Olivia debía de admitir que se encontraba nerviosa, había aceptado tener su primera noche con un hombre a quien apenas conocía, alguien que le había tomado lastima por lo que estaba a punto de hacer, acabar con su vida, por suerte, esto sería algo de una sola noche, jamás lo volvería a ver y quien nunca descubriría que ella, era la princesa heredera del reino de Escalante.
Por lo que, ahora, ella se encontraba en un lecho que estaba tan delicadamente colocado, sábanas tan pulcras como las nubes en el cielo y por supuesto, un hombre que la miraba tan hambriento como si se tratara de un lobo, el corazón de Olivia pega fuertemente contra su pecho y la respiración parece cortarse, aquel hombre se acerca seguro hacia ella, que se encuentra inhibida observando todo en la habitación.
Cabe destacar que antes de llegar a aquella hermosa habitación, el hombre de extraño le había dado a Olivia una bebida algo peculiar (y amarga), no sabe a ciencia cierta que era o que podría contener, pero, de pronto, la herida en su cuello, había desaparecido, parecía una especie de magia, una que quizás pronto conocería.
—Parecías tan segura hace unos momentos y ahora estás tímida, dime, ¿Estás segura de hacer esto? —La distancia entre sus cuerpos pasó de ser mucha, a considerable, a mínima, la mano de aquel hombre es bastante grande, y su tacto es caliente, pareciera que se contiene bastante en contener su deseo por Olivia, a pesar de que no sabe quién es.
Este hombre definitivamente no pertenecía al país sur, por lo que, era perfecto.
Seguramente este hombre estaba acostumbrado a hacer estas cosas, bueno, Olivia no iba a retroceder. No cuando ya había decidido ir al siguiente paso.
—Estoy segura, ¿Será usted el que tiene dudas sobre esto? —El hombre sonríe, él jamás tenía miedo, y nunca retrocedía. por lo que, al hacer este comentario, Olivia ya no siente sus pies tocar el suelo, pues está entre los fuertes brazos del hombre. —¡Señor! —Dice ella, tomada por la sorpresa.
—Puedes llamarme Emiliano. —Le susurra él con voz baja y gruesa, ella, se siente temblar en sus brazos. —Si deseas decirme tu nombre. —Olivia lo duda, no sabe si esto sea buena idea.
—Mi nombre no es algo que importe, solo acabemos con esto. —El ahora conocido como Emiliano ríe en su lugar y suavemente deja a Olivia encima de la cama, con una delicadeza casi seductora, se coloca frente a ella.
—Entonces, supongo que tendré que sacar esa información de otra manera. —Murmura Emiliano, haciendo que pronto los nervios de Olivia salgan a flote.
—¿Es tan importante que lo sepas, Emiliano? —Él muestra una sonrisa, la manera en la que ella ha dicho su nombre, ha hecho reacción en él, en su entrepierna, aquello era nuevo, no cualquier mujer tenía ese efecto en él.
—Realmente si, quizás tenga otra oportunidad de verte y no quisiera olvidarme de tu nombre, señorita de la máscara. —Olivia, muerde instintivamente su labio, bajo la atenta mirada de Emiliano y finalmente suspira.
—Olivia. —Dice ella en un murmuro.
—¿Qué has dicho? —Él se acerca, como un lobo acechando a su presa en el bosque.
—Olivia. —repite ella, tratando de retroceder, pero al mismo tiempo, sintiéndose atraída por Emiliano quien, tiene un extraño efecto en ella. —Mi nombre es…Olivia. —Emiliano queda fascinado con esto, aquella solitaria mujer que casi acaba con su vida, le ha dicho su nombre.
—Bien, Olivia. —Ella se siente temblar al escuchar su nombre ser pronunciado, y al mismo tiempo, la brisa se cuela entre sus piernas, junto al cálido tacto de Emiliano acariciar estas. —Será un honor mostrarte los placeres de la vida, ahora mismo, aquí y ahora. —Ella aun en su lugar, hace un asentimiento con la cabeza, y simplemente se deja llevar, al menos lo intenta.
Así es como la ropa de Olivia, la princesa del País del Sur, la única hija del rey del reino de Escalante, es desvestida por un hombre que apenas conoce, uno que se dedica a admirar su cuerpo, la hermosa forma de sus pechos y como sus caderas se acentúan ligeramente, quizás es una mujer de alta clase, no hay duda en eso, quizás pertenece a una de esas ricas familias de la realeza.
La cabeza de Olivia da vueltas cuando Emiliano acaricia sus pechos con su lengua y manos, la sensación es rara para ella pero, al mismo tiempo el placer que la recorre es bastante, Emiliano por su parte, se permite experimentar con esta hermosa mujer, ha quedado enloquecido por el rubor que toman sus mejillas y como su largo cabello platinado está desparramado por la cama, sus pantalones le aprietan como el infierno y desea tomarla ahora mismo, pero antes de eso, sabe que debe hacerla olvidar todo lo que pudiera agobiarla.
Para Emiliano, un hombre de unos aproximados 30 años, le era fascinante ver a aquella mujer, su interior es tan cálido y la fragancia expide el cuerpo de ella, llega hasta él, y esto lo tiene como un animal en celo, y él se está controlando tanto como puede, es así, que, con cuidado introduce dos de sus largos dedos en el interior mojado de Olivia mientras observa sus expresiones y como ella lucha consigo misma de no hacer algún ruido, gracioso, ellos estaban solos ahí, nadie los molestaría.
La noche era sólo el comienzo.
—Emiliano…—Murmura ella mientras sus manos se envuelven en las sabanas y su labio tiembla, se ha arqueado, su interior se siente raro, es agradable y su corazón palpita desbocado. —Me siento extraña, Emiliano. ¿Qué me está pasando? —Es ahí cuando el nombrado cae en cuenta de que aquella mujer jamás había experimentado algún tipo de placer en su vida, otra razón más para mantener la calma.
Si bien es cierto que en el país del sur de Escalante eran conservadores y estrictos (Aunque él conocía la cara oculta de este, maravilloso reino), de donde él venia, la pasión y el amor iban casi de la mano, para Emiliano, el ser el primer hombre de una mujer como Olivia, le hacia sentir extraño, pero, si ella, le había confiado a él un momento como este, cumpliría al pie de la letra lo que significaba el darle completo placer. Aunque, se siente lleno de dudas, quería asegurarse de que ella estuviera cómoda.
Suspira, intentando mantener su mente y su cuerpo en orden.