Capítulo 7

1623 Words
Karina se levantó tarde el domingo, era día de descanso, toda la familia estaba en casa. Ella entro al baño, quería darse una ducha para comenzar a estudiar, la noche anterior había intentado hacerlo, pero no había logrado concentrarse; cuando comenzó a leer la primera página, su pensamiento recibió la visita de Carlos; —sonrió inquieta— aquellas maripositas comenzaron a revolotear por su estómago; Carlos se había pasado todo el día, apareciéndose en su mente. Recordó aquel momento cuando iba camino a las escaleras en el instituto, lo sorprendió mirándola casi hipnotizado ; algo bonito sintió en su corazón, nunca la habían mirado así; sintió deseos de devolverse y seguir charlando con él; se sentía muy bien escuchándolo, era un chico muy interesante.  Aquella mirada, la hiso sentir muy bella, era una sensación muy agradable sentir que un joven tan interesante como Carlos la veía bella , era la primera vez que esto le pasaba. Entro al baño, miro su rostro en el espejo y sonrió; no necesitaba preguntarle al  espejo, quien era la más bonita, los ojos de Carlos, ya le habían dicho que era ella; se quitó la pijama y el espejo le mostró su cuerpo; siempre había hecho eso, pero hoy tenía más curiosidad por mirarse, en su pecho, habían dos pequeños brote que comenzaban a formarse , parecían dos capullos de rosas que comenzaban a abrirse para mostrar una hermosa flor «que emoción, quiero que se parezcan a los de mi madre». Finalmente se quitó las pantaletas, y se quedó muy sorprendida, no podía creer lo que veían sus ojos. En toda la casa se escuchó, un gran alarido, todos lo escucharon muy alarmados. —¡Dios mío, mi hija; ¿Qué le pasaría a Karina? —exclamo Claudia, muy angustiada  desde la cocina,  soltó el cuchillo que tenía en sus manos, y la papa que estaba pelando, voló por los aires, mientras emprendía una veloz carrera a la habitación de su hija—algo muy grave le ha sucedido. —Ave María Purísima —exclamo Tomasa desde el jardín, mientras soltaba los crisantemos que ya había cortado, y muy consternada, corrió también a la habitación de Karina—¡Dios, que no le pase nada a mi muchacha; ay, que angustia! —¿Qué carajo le estará pasando a esa muchacha, que ha gritado tan fuerte —exclamo Guillermo, sobresaltado en su silla, y soltando el periódico, que estaba leyendo en la página de sucesos, se levantó de la silla, como impulsado por un resorte, y mientras corría al cuarto de Karina, saco la pistola que siempre llevaba en el bolsillo derecho del pantalón— como sea un ladrón que se ha metido en la casa, ya va a saber quién es Guillermo Reyes. —¿Qué le estará pasando a la loca de mi hermana —exclama Valentina, quien estaba en la cama, escuchando música, de un pequeño radio que tenía en el pecho; se levantó, y en pijamas, corrió a la habitación de Karina—seguramente amaneció histérica hoy. Todos coincidieron en la puerta del cuarto de Karina, Claudia toco desesperada, mientras los demás, expectantes, con una gran interrogación dibujada en sus rostros esperaban que la puerta se abriera. —¡Abre la puerta hija!— grita Claudia angustiada, pegando el oído, para ver si escuchaba algo dentro del cuarto, pero a no recibir respuesta— tienes que abrir esa puerta Guillermo, por favor hazlo pronto, que algo malo le está pasando a mi hija. —¡Apártense todas de ahí¡ —exclama Guillermo muy enérgico, quien pistola en mano, retrocede unos cuantos pasos, y tomando impulso, arremetió  contra la puerta impactándola con el hombro izquierdo; la puerta, que estaba abierta, cedió con facilidad, y Guillermo, rodó como tres metros dentro del cuarto, siendo detenido por la cama de Karina, mientras las mujeres, entraron en tromba casi pesándole por encima a Guillermo que aún estaba furioso en el piso. Todos los ojos, coincidieron en la cama, la cual estaba vacía; Tomasa corrió hacia la puerta del baño, e intento abrirla. —Esta serrada —dijo, llena de angustia y consternación, y tocando con mucha fuerza — ¡abre la puerta Karina, que todos estamos aquí. Al no recibir respuesta, todas la miradas se posaron, sobre Guillermo, quien entendió que le estaban pidiendo que abriera también aquella puerta. —¿Están  seguras que esta serrada? —pregunto Guillermo, sobándose el hombro que se había aporreado, al caer al piso, y cuando ya estaba a punto de envestir contra esa puerta, lo detuvo Claudia. —¡Espera un momento, Guillermo; la muchacha puede estar desnuda, y no le va a gustar, que tú la veas —le dice Claudia , sollozando—hay que seguir tocando Claudia y Tomasa, hicieron un dúo, aporreando la puerta del baño mientras varios vecinos que habían escuchado, primero el alarido de Karina, y luego los gritos desesperados de las mujeres,, tocaban la puerta del frente, con mucha insistencia, queriendo saber lo que estaba sucediendo y para ofrecer  su ayuda si la necesitaban; pero nadie los atendía porque todos estaban en el cuarto de Karina. —Por favor, Karina, danos una señal de que estas bien —le pide Claudia, con desesperación— tu padre quiere tumbar la puerta, pero no sabemos, si estas desnuda. —ya voy mama —se oyó desde el interior del baño, con una voz muy bajita. —¡Ella está bien!—dijeron Claudia y Tomasa al unísono, abrazándose. —Abre pronto, hija; que estamos angustiadas —le suplica Claudia. Todos estaban pendientes, cuando la puerta del baño, comenzó a abrirse lentamente, dejando ver el rostro lloroso de Karina. Tomasa y Claudia, se abalanzaron por aquella abertura de la puerta y entrando al baño, la puerta se volvió a serrar. Algo grave me está pasando mamá —le dice Karina, llena  de terror, mientras les muestra las pantaletas, impregnadas de sangre. —¡Jesús, María y José! —exclama Tomasa con un suspiro de alivio— casi nos das un infarto, muchacha. —Ay hija; que susto nos has dado —le dice Claudia, con una sonrisa nerviosa— mira como estoy fría, —y luego asomándose a la puerta— todo está bien, pueden retirarse; esto es cosa de mujeres, y por favor atiendan la puerta del frente que ya la están tumbando. Valentina, soltó una sonora carcajada, y salió corriendo a su cuarto, a seguir escuchando su programa radial de música romántica. Guillermo, guardo la pistola, sonriendo para sus adentros, «ni siquiera estaba cargada», —pensó—, y se fue a atender los vecinos que seguían insistiendo en la puerta del frente Claudia y Tomasa, se encerraron en el baño con Karina, y por espacio de una hora, le hicieron entender, que aquello que tanto la había asustado , era algo normal, y que ahora, se había convertido en una señorita Karina se sintió apenada, después que le contaron todo el alboroto que se había formado en la casa, pero al mismo tiempo se sentía feliz, porque según Claudia y Tomasa, era una señorita, y para ella eso era muy importante, aunque no sentía ninguna diferencia, con respecto al día anterior. Superado, y olvidado todo el alboroto de la mañana, Tomasa y Claudia, sirvieron el almuerzo, y todos se sentaron a la mesa. —Aprovechare, que todos estamos reunidos, para darles una buena noticia— les dice Guillermo, mirando el rostro de cada uno de los comensales— hace poco, compre un hacienda y debo ir a inspeccionarla; así que el sábado, nos iremos muy oscurito, para estar allá muy temprano, donde nos quedaremos por dos días. —Ay padre, a mí no me gustan las haciendas —protesta Valentina, con un mohín de disgusto— lo único  que  hay, son mosquitos y serpientes y mucho olor a sudor y, a bosta de vaca —Todos vamos a ir, y usted no puede quedarse sola en la casa —le explica Guillermo— así que tendrá que acompañarme a conocer esa hacienda, que será suya también. —Está bien papá; me llevare mi radio, y cuando llegue allá, me encierro y no salgo más hasta que nos vengamos. —Qué bueno padre; a mí me encanta el campo, ojala que haya un río, y muchos caballos, para aprender a montar y a nadar,  ¿puedo padre? —exclama Karina emocionada, recordando la conversación que había tenido con Carlos, sobre sus actividades en el campo. —Todo lo que hay allá , es mío y es bueno que lo aprovechen —le responde Guillermo— por cierto hay muchos caballos y un buen río. —¡Guacala! —exclama Valentina, haciendo un gesto, de querer vomitar— te regalo los caballos, el río, las serpientes y los mosquitos; yo no quiero saber nada de eso; aunque yo no sé qué sabes tú de campo, si nunca has ido más allá del patio de la casa. —Aunque tú no lo creas, yo se muchas cosas del campo —le responde Karina con suficiencia— y me encanta todo lo que la gente hace en esos lugares «qué bueno sería encontrarme con Carlos por allá par que me enseñe a montar caballo y a nadar en el río, como él me ha contado. —Yo crecí en el campo, y les aseguro, que no hay nada más rico, que escuchar el canto de los gallos por la madrugada, el canto de los pájaros cuando está amaneciendo, y sentir la brisa fresca, con olor a café —les dice Claudia, extasiada, como si estuviera soñando. —¡Ay mamá!, eso sonó como una poesía —le dice Karina— me gustaría disfrutar todas esas cosas.  
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