Helena buscaba con la mirada a su hijo, sintió un apretón en la mano antes de que Arturo la tomara del brazo y la sujetara por la cintura en un gesto posesivo, cuando desvió la mirada hacia el frente quedó paralizada, al instante comprendió su actitud posesiva. Su esposo la obligó suavemente a seguir caminando en la misma dirección, le murmuró entre dientes algo que no comprendió, no podía escuchar nada más que a su corazón latiendo desenfrenadamente y la falta de aire que no conseguía meter a sus pulmones. Las piernas le flaqueaban y temía que en cualquier momento no la soportaran y terminará haciendo el mayor ridículo de su vida, frente a toda la familia de su esposo y