Capítulo 3

3135 Words
(Narra Carter Travers) ― ¿Quieres, hermano? ― Por segunda vez me preguntaron mis compañeros, ambos eran insistentes y muy entrometidos. Mientras no estaba hurgaron entre mis cosas, supuestamente para conocerme mejor. ― No, gracias. No quiero. ― Les dije ya exasperado. Eran las 11 de la noche y seguían hablando en voz alta mientras fumaban. Harto de aquello me di la vuelta y salí del dormitorio. Ese olor fuerte era nauseabundo y me picaba mucho la nariz, olía justo como la orina de los zorrillos. Caminé en círculos a las afueras del dormitorio, esperando una oportunidad para poder volver y descansar, pero incluso estando fuera podía seguir oyéndolos charlar. Decidí que lo mejor sería ir a dormir al bosque en forma lobuna, mejor que seguir esperando a que mis compañeros fueran vencidos por sueño o en su defecto… por los porros que se fumaban. Me interné en el bosque buscando un lugar agradable donde poder pernoctar, llegué a una zona extrañamente amplia, como una especie de claro, pero oculto tras las espesas copas de los árboles, parecía que la mitad del claro estaba cubierto por un domo hecho de ramas. Mi olfato me guío hasta una pequeña cueva. Estaba semi oculta tras unos imponentes abetos, repté hasta ella y di mis tres vueltas de regla para poder echarme y relajarme a dormir. Cerré los ojos y comencé a sentirme extraño. Por alguna razón el pelaje se me erizó, me levanté de un salto y mi cuerpo me gritaba algo, era como un “cuidado, amenaza” muy fuerte y claro. Mis orejas estaba como locas intentando buscar la fuente de mi extraño comportamiento. Yo estaba confundido, no había nadie, no se escuchaba más que mi propio corazón y el de las pequeñas criaturas del bosque que me acompañaban. Salí de la pequeña cueva y olisqueé en busca de algo, lo que fuera, cansado me rendí y le resté importancia a lo que sea que me haya hecho reaccionar así. Me di la vuelta y al hacerlo un extraño olor salió de la cueva. ¿Por qué no lo sentí antes? Avancé sigiloso y llegué hasta el fondo de ella. Le di una pasada a la pared cavernosa con mi nariz y me llegaron trazas de un aroma que identifiqué sin esfuerzo alguno. ― ¿Un lobo? ― Volví a pasar la nariz. El olor era viejísimo. Años, algunos años atrás, aquí hubo un lobo, eso era seguro. Su olor estaba levemente impregnado. Mi cuerpo debió reaccionar a sus marcas, esta era su guarida. Yo no sería bienvenido si el siguiera aquí. Volví a ponerme cómodo y finalmente me quedé dormido. Esa noche soñé con Bree. Ya la extrañaba, para mí era raro no escucharla llamándome por mi nombre. ― Carter. ― Escuché su voz y estuve a punto de responderle cuando me percaté de que no había sido parte de mi sueño. ― ¡¿Quién dijo eso?! ― Me levanté abruptamente y me puse en guardia. Unos segundo más y me reí como idiota. Solo lo imaginé. ― Carter. ― Volvieron a llamarme. Yo no me quedé para comprobar una segunda vez, salí disparado con la cola entre las patas y a punto de orinarme. Alguien había dicho mi nombre dos veces. Y no era una voz agradable, al principio la confundí con Bree, porque sonó como una voz dominante, pero en definitiva no lo era. No lo era. Corrí como si me persiguiera el mismísimo Diablo, puede que quizá si haya sido él. Llegué al lugar donde oculté mis prendas y me vestí apresuradamente, en ningún momento deje de sentirme observado, mi espalda estaba caliente por el miedo y respiraba agitado. ¿Qué rayos pasaba ahí? No terminé de ponerme los tenis cuando eché a correr de vuelta al campus, le di un vistazo rápido a mi teléfono, eran las 5 AM, al menos logré dormir un poco. Entré y el guardia se me quedó mirando, pero no dijo nada. Simplemente le mostré mi llave y me dejo entrar. ― ¡Hey, hermano! ― Me saludó uno de mis compañeros. Estaba fresco como lechuga. El otro seguía dormido. ― Hola, Ernie. ― Lo saludé. Mis manos estaban temblorosas y lo primero que hice fue sentarme sobre mi cama y tratar de controlarme. ― Hermano, ¿Qué te ocurre? ― Su rostro se tornó preocupado y rápidamente se levantó para darme un vaso de agua bien fría. ― Toma, bebe esto. ― Gracias. ― La bebí completa y él se dejó caer sobre un sillón tipo puff. Respiré hondo y cuando me vi más calmado, Ernie habló. ― ¿Qué te paso? ― No me vas a creer, pero… Escuché una voz decir mi nombre. Dos veces. ― Ernie abrió los ojos, yo creí que se iba a burlar de mí pero fue todo lo contrario. ― Así que te toco vivirlo, hermano. ― Yo fruncí el ceño mientras él se rascaba una oreja. ― Ya veo que no sabes que Liberty es una universidad maldita. ― ¡¿Qué cosa?! ― Se miró el dedo meñique buscando los restos de cerilla que se había sacado. ― ¿Cómo que maldita? ― Sí. Este lugar es viejísimo. Fue de las primeras universidades fundadas en el país. Y han pasado cosas, muchas cosas… Y la mayoría malas. ― Tragué saliva intentando imaginarme qué tipo de cosas. Pero Ernie me ahorró el trabajo. ― Aquí se quemaban brujas, también asesinaron un pastor o algo así, y hace unos años un sujeto se murió ahogado en el lago. Es bien común enterarse de historias de alumnos que han visto o escuchado cosas. También dicen que hay un monstro en el bosque, y que si vas solo es probable que no regreses. La gente no anda sola por el campus, porque es peligroso. ― Entonces… ¿Me crees? ― El asintió y se inclinó un poco para decirme algo. ― Mi hermano mayor estudió aquí, él dice que vio a un animal peludo y grande corriendo a zancadas por su ventana. Y justo ese día casi matan a un sujeto. Un alumno de derecho que fue al bosque con una chica, creo que ella era de psicología… No recuerdo bien. Pero si recuerdo a la perfección que los atacaron, él casi pierde la vida. Vinieron de protección animal y periodistas de todos lados. Pero nunca encontraron la cosa que lo hizo. Y Bernie allá atrás, ― Señaló a nuestro otro compañero que roncaba despacio. ― Él tiene una hermana, ella es dos años mayor. Estaba en la residencia Rosea. Y se terminó yendo a otra porque cada noche escuchaba el llanto de alguien, ― su voz era de suspenso. ― o más bien algo. Dijo que le sonaba como el llanto de un animal. ― ¿Un animal? ¿Qué tipo de animal? ― No lo sé, hermano. Puedes preguntarle a Bernie cuando despierte, aunque dudo que te sepa decir. Asentí despacio y eso fue la señal de que la conversación se había terminado. Ernie se levantó y salió de la habitación, yo me quedé intentando reformular todo lo que paso y completarlo con lo que me dijo él. La universidad estaba maldita. ¿A dónde nos vinimos a meter? No le quise dar más vueltas al asunto y me recosté en mi cama, dejándome caer encima las colchas. Olían horrible, ya que se habían impregnado del aroma de mis dos compañeros, Ernie y Bernie. Al principio pensé que eran hermanos, pero no lo eran, sus nombres eran una mera y curiosa coincidencia. Logré dormir otro poco y a las 7 AM me di un buen baño y salí para almorzar algo. Mi primera clase comenzaba a las 9. Durante las clases, le envié un mensaje a Annie, para preguntarle cuando estaría libre. Quería indagar si acaso ella sabía sobre la supuesta maldición de la universidad. Acordamos vernos a las 3 para comer juntos. Mis profesores, que la mayoría de ellos eran doctores, nos hicieron saber que claramente, no todos íbamos a poder si quiera pasar al próximo semestre, nos pidieron ser diligentes y nos advirtieron que solo había espacio para los más dedicados y aptos. Eso a mí me dio miedo, no me sentía capaz de lograrlo, pero daría lo mejor de mí. Muchos ya estaban usando su bata, pero solo se ganaron palabras de desaprobación de algunos, la que más impacto causó fue la doctora Sofía. Una mujer alta de cabello corto y grisáceo. Rondaba los 50 años pero tenía un porte elegante y muy imponente. ― Veo que algunos de ustedes portan la bata médica. ― Hubo un silencio y los alumnos que llevaban la prenda se revolvieron en sus lugares incomodos. ― La bata no es un accesorio, no es para que llamen la atención, “Hey mira, estudió medicina”. Basura. La bata se la deben de ganar y se usa solo en horarios laborales. Estamos hablando de una barrera mecánica, no se debe contaminar con nada. Así que en mi clase no los quiero ver así, vienen a estar sentados en un aula. No a una pasarela de moda. Y uno de los presentes se atrevió a responder. ― Somos estudiantes de medicina. Tenemos derecho a portarla. ― Nombre. ― Habló ella con una cara seria y sin alzar la voz. La chica carraspeó y en un tono tembloroso respondió. ― Karen Sanders. ― Señorita, Karen. Quiero que me responda algo, ¿está usted en un hospital? ― No. ― ¿Es usted un médico titulado? ― No. ― La chica estaba titubeando y las miradas de los demás no ayudaron más que a ponerla terriblemente nerviosa. ― ¿Es esta su clase? ― Sí. Soy alumna de Liberty. ― La doctora se cruzó de brazos y esbozó una media sonrisa. ― Reformulo mi pregunta. ¿Quién es la figura autoritaria aquí? ― Karen parpadeó un par de veces y luego se sentó con la vergüenza en la cara. Entonces la doctora Sofía miró a toda la clase y en un tono enérgico dijo. ― La bata médica no es un accesorio. Y estaba predicando con el ejemplo, porque ni siquiera ella siendo un médico, estaba usando una en aquel momento. Afortunadamente yo no llevaba bata, lo haría solo cuando fuera necesario, como por ejemplo en nuestras clases de anfiteatro o en el laboratorio. Antes de las 3 comencé a caminar hasta el lugar donde vería a Annie, me la topé en el camino pero no venía sola. Un sujeto iba pegado de ella, Annie se veía muy incómoda. Esto no le iba a gustar nada a Dante. ― Hola, Annie. ― La saludé y en cuanto me vio pareció que respiraba aliviada. El sujeto a su lado emitió un sonido extraño, sonó como un pft. ― ¿Él es el temible Dante? ― Soltó el sujeto mirándome de arriba debajo de forma despectiva. Annie se llevó una mano a la sien y se alejó de él para posicionarse a mi lado. ― No. Él es Carter, mi amigo. ― Estuve por preguntar algo cuando él se adelantó y le lanzó a Annie un intento de sonrisa seductora. Ese compa ya estaba muerto. ― Empiezo a creer que esa tal Dante no existe. ― Oh. Vaya que si existe. Mejor guarda tu distancia. ― Le dije intentando sonar amable pero serio, tan serio como pude. ― Cris, por favor. Ya te lo dije. No quiero salir contigo a ningún lado, tengo novio. NOVIO. ― Annie alzó la voz, se veía fastidiada. Este sujeto la había sacado de quicio. El tal Cris era bajito, bajito en comparación a Dante, quien le sacaría una cabeza o más. Yo solo era más alto que Cris por unos 10 cm más o menos. Tenía una cabellera rubia que le llegaba a los hombros y los típicos ojos azules. Era de esos sujetos que se sienten los galanes de la escuela. Ojala apreciara su vida, porque cuando Dante se enterará, que yo iba a decirle por supuesto, estaría bien pero bien muerto. Él se sonrió mostrando la dentadura blanca y agitando el cabello. ― Te veré en clases, linda. ― Y se dio la vuelta para desaparecer entre la multitud. ― ¿Qué fue eso? ― Le pregunté a Annie. Ella bufó y comenzó a avanzar. ― Está loco. Simplemente se sentó a lado mío y comenzó a hablarme. No me lo pude quitar de encima. Luego insistió en querer salir a comer y tener mi número de teléfono. Le dije que tengo novio y se puso así, a hostigarme. ― Le diré a Dante. ― Por favor. Yo me sorprendí. ¿Qué tan molesto había sido ese Cris como para que Annie quisiera invocar al mismísimo Dante? ― ¿Estas segura? ― Sí. ― Lo pensó un poco y se detuvo para mirarme. ― Sí vuelve a molestarme entonces puedes decirle. ― ¿Tú no le dirás? ― Solo si me lo pregunta. Tampoco quiero que venga aquí a matar a alguien. La imagen de un Dante salvaje matando a Cris se me dibujo en la cabeza. Era aterrador y muy peligroso. ― Buen punto. Al llegar a una cafetería vimos a Cordelia, estaba sentada leyendo un libro. Annie la saludó con una mano mientras avanzaba de prisa para llegar a su mesa. ― ¡Cordelia! ― Annie la llamó y la pelirroja se apartó el libro para ponerse en pie y así, poder recibirla. Le ofreció el otro asiento y luego me saludó a mí. ― Hola, Carter. ― Sonrió y me ofreció el otro lugar. ― Hola, Deli. ― Le dije sin darme cuenta. Su nombre me parecía muy largo. ― ¿Deli? ― Dijeron a coro y me miraron con unos ojos redondísimos. Unos eran cafés y los otros azules, azules como el cielo después de una tormenta. ― Es que…No te ofendas. ― Miré a Deli quien asintió con una sonrisa en el rostro. ― Tu nombre es muy largo, y creo que Deli suena lindo. ― Tienes razón. ― Su voz sonó como si hicieran sonar unas campanitas. Era muy agradable. ― Suena lindo. Annie le dio una mirada de complicidad y le tocó un hombro. ― Entonces, si no te molesta. ¿Podemos llamarte Deli? ― ¡En absoluto! ― Alzó sus hombros y miró al cielo. ― Me gusta Deli, nunca me habían llamado así. Gracias, Carter. ― ¿Nunca te han llamado así? ― Ella negó despacio. ― ¿Ni tus padres? Deli bajo la mirada y se encogió en su asiento. Oh no. Dije algo que no debí. ― Mis padres murieron hace mucho, ― hizo una mueca de dolor. ― mucho tiempo. Para ellos yo siempre fui Cordelia. Annie le colocó una palma sobre la espalda y la movió de arriba abajo para darle ánimos. ― Lo siento mucho, Deli. ― No pasa nada. ― Deli movió su cabeza como para borrar ideas y comenzar otra vez. ― ¿Cómo estuvo su primer día? ― Fatal. ― Dije siendo el primero en hablar. Y a partir de ahí no deje de quejarme. De mis compañeros de dormitorio, de los baños tan feos del dormitorio, de la cama con hoyos que me tocó y de mis compañeros de clase, muchos de ellos se sentían grandes e importantes. Eran demasiado presumidos. ― Pero bueno, no me puedo quejar. Ahora tengo una chalupa por cama, así podré navegar hasta quedarme dormido. ― Concluí con esa frase. Tanto Deli como Annie se rieron a carcajadas. ― ¿Y tú, Annie? ― Deli la señaló con un dedo. ― ¿También te vas a quejar de tu cuarto y de tu compañera? ― ¡No! ― Y se le salió una carcajada que controló al ponerse una mano sobre la boca. ― Para nada, yo estoy bien con mi compañera y mi cuarto. ― Dile, Annie. ― La invité. ―Dile sobre Cris. ― ¿Cris? ― Deli enarcó una ceja. ― ¿Cuál Cris? ¿Qué paso? ― Solo es un cabeza hueca que estuvo molestándome. No es nada. ― ¿Qué te hizo? ― Deli tuvo un cambio en su expresión. Quizá era miedo. ― Solo estaba insistiendo para que saliéramos. Yo le dije que tengo novio pero, parece que no le importa. ― Es porque le pareciste linda. ― Le dije a Annie. Ella negó de inmediato con la cabeza y las manos. ― El hecho de que sea linda no le da derecho a nadie de molestarla. ― Declaró Deli con un tono fuerte. ― Eso es cierto, muy cierto. ― Respondí mientras asentía. El resto de la comida transcurrió llena de bromas y carcajadas. Mientras estábamos devorando el postre, una charla ajena a la nuestra llamó mi atención. ― Anoche lo vieron, eso me dicen mis amigos de ingeniería. ― Era una voz femenina. ― ¿Cómo era? ― Peludo y grande. Paso corriendo a gran velocidad. ― ¿Es en serio? Es que me parece mentira. ― Es de verdad, el monstruo de Liberty es real. Lo vieron varias personas. ― ¡Ay, no! Que miedo. Ya no debemos salir solas en la noche. ― Debemos tener más cuidado. ¿Peludo y grande? Otra vez escuchaba que mencionaban al monstruo de Liberty. ― Chicas ― las llamé para atraer su atención. ― ¿qué saben sobre el monstruo de Liberty? ― Que es grande y peludo. ― Dijo Deli mientras se llevaba un trozo de pastel a la boca. Mientras ella masticaba, Annie y yo intercambiamos una mirada. Pensamos lo mismo. ― Dicen que la universidad esta maldita. ― Solté de pronto. ― Ayer Deli contó varias historias sobre la universidad. ― Mi compañero, Ernie, me contó también las mismas, y algunas más. ¿Crees…― Dudé un poco. ― qué sean reales? ― No lo sé. ― Annie se mordió el dedo pulgar. ― No sabría que es real y que no. ― ¿Se asustan con facilidad? ― Yo pensé en lo que me había pasado anoche, y bueno, la respuesta era obvia. Sí, me asustaba con facilidad. No quería contarle eso a Annie y provocarle miedo de estar en la universidad. Le diría, pero en algún otro momento. ― No creo. ― Dijo Annie. Pero tanto Deli como yo la miramos incrédulos. ― Annie, si tan solo supieras en que residencia estas. ― Deli bajo su tenedor y se dejó caer sobre el respaldo de su asiento. Instintivamente recordé el nombre del dormitorio en que estaba la hermana de Bernie. ― ¿Qué residencia? ― Pregunté temiendo por la respuesta. ― Rosea. ― Annie respondió con una voz inocente. ************* SI ENCUENTRAS ALGÚN ERROR ORTOGRÁFICO SIÉNTETE LIBRE DE COMENTARLO PARA PODER CORREGIRLO.
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