__ ¡Mira mamá, mira!
Su hijo mostraba las manitas llenas de piedritas de río. Se le veía muy feliz, su pequeño rostro radiante mientras chapoteaba en la orilla, donde tantas veces nado y jugó bajo la atenta y divertida mirada de sus padres. Era precisamente por eso que no quería volver, los recuerdos se atropellaban unos a otros en su cabeza. Sabía que se hubiera vuelto loca, sino hubiese sido por Javier, quizá en estos momentos estaría recluida en un sanatorio mental. Cuando otras madres repudian a sus hijos no deseados, él se convirtió en su razón de vivir, en lo más preciado.
__ Javier, no te alejes de la orilla. Voy a caminar un poco por los alrededores, quiero oírte hacer mucho ruido, me explicó.
__ Si quieres, pero siempre me regañas en casa.
__ Ahora es diferente, así voy a saber que estás bien mientras camino por ahí. ¿De acuerdo?
__ De acuerdo —le dijo encogiéndose de hombros— ¿Puedo cantar las canciones que aprendí en el colegio?
__ Está bien, pero las que te enseña la Señorita Lily, no las que te enseñan tus compañeritos.
Helena se adentro en la maleza, desde la orilla era imposible ver la casa de su padre; el Dr. Vélez. Pero la naturaleza seguía su curso y con los años de abandono, la jungla empezaba a tragarse la finca. Mientras se abría paso, escuchaba la agradable vocecilla del pequeño ruiseñor. Cuando por fin traspasó, se quedó atónita al ver la casa. Había imaginado toda clase de cosas, pero jamás pensó encontrarla en semejante estado de destrucción. Recuperada un poco de la impresión, se dio cuenta que la voz de su hijo había dejado de escucharse y se volvió corriendo en dirección de la orilla del río, desechando toda clase de posibles tragedias, casi podía escuchar la respiración forzada y el chapoteo desaforado del hijo arrastrado por la corriente, muriendo sin remedio. Pero cuando por fin pudo vislumbrar la orilla, no había nada agitando la apacible superficie del agua y tampoco vio al niño por ningún lado. Comenzó a llamarlo frenéticamente por varios minutos y no hubo respuesta. Caminó varios metros a lo largo de la orilla y alcanzó a escuchar la voz risueña de su hijo sobre el murmullo del río. Caminó algunos metros más y al rodear el tronco de un enorme y viejo árbol, cuyas gruesas raíces retenían un pequeño estanque de agua cristalina, donde era posible pescar truchas de agua dulce si eras lo bastante rápido, y siendo su hijo curioso como lo fue ella a su edad, lo descubrió y quedó completamente fascinado. Por un momento se tranquilizó, pero al rodear completamente el tronco, descubrió que el niño no estaba solo. Se apoderó de ella un miedo irracional cuando contemplo el rostro del hombre que se encontraba a su lado. Tomó al niño en brazos tan sorpresivamente que lanzó un grito asustado y solo cerró la boca al ver el rostro de su madre.
__ ¿Qué demonios crees que haces?
__ ¿Qué pasa mami? —le rodeo el cuello con sus bracitos, en un tierno abrazo que la hizo derramar las lágrimas por varios días contenidas.
__ Todo está bien, Helena. ¡Cálmate!
__ ¡Que me calmé! ¿Es posible que me pidas algo así? sabiendo lo que paso con mi familia y tú, a solas con mi hijo —incapaz de creerlo, se sorprendió de la frialdad con que salieron las palabras.
Estar frente al asesino despiadado de sus padres y su violador, cayó en la cuenta de que en todos esos años se había convertido en una mujer dura, insensible, incapaz de sentir otra cosa que no fuera odio, rencor, irrefrenables deseos de venganza. Solo con Javier podía sacar a relucir amor, bondad, serenidad, cariño. Gracias al hijo de Donato Alcaraz no llegó nunca a convertirse en piedra. La vida puede llegar a ser contradictoria y confusa, amaba desmesuradamente al hijo y detestaba en igual medida al padre. La sangre que tanto repudiaba, mezclada con la de su familia, la propia mezclada con la de un asesino, en algo tan bello, inocente y maravilloso como lo era Javier.
__ No veo la razón de tu reproche, solo conversaba con tu hijo y le mostraba cómo atrapar peces con sus manos. Se estaba divirtiendo de lo lindo y llegas tu repentinamente y lo sacudes. ¿Dime, quien lo asustó más? ¿tú o yo?
__ Yo soy su mamá, jamás le haría daño. No puedes decir lo mismo.
__ ¡Claro! Eres su mamá, ¿y por eso casi le arrancas la cabeza? Si sacudes así a un niño, puedes causarle mucho daño, hemorragias internas, fracturas, ¿quieres que continúe?
__ ¡Eres un maldito! Retorcer de esa forma tan mezquina el amor que siento por mi hijo. Es muy propio del hombre perverso y despiadado que eres. ¡Lo amo más que a mi vida! Lo es todo para mi, si llegase a pasarle algo, ¡me moriría!, pero ¿qué sabes tú de amor incondicional, de sentimientos limpios y puros?
__ Los tuve alguna vez por alguien que me abandonó. Esa persona no se portó muy bien que digamos, quizá deberías investigar si es ella la culpable de que este vacío por dentro.
__ No me interesa en lo más mínimo. Lo único que deseo es que no te acerques a mi o a mi hijo, durante nuestra corta estancia en el pueblo.
__ ¿No has venido a quedarte? —lo dijo con un tono de amargura y tristeza que ella decidió ignorar, no le interesaba descubrir que ese monstruo tenía sentimientos.
__ Si por mi fuera, jamás hubiera vuelto a poner un pie en este lugar —el tono de fastidio sonó muy convincente.
__ Te gusta más la vida que llevas ahora, ¿eh? La ciudad te ha sentado muy bien, te ves más hermosa de lo que recuerdo —la recorrió de pies a cabeza con una mirada lascivia— Y mira que lo recuerdo muy bien. Estás hecha toda una mujer.
__ No me alagan tus palabras, más bien me dan asco —se dió cuenta de la forma como la miro, recorrió todo su cuerpo con morbosidad, seguro sus planes eran atacar otra vez, pero no le daría oportunidad— . No puedo corresponder al cumplido porque sé que cada día estas mas podrido que antes.
__ ¡Vaya, eres increíble! También te has vuelto más arpía que antes.
__ ¿Qué esperabas? Después de todo el daño que me causaste. Naturalmente uno cambia, si por un acto brutal se ven arrancadas de tajo todas tus ilusiones, la vida feliz y buena como la conocías.
__ Sé qué absurda y tontamente me culpas de lo ocurrido a tus padres. El dolor fue brutal y necesitabas una válvula de escape, yo te serví para tal efecto a la perfección. Pero debes reaccionar Helena ¿de qué forma pude yo haber asesinado a tus padres? Si yo ni siquiera me encontraba en el pueblo.
__ ¡Cállate, cállate! No quiero escuchar tus mentiras, no es el momento, ni el lugar, menos en presencia de mi hijo.
__ Está dormido, no se da cuenta de nada. Por cierto, se durmió enseguida, en cuanto lo tomaste en brazos. Creo que debemos llevarlo al hospital.
__ ¡No, no me digas eso! Sólo... está cansado —lo movió tratando de despertarlo, pero el niño no hizo ademán de levantarse.
__ ¿Lo ves? está desmayado. ¡Anda, súbete! Te llevaré al pueblo.
__ No, yo no... tengo mi auto.
__ ¡Por Dios, Helena! ¿Vas a anteponer tus ridículos rencores a la vida de tu hijo? —la tomó firmemente del brazo y ella se dejó conducir hasta el jeep.
No era capaz de pensar en otra cosa que no fuera la vida de su hijo. Olvidó por completo que el hombre sentado a su lado era un asesino, un violador, pero finalmente, Javier era su hijo, aun cuando no lo supiera, la preocupación se reflejaba sincera en su rostro. ¿Sería verdad que la sangre llama? y ¿sería también verdad que ella; su propia madre, le causó un daño irreparable a causa de su paranoia patológica? >>¡Dios mío!>¡Por favor, no lo permitas! Porque me moriría con él<< Javier constituía su único lazo con la vida, el aire que respiraba, sin él, no había nada en esta vida que justificara seguir viviendo.