de su pene. Aún me pregunto porqué. Yo era feliz, despertaba y tenía a mamá con el desayuno listo, ella peinaba mi cabello todas las mañanas, antes de dormir me contaba historias de princesas reales, de esas que no esperaban un príncipe, de las que luchaban contra ogros, gigantes, hombres estúpidos y osos rabiosos. Mamá era mi mejor amiga. Pero un día todo acabó, de repente ya no estaba ella y tampoco el brillo de su alma junto a mi. Termino mi cigarro y lo apago en el cenicero que está junto a mi teléfono. Vuelvo a tierra, ya me deprimí lo suficiente y en unos minutos llega Morrel. No quiero que me vea echa una mierda. Mi celular suena con un mensaje de Peter en w******p. Peter: Tyson, pasamos por ti en dos horas. 16:45 Bloqueo mi teléfono y entro a la habitación, le doy una mirada al cofre que descansa sobre uno de los estantes. Es de madera, color rojo desgastado y sobre su tapa tiene pequeños detalles en color oro. Allí guardo las cartas de mamá. Estoy a punto de tomarlo cuando la puerta de casa se abre y entra mi hermana a los gritos. —¡Llegaron! ¡Baja a saludar! Sacudo mi cabeza y me apresuro en bajar las escaleras, no es momento para la tristeza. —¿Dónde está esa pequeña perra? —oigo la voz de Mo. Ella está de espaldas a mi, así que de un salto me subo sobre su espalda, rápidamente toma mis piernas para sostenerme. Asomo mi rostro por encima de su hombro y me sonríe. —Aquí estoy, zorra —deposito un beso en su mejilla, me baja. —Si sigues así me llevarás directo al incesto. Cálmate —bromea. Le doy un fuerte abrazo, no se dan una idea de cuánto amo a ésta mujer. Mi tía nos separa bruscamente y se cuelga de mi mirando de mala manera a su hija. —Aléjate de mi niña, oveja negra —amenaza divertida. —Hablando de ovejas negras —responde Morrel entornando sus ojos. Alecia Susan Dalleris, es la segunda hermana de mi padre, la hija del medio, la más rebelde de la segunda generación Dalleris. Mi tía desde los catorce años vive la vida loca, solía escaparse para ir a recitales de metal, se drogaba, bebía, alcohol y desaparecía al menos cinco de siete días cada vez que se iba con su banda. Mi abuela nunca pudo domarla, ella era una punky, una perra loca. —Oh cállate, deberías estar orgullosa de la madre que tienes. Susan quedó embarazada a los dieciséis años, dice que no sabe quién es el padre de Morrel pero tampoco se hizo mucho problema por ello. Mi tía cumplió el rol de padre y madre a la vez, crío a la loca de Mo con sus valores pero tratando de que no se saliera tanto de control. Al menos logró que con diecinueve años, mi prima, aún no sea una madre adolescente. Digamos que está logrando no repetir la historia. —¿Podrían darme una mano? —Britney entra en casa, o al menos eso intenta, con varias maletas acuesta. —Susan dale una mano, Mo y yo nos tenemos que poner al día. —¿A caso soy tu ama de llaves? Ayúdanos —me reprocha lanzandome su bolso de mano al pecho. El impacto de aquel bolso de diseñador que tanto ama impacto fuerte sobre mis cenos y casi me deja sin aire, esta mierda pesa demasiado como para ser un simple bolso de mano. Entramos las maletas, le indiqué a mi tía que su habitación es la de mi padre y que de momento Mo podría dormir conmigo. —Fue un vuelo estresante, necesito espuma de rosas y una buena conversación con algún galán soltero de California —ignora por completo la información que estaba dándole y antes de subir por las escaleras nos da una última advertencia—. No quiero líos mientras tomo mi maldito baño. Entorno mis ojos llevándome a Mo conmigo a mi habitación, hablar con Susan es como hablar con la pared aveces. —Linda habitación —sonríe y cierra la puerta con llave—. Oye ¿Tienes un cigarro? Se me acabaron los míos. Le lanzo la caja, la atrapa en el aire. —Tu y yo, la noche, playa, amigos y alcohol —elevo mis cejas mientras camino hacía mi cama dejándome caer con todo mi peso—. ¿Que me dices? —Que busques ya que ponerte nena y me refiero a que busques el bikini más chico que tengas para ponerte. Mo, te amo. Pongo música en la televisión y ambas nos tiramos al suelo para hablar, la paso tan bien con ella que no se dan una maldita idea de lo bien que me siento. Extrañaba esto. —¿Parker como está? —Ya sabes, en Nueva York. Esto de mi mudanza le afecto un poco, de repente me hace escenas de celos —río negando. —Es obvio que le gustas, estúpida —su mano golpea mi pierna. —¿Gustarle a Parker? ¿Qué es esto, el cliché de los mejores amigos que se vuelven pareja? Sabes que eso no pasará. —Si claro —entorna sus ojos—. Cambiando de tema ¿Tú padre y sus viajes? —Ya sabes cómo es esto —me paro del suelo, el día está soleado y bastante caluroso, asomada al balcón veo al pequeño vecino jugando con un muñeco de superheroe en el césped de su casa—. Es raro que Mateo se comporte como padre. —¿Viaje de negocios? Oye, realmente apesta. —Si, lo sé pero hablar de su ausencia no es algo que me interese. —Háblame de tus amigos con los que iremos a la playa —me giro a verla y ambas sonreímos cómplices. —Son tres chicos, son geniales a decir verdad. Fred es bastante idiota pero te encariñas, Noah es buen chico y Peter bueno, es Peter. —Same detalles sucios, la verdad es lo que me interesa. Me carcajeo lanzandome encima de ella, estoy muy complacida de poder darle detalles a Mo de lo que son los tres mosqueteros.
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