Capítulo 6

1797 Words
Al día siguiente, Karina se levantó muy temprano, tomo una ducha, arreglo muy bien su cabello, y se aseguró que todo estuviera impecable. salió del cuarto y fue a la cocina, donde ya Tomasa le tenía listo el desayuno. Buenos días Tomasa —la saluda Karina, dándole un beso en la mejilla— gracias por la comida que me enviaste anoche; estaba muy rica. —No es nada, Karina, solo quería que te quiero igual que a Valentina —le dice Tomasa, sonriéndole—no podía dejar que te durmieras, sin haber comido nada. —Hoy amanecí con mucha hambre, Tomasa —le dice Karina— me gusta comer en la cocina; aquí nadie me molesta; dime una cosa, ¿cómo me veo? —¿y de cuando acá, te has preocupado, como te ves —le dice ella, detallando su figura—¡ummm!; creo que hay un chico guapo por ahí; yo no sé porque me preguntas eso, puedes estar tranquila, que ese chico no vera a mas nadie, porque estas más preciosa que nunca. —Gracias Tomasa —le dice ella muy alegre, dándole un beso en la mejilla— te quiero mucho; me voy, porque se me hace tarde. —Pero hija, ¿porque corres, si aún es muy temprano? —le pregunta Tomasa, viéndola salir apurada— allí nadie te está esperando. Karina se voltea a  mirarla y desde lejos, le hace una señal de despedida, levantando la mano, mientras le sonríe; «ya Carlos, debe haber llegado», piensa y apura el paso. Antes de llegar al instituto, vio a  Carlos desde lejos, que estaba sentado en el mismo asiento del día anterior. Dibujo en su rostro su mejor sonrisa y se acercó a él. —Creí que iba a llegar primero que tu —le dice ella a modo de saludo— pero veo que tu como que dormiste aquí. —Hoy me vine de madrugada, porque sabía que ibas a llegar temprano, y no quería que estuvieras sola — le dice el sonriéndole —¿En verdad hiciste eso, Carlos? —le pregunta Karina con una gran sonrisa. —Pues claro que si —le dice el arqueando una ceja— quería ser el primero en verte llegar; que bueno que llegaste temprano , si podemos charlar un poco más; ven, siente aquí, cuéntame cómo te fue ayer.    —Muy bien, casi no vimos clases —le dice ella — pero me preocupa que son muchas materias, y hay que estudiar mucho. —Pero hoy estas más tranquila, Karina —le dice el— no te preocupes por que sean muchas materias, si estudias con disciplina, veras que es muy fácil mantenerse al día, yo estudio y meda tiempo para trabajar, y aun me queda tiempo libre para jugar. —¿Cuántos hermanos tienes, Carlos? —pregunta ella— ¿ vives aquí en l ciudad? —No tengo hermanos; mi madre murió cuando yo nací, y mi padre no se volvió a casar —le explica el— yo vivo bien lejos de aquí, en el campo; mi padre me trae los días; él es como mi madre, me cuida mucho. —¿Y cuál es el trabajo que tú haces? —le pregunta. —Ayudo a mi padre, él es administrador de una hacienda, y hay muchas cosas que hacer —le dice el muy entusiasmado— busco las vacas en los potreros, reparamos las cercas, ordeñamos las vacas y lo que más me gusta es que monto mucho a caballo. —me parece muy interesante lo que tú haces— le dice ella, admirada— sobre todo montar a caballo; yo nunca he montado en uno. —Dile a tu padre que te lleve a la hacienda, un fin de semana, y yo te enseño a montar en caballo —le dice el— también puedo enseñarte a nadar en el rio, y a ordeñar una vaca; hay muchas cosas más, disfruto mucho el campo. —Ay Carlos, me gustaría hacer eso —le dice ella, con expresión soñadora— pero mi padre nunca me llevaría a un lugar como ese, siempre está ocupado en otras cosas; me parece que tú vives como en una aventura todos los días. —Que lastima, ya estaba soñando, que todos me iban a ver paseando en caballo con una amiga muy bella —le dice el sonriéndole— en serio me encantaría que fueras por allá; pero cuéntame algo de ti. —Bueno, yo no tengo tantas cosas interesantes que decirte —le comenta ella— soy hija única de mi mama, pero tengo una hermana, que es hija de mi papá, con su primera esposa, que murió. —Pero, debe ser muy interesante compartir con una hermana —le dice el— a mí me hubiese gustado tener una hermana, pero mi padre no quiso volver a casarse, después que murió mi madre. —Pues, a mí me hubiese gustado tener un hermano que se pareciese a ti —le dice ella mirándolo al rostro— mi hermana, nunca ha compartido un momento conmigo. —¿En serio te gustaría tener un hermano como yo? —le pregunta Carlos, entusiasmado— pues, a mí me gustaría tener una hermana con quien pudiera compartir y hablar  de nuestras cosas, así como estamos hablando tu y yo; me encanta charlar contigo, Karina. Gracias Carlos; yo también me siento  gusto conversando contigo  —le dice ella muy animada— nunca había hablado tanto con un extraño; yo también quisiera tener, con quien compartir momentos así. —Me voy a enojar contigo, si me vuelves a decir que soy un extraño —le dice Carlos, frunciendo el entrecejo, fingiendo estar molesto— a mí por el contrario me parece que te conozco de mucho tiempo. —Quita esa cara de amargado, que no quise decir eso —le dice ella sonriendo muy divertida mientras le da una palmadita en el brazo— realmente he hablado más contigo, que con mi hermana en muchos años. —Tu eres muy divertida Karina, me alegra mucho que seas mi amiga —le dice el— se me va el tiempo muy rápido, hablando contigo; ya va a ser la hora de entrar a clases; creo que mañana me vendré mas temprano. —No seas exagerado, Carlos —le dice ella, sintiendo una extraña emoción— ¿tú crees que yo duermo aquí? —De todas maneras, mañana estaré deseando que amanezca rápido para venir a conversar contigo —le dice el muy animado— aquí me vas a encontrar bien temprano, esperándote. —Está bien, Carlos —le dice ella dándole un beso en la mejilla— nos vemos mañana. Carlos, se queda mirando a Karina, y cuando ella llega a la escalera, se detiene y se vuelve, se queda mirándolo por un momento, le sonríe y levanta su mano, despidiéndose, y luego continuo caminando hasta  perderse en la escalera; el sonrió, sintiendo un regocijo inquietante; aquella sonrisa al pie de la escalera, hiso que su corazón galopara velozmente. Karina, después de despedirse,  camina  hacia la escalera; siente que él, la  está mirando, y su paso se vuelve algo inseguro, respira profundo y baja la velocidad de sus pasos, tratando de que el pase más tiempo mirándola; « no aguanto la curiosidad, quiero saber si me está mirando; me volteare para despedirme otra vez de el»; se detiene y lentamente se vuelve haca el, y nota que él, la mira como hipnotizado, le sonríe dulcemente y levanta la mano con algo de coquetería , se da la vuelta, y comienza a subir la escalera, sabiendo que el sigue mirándola; va sonriendo; otra vez aquellas maripositas le están haciendo cosquillitas. Llego el fin de semana; en la hacienda El Yagual, Carlos estaba estudiando, en un pequeño caney, que estaba detrás  de su casa; estaba tratando de memorizar algunos temas, pero no se concentraba; el rostro sonriente de Karina, revoloteaba, como una mariposita inquieta en sus pensamientos, la imagen de  aquella muchachita tan bella se había venido con él, y le estaba quitando el sueño. Nunca le había parecido tan largo un fin de semana; deseaba que llegara el lunes para ir al instituto. Edgard, era el administrador y mayordomo de la hacienda  El Yaguar, con muchos años de experiencia es esas labores del campo. Esta hacienda tenia  varios años bajo su cuidado, y   había administrado con mucho éxito; dicha hacienda se dedicaba a la cría de ganado, para la producción de leche y también a la cría de caballos de carrera. Edgard, había enviudado desde el día que nació Carlos , y no se volvió a casar, . Ya tenía catorce años solo, y se había dedicado solamente a la crianza e su hijo y al trabajo .La pérdida de su esposa Leonor le había dejado un gran vacío que no se había atrevido a llenar, no se había dado otra oportunidad buscando una mujer que llenara aquel vacío. —Tienes que apartar el próximo fin de semana, Carlos —le dice Edgard, su padre, interrumpiendo sus pensamientos— esta hacienda, tiene un nuevo  dueño, y el próximo fin de semana vendrán el, y su familia a conocerla. —¿y cómo fue eso que compraron esta hacienda sin conocerla, padre? —pregunta Carlos extrañado— está bien, estudiare por la noche, para estar disponible y mostrarles lo que ellos quieran; ojala, sean personas agradables con las que uno pueda tratar. —Esta hacienda fue adquirida por un exportador de cacao de nombre Guillermo Reyes— le explica Edgard— como parte de otras posiciones  que recibió en una negociación; el hombre vive en Valencia con su familia, y los tendremos aquí, sábado y domingo. —Entonces debemos limpiar bien la casa grande, para que encuentren todo listo —le dice Carlos— y así puedan hospedarse con comodidad, esos dos días. —Ya di ordenes, para que todo esté preparado para ese día, hijo  —le dice Edgard— el sábado muy temprano, hay que recoger todo el ganado, y encerrarlo en los corrales, lo mismo, hay que hacer con los caballos ,para que ellos puedan ver los animales que hay en eta hacienda; de eso te encargaras tú, de dirigir a los peones para que todo se haga bien, y mientras tanto yo me encargare de mostrarles los potreros al nuevo dueño. —No te preocupes padre —le dice Carlos, tranquilizándolo—todo saldrá bien, yo sé cómo hacerlo; ya lo hemos hecho esto en otras ocasiones, y los peones conocen bien su trabajo. —Perfecto , hijo; confió en ti, sé que sabes hacer tu trabajo —le dice Edgard, dándole unas palmaditas en la espalda— ya no te quito más tiempo; sigue estudiando.  
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