Lo espió por entre la cortina, se quedó un momento parado, luego subió al coche y se alejó. Subió las escaleras con el niño todavía en brazos, lo dejó sobre la cama y lo arropo con un pequeño cobertor. Ahora lo que temía, era la hora de ir a la cama con Arturo, el día anterior no supo nada de él hasta la mañana, había tomado mucho más de lo que estaba acostumbrada y lo había hecho a propósito, totalmente consciente, y consiguió lo que se proponía: evitar la inminente noche de bodas. Y ahí estaba otra vez, en la misma situación, cavilando sobre todas las posibilidades para aplazar la consumación de su matrimonio. Sin poder urdir nada lo suficientemente convincente, perman