Olivia que, observa a Emiliano, quien la mira de manera extraña, es cierto que la desea y es algo que se puede notar, pero, hay algo más en su mirada, ella desconoce a ciencia cierta que es.
Quizás lo sabría mas tarde.
Ahora, deseaba continuar y que sus dudas fueran resueltas.
—Es solo tu cuerpo recibiendo el placer que jamás había conocido. —Le responde él, jugueteando con sus dedos aun en ella, estaba tan húmeda que, él sabía estaba lista. —¿Me dejaras continuar? —pregunta él. —¿Dejarás que siga hasta que tu cuerpo sepa que es lo que te va a suceder? —Olivia tragando saliva hace un asentimiento con la cabeza, aun cuando siente vergüenza, sabe que debe continuar hacia adelante.
Con esa respuesta, Emiliano sabe que debe seguir, por lo que, ahora, con su lengua acaricia y besa el clítoris de Olivia, mientras sus dedos no dejan de moverse, observa fascinado como ella mueve sus caderas en busca de más, y le encanta, con su otra mano que se encuentra libre, toma el pecho de Olivia quien se siente muy estimulada y entre suspiros de placer ella obtiene su primer orgasmo, una liberación parecida a una corriente que azota todo su cuerpo, y su interior se contrae, una y otra vez, dejándola en completo estado de shock, pues, desconocía que ella pudiera hacer eso.
—No has experimentado lo mejor.—Emiliano que surge delante de ella, relame sus labios con lujuria y ella, siente su rostro enrojecer de vergüenza.—Prepárate Olivia, no te dejaré ir hasta que estés saciada en cuerpo y alma.—Ella es tomada por las fuertes y masculinas manos de Emiliano, quien la sostiene de las caderas y lleva sus piernas a cada lado de su cuerpo, luego, tomando su virilidad entre sus manos, Emiliano frota su masculinidad con los jugos de Olivia, quien, suspira y pronto se encuentra así misma, gimiendo.
Así es como sus cuerpos se unen el uno con el otro, al principio ha sido un poco complicado, pero, al final, Olivia sabe de todo aquello que se ha perdido y nada más y nada menos que Emiliano, aquel que impidió que ella acabara con su vida, se lo había mostrado, sin dejar de lado que también, ha tomado su “pureza” y, sin embargo, ella no se arrepiente para nada.
—Eres tan hermosa, tan perfecta—Emiliano puede decir a ciencia cierta que ha quedado enloquecido con lo que ven sus ojos, la manera en la que Olivia tiembla y muerde sus ya rosados labios, unos que ya ha probado (entre otras cosas también), esto es equivalente a estar en el cielo, está seguro de eso.
—Dios…Emiliano… ¿Pero qué cosas dice? —Olivia que siente su mente nublada, no puede si quiera articular palabras coherentes, debe admitir que se siente excitada por lo que estaba haciendo, en algún momento ella debería ir de nuevo al palacio y aparentar que nada de esto había sucedido.
—La verdad, Olivia, solo digo la verdad. —Responde él, tomándola, mas fuerte, mas profundo, amando el sonido que hacen sus cuerpos al chocar uno contra el otro. Emiliano besa y muerde ligeramente cada pequeña parte del delicioso cuerpo de la mujer que tiene entre sus brazos, la misma que, sufre placenteros escalofríos. —Eres un jodido ángel y solo puedo agradecer al destino por esta noche. —Olivia debe admitir que se siente conmovida y el deseo en su cuerpo solo crece cada vez mas y por una vez en su vida, se deja llevar.
Olvidaría quien es y de donde viene por esta noche.
Toda la noche compartieron una cama, en muchas ocasiones Olivia se encontró en diferentes posiciones, debía decir que se sentía adicta de alguna manera a aquella sensación eléctrica en su cuerpo, ese placer, del que nadie le habló antes, deseaba con desesperación volver a sentirlo, una, y otra, y otra vez, hasta caer rendida en los brazos de Emiliano, quien, observaba con cuidado su rostro, portando una orgullosa sonrisa en su cara, pues, ha hecho su trabajo bien, la respiración agitada de Olivia lo confirmaba en su totalidad.
Por lo que, sin fuerzas ya, ambos duermen acurrucados en la cama, quien ha sido testigo de muchas cosas en esa noche.
Sin embargo y antes de que saliera el sol, Olivia se despierta sabiendo que no ha sido un sueño, ha olvidado por un momento quién era y que, hacia ahí, el recuerdo de sus responsabilidades llega a su mente y con cuidado se levanta de la cama, se viste con un vestido provisional en aquella habitación, y cubre su identidad, aunque dudaba que a esas horas alguien la reconociera, antes de irse, deja una carta, despidiéndose de Emiliano, sabiendo que no lo vería nunca más.
Las responsabilidades de una princesa jamás terminaban.
Cuando la mañana llega, Emiliano que se había dormido al lado de esa hermosa mujer despierta sin que ella esté a su lado, debe admitir que el sentimiento de decepción invadió su pecho, pero, suspira en su lugar.
“Emiliano.
Primero debo agradecer todo lo que ha hecho por mí, por impedir mi inminente descenso por esta vida que llevo desde hace un tiempo. Si bien es cierto que lo de anoche ha sido maravilloso, me temo que solo debe quedarse en eso, cosa de una noche.
Nadie debe saber por ningún momento que usted y yo estuvimos juntos, le ruego que olvide todo lo que, visto y escuchado de mí, confió en que sabrá hacerlo. Después de todo, detrás de esa sonrisa orgullosa y atractiva suya, hay un caballero.
Lastimosamente mi posición en esta vida jamás cambiaria, no importa cuanto trate de cambiar las cosas, mi destino seguirá el curso trazado.
Me despido con la certeza de que, al terminar de leer esta carta, la queme por completo.
Agradeciéndole profundamente.
P. O. E.”
Terminando de leer aquella breve carta, Emiliano sabe que debe actuar.
Pareciera que su princesa es más atrevida de lo que pensó pues, él sabe quién es ella, la había estado observando desde un inicio.
—Creo que es hora de hacerle una visita al rey del país Sur. —Murmura Emiliano en su lugar de la cama, contemplando el lugar donde hace unas horas se encontraba Olivia, y sonríe, la sorpresa en su precioso rostro, no tendrá precio.
Sobre todo, era el causante de su muerte, en más de tres ocasiones.
Si, aquel hombre, se había encargado de marchitar su vida por tres veces consecutivas, y en esta vida.