Capítulo 4

3454 Words
(Narra Bree Mond) ― Con permiso. ― Escuché la voz de Dania. Estaba sacando unos roles de canela del horno y la charola estaba muy caliente. Ahora que tenía una barriguita asomándose por su delantal, todos nos movíamos al verla pasar. Aunque no era tan grande debíamos movernos, porque nos asustaba el hecho de llegar a lastimarlos. ― Yo te ayudo. ― Me ofrecí y ella me entregó la charola en cuanto me puse el guante rosado que tenía para mi uso personal. Ahora que Carter y Annie se había ido y mis enanos estaban en la escuela. Yo tenía muchas cosas que hacer, como tomar mis clases a distancia y hacer mis tareas, también pasaba mucho tiempo en la biblioteca y en la cabaña. Pero cada miércoles y viernes venía a la cafetería para aprender repostería y ayudar a Dania. Sabía que Carter amaba las cosas dulces. Y no estaba de más aprender de la mejor para sorprenderlo cuando volviera. Hace tres fines de semana que no los vemos, ni Carter ni Annie tuvieron tiempo. Cada viernes por la noche…Tanto Dante como yo llamábamos por teléfono y la frase que ahora detestábamos más, nos ponía de muy mal humor. “Lo siento no puedo este fin de semana.” O “Lo siento, tengo que tomar un seminario especial” ― ¡Maldita sea! ― Gritaba Dante luego de colgar por teléfono. En la llamada se portaba comprensivo y amable, pero al asegurarse que Annie ya no estaba del otro lado de la línea, hacía un berrinche. Ni siquiera Kelly hacía berrinches así. Y después de todo ese alboroto me llegaba el olor a tristeza, proveniente del gran mastodonte que vivía en la cabaña ― Voy a salir. ― Anunciaba y se iba a correr en el bosque. Yo por mi parte solo le decía a Carter que se anduviera con cuidado. Afortunadamente todas sus compañeras de clases eran molestas para él, siempre las describió como presumidas. Me contó también que tenían una muy buena amiga, su nombre era Cordelia. Para mi gusto su nombre era de los más extraño y gracioso. Sonaba como carne, carne de cordero. Me habló muy poco sobre ella y más sobre sus compañeros de cuarto, Ernie y Bernie. Le hacían más difícil la universidad a Carter, ya que apenas y lo dejaban dormir. ― ¿Por qué no duermes afuera? ― Le pregunté. ― ¡No! ― Su respuesta sonó alarmante. Porque fue una negación rotunda y con indicios de miedo. ― No. Afuera no. ― Dijo más calmado. ― ¿Qué ocurrió, Carter? ― Nada. ― Se apresuró a decir. ― Sé que me estas mintiendo. ¿Qué ocurrió? ― Hubo un silencio. ― Dime o en este momento salgo directo para allá. ― Esta bien. Te diré, pero vas a pensar que estoy loco. ― Habla. ― Estaba algo ansiosa por escuchar lo que tenía que decir. ― El primer día intenté dormir afuera, encontré un escondite. Era una cueva pequeña, Bree. Y…Escuché una voz. Me llamó dos veces. ― ¿Una voz? ― Yo ya estaba frunciendo el ceño. ¿Qué rayos era eso de una voz? ― Sí. No se cómo describirla. Pero me asustó y salí de ahí. Me llamó por mi nombre. ― Algo así como, ― Intenté hacer una voz macabra. ― Carter… Al otro lado de la línea escuché un ruido extraño, mi novio se había conmocionado ante aquella imitación. ― Bree. No hagas eso. Por eso no te quería decir. ― Esta bien, tranquilo. Cuando nos veamos te abrazo para que no te de miedo. ― ¡Excelente! ― Dijo el con entusiasmo y eso me sacó una sonrisa. ― Pero hay algo más. ― ¿Qué más? ― Me senté sobre el sofá y guardé silencio. ― En la cueva había un extraño olor a lobo. ― ¿Un lobo? ¿Cómo nosotros o un lobo normal? ― El chasqueó la lengua y suspiró. ― No lo sé. Y me tiene intrigado, pero no he querido volver ahí para averiguar más. Vas a pensar que soy una mariposita pero no quiero volver solo. ― ¡¿Cómo que no vas a volver!? ― La voz de Dante sonó estridente a mis espaldas, eso me hizo sobresaltar. ― ¡Perro chismoso! ¿Qué haces aquí? ― Dante me quitó el teléfono y lo puso en altavoz. ― Desde hace un rato, desde “Te abrazo para que no tengas miedo” ― ¡Metiche idiota! ― Le grité y le arrebaté el teléfono con rapidez. ― ¡Dante es que de verdad! ¡Escuché como dijeron mi nombre dos veces! ― Le dijo Carter con insistencia. Quería que le creyera. Luego de un rato y de fulminarme con la mirada, Dante se dejó caer sobre el sillón y habló. ― Carter, si hay un lobo merodeando por ahí. Bien pudo ser el que te llamó, ¿no es eso posible? ― Es cierto. ― Dijo Carter, aún con duda en la voz. ― De hecho aquí hay rumores de un supuesto monstruo. Le llaman el monstruo de Liberty. Los alumnos lo describen como grande y peludo. ― Carter, tienes que ir a revisar. ― No…― Dijo con un hilo de voz. Eso a mí me hizo llevarme una mano al pecho. Mi pobre bebé tenía miedo de ir el solo. ― Carter. ― Dante endureció su voz. ― Tenemos un trato. ― ¿Qué trato? ― Pregunté, pero Dante me chistó. ― De acuerdo…voy a ― le costó trabajo continuar la frase ― volver. Yo no podía imaginar a Carter estando solo arriesgándose de nuevo. La imagen de él siendo atacado por Iván se me reveló en la cabeza y fue suficiente para no dejarme tranquila con todo aquello. No permitiría jamás que Carter fuera lastimado. Su cicatriz ya era un recuerdo constante de lo que pasaría si lo dejaba solo de nuevo. Y no iba a pasar. ― ¡No! ― Anuncié y me puse en pie. ― ¡No iras! ― Dante se levantó también y antes de que me interrumpiera continué hablando. ― No iras solo. ― Eso funcionó y la cara de Dante se relajó un poco. ― ¿Cómo que no iré solo? ― Me dijo mi Carter confundido. ― ¿No estarás… ― Sí. ― Lo interrumpí. ― Más te vale hacernos un espacio en tu apretada agenda y recibirnos este fin de semana. Iremos. ― Miré a Dante y no necesite de su respuesta porque era obvia. La cara se le iluminó y sonrió satisfecho. ― Es una orden, Carter. Iremos. ― Sentenció. Los panquesitos estaban listos y Dania tuvo que darme una palmadita para traerme de vuelta. Maldición, de verdad quería ver a Carter. ― Anda Bree, o se te van a quemar. Y huelen muy bien. Creo que Carter se va a sorprender mucho. ― Y espero que lo haga, porque si no se va a meter en un problema. ― anuncié mientras sacaba la charola metálica del horno. El olor a frutos rojos me despertó el apetito y estuve a punto de tomar alguno, si no fuera por dos razones, una, estaban muy calientes, y dos, eran para mi Carter y mi adorada Annie. ― ¿Qué es ese olor? ― La voz de Dante que entró a la cafetería sonó muy sorprendida. ― ¿Dania? ― La miró a ella quien alzó las manos y me señaló con una sonrisa de oreja a oreja. ― Vaya… Lo que hace tener una buena maestra. ― ¡Yo soy una buena alumna! Eso también cuenta. Nuestra discusión se pospuso porque Konrad entró tras de él y como todo el caballero que era, saludó primero a su esposa y luego a su bebé. Incluso se inclinó y depositó un beso en esa pancita. Yo habré hecho algún gesto que indicaba que eso me produjo una sensación de ternura, por otro lado el animal de Dante pareció sentir algo de celos. Claro que quedaron muy de lado cuando una sonrisa tímida se le formó en la cara. Sí que quería llegar a eso con Annie. ― Bien…― Konrad le paso un brazo a su esposa por la cintura y miró a Dante con amabilidad. ― Te informaré de cualquier cosa, aunque dudo que haya otra pelea y que otro niño se pierda. ― Gracias, Konrad. Nos iríamos en la madrugada para llegar temprano. Edgar y Kelly se quedarían con el señor Elliot. Konrad estaría a cargo de la manada y nosotros volveríamos… Sí es que podíamos, hasta el domingo por la noche. A menos que nos echaran antes, claro. Esa misma noche le advertía a mis enanos que se portaran bien. ― No quiero que le den problemas al abuelo. ― Mis hermanitos se miraron con cierta complicidad. ― ¿Qué es dar problemas? ― Preguntó Edgar, yo le di un leve pellizco en el estómago y a Kelly un leve tirón de oreja. ― No me hagan enojar, enanos. ― Les advertí pero mi sonrisa no me ayudo en hacerme sonar seria. ― Okey. ― Dijo Kelly y apretó los ojos. ― Buenas noches. ― Buenas noches, enanos. ― Apagué las luces y salí. Partiríamos en la camioneta, todo por mi insistencia de llevar panquesitos. No podría llevarlos todo el camino en el hocico y entregarlos babeados. Además, Dante le llevaba un obsequio a Annie. Yo aún no sabía que era. Y el abuelo Elliot les envió a Carter y Annie unos atrapa sueños que el mismo hizo. De una u otra forma, este viaje tendría que ser a cuatro ruedas y no a cuatro patas. Salimos temprano y tras unas larguísimas horas de ir en total silencio llegamos hasta la parte más sinuosa del camino. Eran muchas curvas y las copas de los árboles se veían justo al costado de la carretera. Estábamos subiendo, subiendo para después bajar a un valle. Eran vueltas y vueltas interminables, llenas de abetos, encinos y robles. ― ¿Crees que si haya un lobo? ― Le pregunté a Dante mientras divagaba por la ventana, apreciando ese paisaje confuso para mí. ― Más vale que no. ― Se aclaró la garganta y siguió hablando. ― Espero que no. Llegamos a Liberty a las 8 de la mañana. Y sobre el gran arco que daba la bienvenida había unas letras bronceadas que decían “fundada en 1895”. No perdí más el tiempo y llamé a Carter. ― Ya estamos aquí. ― Mi voz me salió demasiado aguda. Y Carter me imitó. ― Voy saliendo. Dante estaba aparcando frente su residencia cuando lo vi salir a toda prisa, llevaba unos jeans y una camisa de manga larga sobre otra camisa de manga corta abierta. Su cabello se agitó al correr. Yo no me esperé a que Dante terminará de aparcar y abrí la puerta. Salté fuera de la camioneta y lo llamé a voz en grito. ― ¡Carter! ― El me miró y ensanchó aún más su sonrisa. Ambos corrimos para encontrarnos y cuando estuve más cerca me lancé contra él. Carter me atrapó en el aire y dimos un par de vueltas. Pude sentir como se aferraba a mí y enterraba su cabeza en mi cuello. Aspirando mí perfume. Yo cerré los ojos y me apreté a él. Sentía que había pasado una eternidad desde la última vez que lo vi. Cuando nos separamos un poco, nos tomamos de las manos y Carter comenzó a dar saltitos de alegría mientras movía nuestras manos en círculos. ― ¡No puedo creer que estés aquí! ― Dijo y me dio otro abrazo. ― ¡Ya, Carter! ― Le dije y él se pasmó. ― Bésame ya. ― Entonces enarcó una ceja y se acercó para besarme. Un poco después y el carraspeó impaciente de Dante nos hizo separarnos. ― ¿Y Annie? ― Preguntó casi con un puchero de desesperación. ― En su facultad, yo los llevo. ― Aunque Dante podía encontrarla fácilmente con el olfato era más rápido si Carter nos llevaba. Todo el lugar era increíblemente fascinante. Era una combinación de rustico con moderno. Muchos de las edificaciones eran los viejos edificios, que supuse se construyeron cuando se fundó la universidad. Había miles de personas por todos lados, mucho movimiento. Y pasamos por una iglesia, la universidad tenía su propia iglesia, que más que iglesia ahora era una especie de museo. Mientras Carter nos guiaba me llevaba de la cintura y me señalaba con una mano todos los lugares que se nos pasaban en frente, dándome una descripción de lo que era o para que se usaba. Me mostró hasta las fuentes y me dijo sus nombres, cada cosa en el campus tenía un nombre, en honor a algún alumno destacado o profesor ya fallecido. Muchos de los nombres estaban en latín. Cuando llegamos a la facultad de Annie esta se veía enorme. ― Y no es nada. ― Me dijo al notar mi cara de asombro. ― Tiene un área especial donde hay vacas, ovejas, gallinas y hasta caballos… Y eso hasta donde sé, pero no dudo que tengan más animales. Ellos le llaman campo experimental. No sé por qué, si a los animales no les hacen nada malo, de hecho está abierto al público. Podemos ir a ver los conejos y otros animales. ― Debemos ir entonces. ― Le dije para animarlo más. ― ¡Si! Y de nuevo la voz impaciente de Dante. ― ¿Y Annie? ― No lo sé, debe estar en clases. ― Su aroma se comenzó a sentir cerca. Dante se envaró y abrió los ojos para buscarla. Y lo que vio no le gustó nada… ― Ah sí, sobre eso. Dante, hay un…― No le dio tiempo a Carter de terminar. Un chico rubio venía justo detrás de Annie y le intentaba tomar del brazo, mi prima lo movía fuera de su alcancé, y con una sonrisa nerviosa que usaba para ocultar su irritación, le decía. ― Cris, en serio. No quiero ir. ― Pero iremos todos. Tú también debes venir. ― Annie apretó sus libros al pecho y suspiró exasperada. El chico se carcajeó de forma fanfarrona y se paró delante de ella para evitarle el paso. ― Ya se, ya se…Tú tienes ― Dijo la palabra simulando unas comillas con los dedos de ambas manos. ― Novio. Pero no estaremos solos, si así lo quieres. Antes de que aquel sujeto dijera algo más ya estaba levitando por los aires. Pues Dante lo sostenía del cuello y lo arrojó unos metros lejos de Annie. El cayó de espaldas y apenas reaccionó. ― ¡Dante! ― Exclamó ella y abrió los ojos como dos grandes platos. ― ¡Que carajos te pasa! ― El tal Cris se quedó mirando a Dante con unos ojos llenos de ira, se puso en pie y avanzó hasta Dante, pero entre más avanzaba, la valentía y la irá que tenía para encararlo se fueron encogiendo, justo como sus pelotas. Dante era mucho más grande y la cara que tenía le decía perfectamente que mejor se quedará callado. ― Él es mi novio. ― Annie habló y le dio la mano a Dante. El otro muchacho no dijo nada más y se fue con la cola entre las patas. Dante hiperventilaba con violencia, quería matar al Cris. ― Tranquilo…― Le dijo Annie con una voz serena y llena de paz. ― ¿¡Por qué no me dijiste esto!? ― Le recriminó Dante. ― No tiene importancia. ― Dante se rebatió entre si seguir discutiendo o callarse y aceptar lo que Annie le decía. ― Si se pasaba te lo iba a decir para que le partieras la cara. ― Eso le sacó una sonrisa de satisfacción a Dante. ― Esta bien…― Masculló. ― Si se te vuelve a acercar debes decírmelo. ― Lo haré. En cuanto Annie me vio se me fue encima para darme un abrazo. Ambos caminamos por el campus rumbó a la camioneta. Y en un susurró apenas audible para mí y Dante, Carter nos dijo. ― No le digan a Annie porque han venido. Ella no lo sabe y no quiero que se asusté. ― Los dos asentimos levemente en respuesta. Annie tuvo que ir a la biblioteca y Dante fue con ella. Yo me quedé con Carter y le mostré los panquesitos. ― ¡Woo! ― Tomó la cajita entre sus manos, destapó un poco y aspiró el olor. ― ¿Tú los hiciste? ― Yo asentí. ― ¿Para mí? ― Y para Annie también, así que no te los vayas a terminar. ― No sé si pueda prometerlo. ― Le pellizqué la nariz y él sonrió. Entonces algo llamó su atención. ― ¡Deli! ― Gritó y saludó con una mano a alguien. Se levantó del pasto donde estábamos sentados y me ayudo a ponerme en pie. ― Te quiero presentar a la amiga de la que te hablé. ― Ok. ― Dije pero el tono de molestia se me notó. ― ¿Quién es? ― La pelirroja que está ahí. Pasé la mirada entre la multitud y no lograba ubicar cual de todas esas personas era la tal Deli. ― ¿Cuál? ― Ahí viene. ― Y tras decirlo pude ver la figura pequeña de una chica pelirroja. Llevaba un vestido café claro y a pesar de tener un cabello tan llamativo no se hacía notar mucho. ― Deli…― Habló Carter con una voz cantarina mientras juagaba con mi mano. ― ¿Adivina quién es ella? La chica abrió la boca y levantó las cejas. ― No…― Dijo sorprendida. ― ¿Eres Bree? ― Y una voz tan melosa y mucho más cantarina que la de Carter salió de ella. ― La misma. ― Dije algo confundida por su entusiasmo. ― ¡Hola! ― Me saludó y se balanceó de un lado a otro. ― Carter habla mucho de ti. ― ¿En serio? ― Ella asintió varias veces. ― Te llamas Bree Mond, tienes 19 años. Estudias administración a distancia, tienes dos hermanos menores, Edgar y Kelly y tu cumpleaños es el 10 de mayo. ― Vaya…― Admití. ― Sí que hablas mucho sobre mí. Charlamos otro poco con Deli...Luego de eso, ella se fue y ambos nos quedamos solos de nuevo. Deli, como la llamaban, era una chica peculiar, de actitud alegre y muy positiva, me agradó mucho. Era bueno que ella fuera la compañera de Annie, de cierto modo, ambas encajaban, como las piezas de un rompecabezas, eran tal para cual. ― Bree…― Me llamó Carter mientras mirábamos nubes recostados sobre el pasto. ― ¿Sí? ― Quiero decirte algo, algo de lo que me enteré. ― Su voz era nerviosa. ― ¿Sobre qué? ― Sobre la residencia de Annie. ― Tragó saliva. ― ¿Qué tiene su residencia? ― Tal vez es solo una leyenda, pero me contaron que ahí han visto al monstruo de Liberty muchas veces. ― Fruncí el ceño y me levanté para mirarlo. Él continúo. ― Lo han escuchado… a él o el llanto de una mujer. También… Lo han visto merodear en los alrededores y desaparecer en el bosque. ― ¿Annie sabe eso? ― No…― Entrelazó su mano con la mía. Le di un apretón y él sonrió. ― Y no sé si decirle. ― No lo hagas. Ya sabes…Annie es muy miedosa. ― Eso mismo pensé. Annie no es muy buena para ver películas de terror. ― Ambos nos carcajeamos al recordar una vez, en la que fuimos todos al cine y tuvimos que irnos porque mi prima temblaba como espagueti. ― ¡Oh! ― Recordé entonces los regalos del abuelo. Tomé mi mochila y saqué uno de los atrapa sueños. ― El abuelo los envía, los hizo el mismo. Espera que con esto duerman mejor, en especial tú. ― Le guiñé el ojo. ― ¡Gracias! ― Tomó su atrapa sueños azul y lo sostuvo en alto. ― Ojala atrapé a Ernie y Bernie, y no los deje salir por un buen tiempo, ellos son mi pesadilla. Disfrutamos del jardín otro rato más, y al cabo de una media hora, Dante llamó y nos dijo que era el momento de ir a revisar el lugar. Annie tendría una clase en ese momento. Finalmente iríamos a ver qué era eso que le provocó miedo a mi pequeño. ************* SI ENCUENTRAS ALGÚN ERROR ORTOGRÁFICO SIÉNTETE LIBRE DE COMENTARLO PARA PODER CORREGIRLO.
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