Alejandra

1064 Words
La vida dicen que se edifica con trabajo y esfuerzo, y que se desmorona con desaciertos y tropiezos. Yo había dado por lo menos cincuenta pasos y unos diez tropiezos. No sonaba nada justo, que por ello mi vida, fuese a deshacerse de esa manera en un dos por tres. No las torres gemelas cayeron tan rápido como mi vida. Tomo el computador. Abro mi chat. No quiero leer aquellos mensajes. Solo escribiré uno. Ese que les hará entenderme u odiarme un poco más. No lo sé. Hasta ahora algo que no he comprendido es el cerebro humano. Porque cuando mereces elogios, recibes ofensas y cuando mereces ofensas, recibes elogios. Nunca entenderé por ejemplo, ¿cómo dan pena de muerte a un hombre por asesinar a una mujer que traicionó a su marido y cómo piden legalizar el aborto? ¿Dónde hay más traición, en la mujer que engaña o la mujer que se traiciona a su propio hijo? No quiero parecer filosófico. Sólo un poco humano. No perderé más tiempo. Escribiré el mensaje y cerraré el chat. Mientras escribo, continúan llegando mensajes como una ráfaga de ametralladora, en los video juegos. “Nunca quise ser, quien soy” Aquella frase me devuelve a mis años de infancia. Mi padre nunca estuvo, no sé quién era realmente. Mi madre me crió sola, sin ayuda de ningún hombre. No tuve una figura paterna y eso tal vez me hizo desconocer muchas cosas que como hombre debía saber. Pero también estaba el hecho de que mi padre me sobreprotegia y controlaba todos mis movimientos para evitar, según ella, me descarrilará. Ese carril siempre me llevó por un camino que no escogí. Y en ese mismo camino aprendí de forma errada sobre el amor, el sexo y las drogas. Una revista mal puesta en la casa de mi tío, me dejaba ver mujeres desnudas, sintiendo placer con cosas algo desajustadas de la realidad. Mi primer película porno, la vi con Estevan, un vecino, cuyos padres nunca estaban en su casa; era mayor que yo. Y yo era realmente tímido y algo inseguro de mis genitales. El de él parecía más grande en tamaño y grosor que el mío. Luego entendí que era porque el suyo estaba erecto y el mio no. Luego que conocí a Mariam implementé algunos de esos conocimientos sobre sexo. Ella muchas veces se negaba a experimentar cosas que yo deseaba sentir. Por ejemplo la sodomia, ella no quiso nunca y por ello, mientras terminaba algún recital y los poetas más intelectuales bebían y conversaban de sus obras; yo me llevaba alguna poetisa al baño y la penetraba como quería. Algunas se dejaban otras no, y con algo de suerte, había algún escritor ebrio que me dejaba introducir mi pene por la retaguardia. Cuando conocí a Alejandra decidimos salir una tarde al teatro. Le presenté a algunos de mis amigos de las tablas, y rápidamente fue aceptada en el grupo de teatro Máscaras. Ese día estaba muy contenta. Así que le invité algunos tragos en uno de los bares que estaban cerca del museo. Entramos a aquel lugar. Nos sentamos en los últimas mesas. Había un lugar menos iluminado, ese sería perfecto pensé Ella comenzó a beber y brindar por aquel éxito momentáneo, mientras hablábamos, la bebida fue haciendo todo más fácil. Comenzamos a besarnos. Yo dejé que mis manos explotarán su cuerpo, sus curvas y sus zonas más sensibles al tacto. Ella desabotonó su jeans y mi mano se deslizó por su vientre plano. Parecía fuego ardiendo lo que había entre su pantaketa y su piel. Fui adentrando mi mano. Y mis dedos comenzaron a tocar su cartílago, ella se movía suavemente ayudando a que su sexo comenzará a agitarse y contraerse. Venía el mesero y tuve que sacar velozmente mi mano para evitar un escándalo en ese lugar públicamente concurrido. Ella me miraba con deseo. Yo quería devorarla. Cuando el mesero se retiró de Ka mesa. Tome mi cerveza y la bebi rápidamente. De repente sentí su mano en mi muslo, y de forma instantánea, mi pene se puso duro. Ella me miraba mientras lo acariciaba. Yo dejé mi cerveza de lado y comencé a lanzar miradas y gestos que le hicieran saber lo que deseaba de ella. Luego tomó mi mano y la llevó hasta su vientre. Volví a deslizar mi mano y hábilmente ya sabía dónde tocarla. Mis dedos movieron el interruptor y ella comenzó a respirar rápido y entre cortado. Yo sentí la humedad de su v****a. Ella detuvo mi recorrido, apretando sus piernas. Retiré mi mano con delicadeza. Sonó mi celular. Me levanté fui al baño. Tenía mi pene apunto de reventar. Atendí el teléfono: –Estoy con los poetas tomando unos tragos. En media hora estoy allí mi reina. Corté la llamada. Entré al baño, comencé a frotar mi pene, hasta sentir mi orgasmo. Salí del baño y regresé a la mesa. –Voy a pagar la cuenta y nos vamos. Ella accedió y salimos del bar. Paré un taxi y la envié a su casa. Tomé otro y llegué hasta la mía. Durante el camino intercambiamos algunos mensajes algo fuertes sobre lo que deseaba sentirl. Ella respondió por lo que pensé se había dormido. Puse el teléfono sobre la mesa y me metí a dar una ducha. Cuando salí el estado de ánimo de Mariam había cambiado drásticamente. Salió de la habitación, me envolví en la toalla para seguirla. Vi lakuz encendida de mi teléfono. Había revisado mi celular y visto un mensaje de Alejandra: –Fue una gran noche. Disfruté mucho. Gracias por tu apoyo. Realmente no era un mensaje comprometedor, sería fácil explicarlo. Afortunadamente había eliminado la conversacion y no tenía su nombre registrado. Caminé hasta la cocina. Ella me estaba calentado la cena. La abracé por la cintura, e intentó alejarse. Antes de que me preguntara, le comenté que el recital había quedado maravilloso y que había una señora que quería publicar su libro y la había puesto en contacto con Mauricio, el dueño de la editorial Letras. Logré convencerla, se giró y me dio un beso. Cenamos y nos fuimos a la cama. –¿Tienes sueño?–le pregunté. –Realmente no–respondió sonriendo. Ella sabía lo que quería, fue siempre la pregunta clave. La comencé a besar desaforadamente imaginando que era Alejandra y la hice tener dos orgasmo seguidos.
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