Capítulo 5

1708 Words
  Después de doce años, algunas  cosas  habían cambiado en casa de Guillermo; ya el tenia cincuenta años, valentina, la hija mayor tenia dieciséis años, había crecido bajo los cuidados de Tomasa, atendiendo las instrucciones de Guillermo; se había criado caprichosa, engreída y egoísta; toda la atención de Guillermo en la casa, estaba centrada en Valentina, y era ella quien inclinaba la balanza, a la hora de tomar cualquier decisión con respecto a la familia. Karina ya tenía doce años, y se había formado bajo los cuidados de Claudia, su madre, bajo la vigilancia critica, y estricta de Guillermo, de quien siempre se mantuvo, alejada afectivamente, igual que Claudia, quien ya contaba con treinta y tres años, bajo el mismo régimen de Guillermo, el cual, no había cambiado en nada; no había tenido más hijos, y Guillermo le seguía dando el mismo trato que al principio, aunque ahora esas visitas conyugales en la cama eran muy escasas. Guillermo siempre tenía, alguna amante de turno y no se cuidaba mucho de mantenerlo oculto ; le importaba muy poco la opinión de su esposa, quien ocupaba en su orden afectivo, un lugar secundario igual que su hija Karina A las siete de la noche, estaban todos en el comedor compartiendo la cena en la casa de Guillermo Reyes como siempre Valentina, su hija mayor se sentaba al lado de su padre, y Karina siempre un poco retirada de ellos dos ; Claudia la esposa de Guillermo sirve la comida ayudada por Tomasa. Valentina le pasa el brazo por el cuello  su padre y le habla muy bajito al oído, y luego los dos miran a Karina sin decirle nada. —Secretos en reunión, es mala educación —les dice Karina un poco molesta— sé que están hablando de mí; tengo derecho a saber que hablan. —No seas chismosa, Karina,  tu siempre estás pensando que uno habla de ti, como si fueras muy importante —le dice Valentina, desdeñosa— lo que yo hablo con mi padre, es asunto entre él y yo; no te metas donde no te están llamando. —Pero, ¿Por qué te metes conmigo? No me gusta que hablen de mí en secreto —le reclama Karina— mira papi, dile a Valentina que no me esté llamando chismosa. —Tu si eres falta de respeto, Karina —le responde Valentina, muy intrigante—tú no tienes por qué estar dándole órdenes a mi padre; además, si yo te digo que eres chismosa, es porque lo eres; no te metas en nuestras conversaciones. —Quédese quieta, Karina  —le ordena Guillermo, mirándola con molestia— respete a Valentina que es su hermana mayor, siempre estas discutiendo a la hora de comer. —A mi si me regañas, pero a Valentina, nunca le dices nada —protesta Karina, ante la mirada burlona de Valentina— siempre soy yo la que tiene que callarse. —¿Es que usted no me hace caso ahora? —le pregunta Guillermo, irritado— si sigues peleando te voy a mandar a tu cuarto sin comer; yo no sé qué es lo que tú le estas enseñando a esa muchacha, Claudia. —Yo le estoy enseñando a defender sus derechos, Guillermo —le responde Claudia, desde la cocina— deberías prestarle más atención a Karina, ella tambien es tu hija. —Bueno, ya está bien, carajo —le dice Guillermo dándole un puñetazo a la mesa muy airado— se me callan las dos; nadie me dice a mí que debo hacer con mis hijas. —Ay, padre; hoy comenzaron mis clases en el instituto — le dice Valentina muy melosa, acariciándole el rostro— necesito que me compres los libros. —Vaya con Tomasa, y cómprese todo lo que necesite —le dice Guillermo, sonriéndole con ternura— cuando necesite algo, cómprelo; yo siempre le doy dinero suficiente a Tomasa para que no le falte nada. —Gracias papi, te quiero mucho —le dice Valentina, besándolo en la mejilla—¡ya escuchaste Tomasa, todo lo que yo quiera, ¿verdad, padre? —el asintió con la cabeza. —Yo tambien necesito que me compren mis libros de primer año, padre — le recuerda Karina— si quieres, Tomasa puede comprármelos. —Tomasa no tiene por qué comprarte nada —le dice Valentina, en actitud altiva— para eso tienes a tu mama; es más , no tienen que comprarte nada; Tomasa guarda todo, ella debe tener por ahí , mis libros de primer año, esos te sirven, solo tienes que arreglarlos un poco. —Yo no quiero llevar libros viejos para el instituto; me da pena —protesta Karina— siempre tengo que usar las cosas que ella deja. —Usted, va es a estudiar, no a lucir; eso no tiene que darle pena —le reprocha Guillermo— Valentina tiene razón, ella se preocupa en ahorrarnos dinero; dígale a Tomasa que le busque esos libros. Valentina, se queda mirando a Karina, con expresión burlona; siempre logra salirse con la suya, manipulando a su padre, para molestar a su hermana, nunca le perdona, que Karina tenga una madre, y que ella haya sido criada por una señora que le trabaja a su padre. Disfruta incomodando a su hermana, viéndola con esa expresión de impotencia, al ver que su padre solo la escucha a ella. Le encanta verla usando las cosas que ella ha dejado. Karina, se mueve incomoda en su asiento; está muy molesta e impotente, sabe que Valentina, está disfrutando verla así ,«te odio cuando te veo con esa cara burlona»; mira a su padre en silencio y lo siente muy distante; nunca ha sentido su amor, jamás tiene un gesto afectuoso con ella, todas sus atenciones, son para Valentina, que se aprovecha de eso para manipularlo, y tenerlo siempre de su lado. Su madre no tiene derecho a opinar, es como una empleada más en la casa. —Ya no tengo ganas de comer —dice Karina desanimada— con permiso; me voy a retirar. Ella tomo su plato, lo llevo a la cocina, donde estaba Claudia con Tomasa —¿Pero, porque no has comido nada hija? —le pregunta Claudia,  alarmada— debes comer algo Karina; no puedes pasar tantas horas sin probar bocado. —No te preocupes  Madre, me voy a mi cuarto  —le responde ella, con tristeza— me siento mal; no entiendo porque me tratan de esa manera, no es justo. —Todo está bien hija; ve a tu cuarto —le dice Claudia, intentando consolarla— luego iré contigo mi amor. —Pobre mi muchachita, siempre le hacen lo mismo —dice Tomasa, compadecida, después que Karina se había retirado— el señor Guillermo como que no se ha dado cuenta que ella tambien es su hija —Lo que pasa es que Valentina aprendió  a manipularlo a su antojo —le explica Claudia— el solo ve por sus ojos, y solo la oye a ella. —El la crio así porque era huérfana, y su primera hija, nunca permitió que se prohibiera nada, ni que se le negara nada —se quejó Tomasa en voz baja— esa va a ser, su dolor e cabeza; usted va a ver Señora. —Pero, ¿Quién le dice algo de eso a Guillermo? —se pregunta  Claudia— si ese es más terco que una bestia. —Dios me libre  —le responde Tomasa, haciéndose la señal de la cruz— mi trabajo solo fue, darle de comer y entregarle todo lo que pedía; tiene muy malos sentimientos, me trata como su esclava. —No podemos hacer nada, Tomasa —le dice Claudia—ella se formó creyendo que lo merece todo;  lástima que mi hija tambien sufre por eso. —Eso es lo que más me mortifica —le dice Tomasa, mientras le entrega una pequeña bandeja tapada— llévele esto a Karina, Señora Claudia, cuando vaya para su cuarto. —Gracias, Tomasa —le dice Claudia, dándole una palmadita— ella te aprecia y te respeta mucho. —¿Cómo te sientes, hija —le pregunta Claudia, al entrar a su cuarto—toma, eso te lo envió Tomasa; anda , come Karina; no les hagas mucho caso a esos dos. —Es que me desesperan, mama         —le dice Karina, con impaciencia— yo no sé qué le hice yo a Valentina, para que me odie tanto, además mi padre me trata como si no fuera su hija. —Tienes que tenerles paciencia, Karina —le aconseja Claudia, mientras le acaricia el cabello— Valentina, es una muchacha que está muy desorientada; pero estoy segura que en el fondo, es una buena muchacha. —Siempre me has dicho que tenga paciencia, madre —protesta Karina, mientras mira a Claudia a los ojos— pero hay momentos, en que no los soporto, mi padre se pone del lado de ella, y yo termino siendo, la que se porta mal. —Tu y yo sabemos, que tú no eres mala —le dice Claudia, con ternura— no les permitas que ellos te amarguen el corazón; lo más importante, es que tú sabes quién eres; yo estoy muy orgullosa de ti.  —Gracias mama; tratare de quedarme callada cuando comiencen a meterse conmigo —le dice Karina con resignación— los voy a ignorar, hasta que entiendan que no pueden hacerme daño. —No, mi amor; tu no harás eso —le dice Claudia, alarmada— ellos no entienden eso, no cometas el error que yo cometí; cuando yo me case con tu padre, me calle ante los abusos que cometía conmigo, y el entendió que mi silencio era porque estaba de acuerdo, y después de catorce años cree que soy feliz; tienes que hacerles saber que no estás de acuerdo, aunque pretendan ignorarlo. —Ay, madre; me duele que mi padre te haga sufrir tambien —le dice Karina, abrazándola— ojala, un día te puedas librar de esa esclavitud, y puedas ser feliz de verdad. —Creo que mi príncipe azul, no me vio en la ventana, y paso de largo —le dice Claudia, sonriendo—pero aun así,  no es bueno, dejar de soñar
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