Vitor Ferrari Entro en la oficina con mi padre y parece irritado. Cuando está así, es señal de que las cosas no van bien. —Vitor, necesitamos hablar —dice. Me siento en mi silla y mi padre se posiciona frente a mí, sirvo un vaso de whisky para ambos y se lo dejo en un apoyavasos. —Puedes hablar, papá —contesto. —¿Cómo va el matrimonio? —quiere saber. Frunzo el ceño, la pregunta me parece algo extraña. —Como lo viste —respondo con seguridad, encogiéndome de hombros. Él sonríe—. Creo que no me llamaste por eso —agrego. —No —dice bufando—. El CEO de la empresa farmacéutica Houston está cerrando varios contratos, e incluso algunos de nuestros clientes quieren irse allí… Me pongo de pie de un salto. Hablar de ese infeliz hace que mi cuerpo se tense de rabia. —No recibí esa información