Transcurrió una semana, Carlos y Karina, siguieron viéndose cada día, y compartiendo momentos especiales en cada conversación; cada día, sentían más necesidad, de comunicarse, y disfrutar juntos cada mañana. Aún no había amanecido el día sábado, cuando ya la familia de Karina, ya iban en el coche de Guillermo, rumbo a la hacienda El Yagual. —Que emoción; por fin voy a disfrutar un día de campo —dice Karina, muy entusiasmada, y pendiente de cada detalle en el camino— lo primero que voy a hacer al llegar, es tomar un vaso de leche calentita y espumosa, acabada de ordeñar. —Guacala, que asco; un amigo me dijo que los corrales huelen a resuello de vaca —dice Valentina, arqueando el estómago, como si quisiera vomitar— y así debe ser el sabor de la leche que sale de ahí. —¡Miren a ese anima