MAGDA
RUSIA
6 MESES ATRÁS
Luego de una reunión exitosa con el Pakhan y el Underboss ese mismo día en la noche nos montamos en las camionetas y viajamos por una media hora en una carretera olvidada de Dios, llegamos a un camino empedrado que daba a una fábrica abandonada rodeada de maleza que llegaba más arriba de la mitad de las paredes que estaban a medio derrumbar, desconchadas y se notaba a leguas que no las han habitado en los últimos quince años y casi que se caen.
«Esto está en ruinas. Arrugó el ceño observando los alrededores.»
Hay muchos otros coches de lujos estacionados que rodean el edificio en ruinas. Así que supongo que es el lugar correcto.
Los edificios y alrededores del lugar se ven prácticamente igual o más abandonados que el viejo edificio que tengo en frente.
Fuera en la puerta están apostados dos hombres con armas largas caminando de esquina a esquina vigilando como perros esperando atacar.
—Jefa, si usted pierde ¿qué hacemos?— pregunta un chico de pelo n***o y ojos color café, Pablo creo que era su nombre.
—Corre o te matan— respondo muy seria.
Veo a un hombre salir a recibirnos y es el mismísimo Motka Belikov el jefe de la mafia roja.
Podría estar caminando a mi tumba en este instante.
—Добро пожаловать в мою обитель, прекрасная кукла — dice en su idioma mientras me saluda abriendo sus brazos de manera afable.
Odio no entender estos idiomas, sólo se español e inglés.
—Espero que eso que acabas de decir, sea una magnifica bienvenida en tu idioma Motka— hablo en inglés a modo de broma, dándole un beso marcando su pómulo con mi labial.
—Sería incapaz de insultar a tan bella dama en mi lengua natal— adula en inglés esta vez, parece no importarle que le marque con mi labial, me ve directamente a los ojos —dije que eras como una muñeca hermosa y que seas bienvenida a mi morada.
—Serías capaz de muchas cosas, eso lo sé de sobra— alegó enigmática.
Se rie y lidera el camino guiándonos a una trampa si él así lo quisiera.
—Vamos Krasivaya, la arena te espera
—Arena… Amaba mi atuendo— hago un mohín se que me voy a ensuciar.
Él solo me sonríe y seguimos caminando por pilas y pilas de escombros, es como una fabrica de telas abandonado desde hace más de diez años, tal vez veinte con máquinas grandes y pesadas llenas de polvo y oxidadas, el olor a humedad llega a ser sofocante, pero seguimos a nuestro guía.
Llegamos donde esta un ascensor estilo montacargas se ve realmente viejo.
—¿Seguro que sirve? —veo a todos lados para asegurarme.
Él se ríe nuevamente y saca una tarjeta del bolsillo de su chaqueta y la introduce justo a mi espalda donde termina la reja, ni siquiera había notado que tenía una ranura.
Acto seguido suena un pitido y la pared de mi espalda se convierte en puertas verticales, la de arriba sube y la de abajo…, pues baja y da paso a un ascensor que no se ve nada viejo, sino nuevo ultimo modelo con un espejo grande, camina pasándome y subiendo en la caja de metal hace una seña con la mano para que abordemos junto con él. Solo subimos al aparato cinco personas y entre esos Gerald y Motka, el segundo aprieta un botón que dice sub y el ataud de metal comienza a bajar.
Luego de unos largos diez segundos en los que veo que aún no llegamos parece que voy de camino al inframundo. Esto es interminable bajamos por unos minutos, diría que cinco, pero no estoy realmente segura.
Los demás hacen unos dos viajes para llegar a la dichosa arena.
La arena es un espacio sucio, con olor a sangre, orina y excremento, tiene una especie de gradas en mal estado rodeando dicha arena y todas están llenas de hombres de distintas edades. Se ven ocupados entre apuestas, bebiendo y drogandose. No precisamente en ese orden, todos están sucios y sudorosos.
En medio del lugar esta efectivamente un círculo de arena con un muro no muy alto rodeandolo que cálculo me llega a la cintura, no tiene rejas ni nada que contenga lo que sea que pasa adentro, en este momento está vacío.
Motka sube unas escaleras en la esquina derecha del viejo lugar que se ven en mejor estado, es como si no encajaran en este lugar en ruinas, me lleva a una especie de palco privado donde ahí, hay bebidas y aperitivos en unas mesas largas en una esquina de la gran habitación, el lugar esta pintado en tonos rojos y n***o, alfombra persa de color blanco en todo el piso y sillas y sofás regados por todo el lugar, aquí los hombres visten trajes a la medida y tienen una o dos putas en sus regazos contoneandose ganándose su sueldo, otras mujeres están abiertas de piernas encima de una mesa mientras un enorme y gordo hombre mete su polla en la boca y otro la penetra de manera ruda y sin miramientos, hay una chica en una cruz de San Andrés y una mujer vestida estratégicamente de cuero rojo otorgándole latigazos a su esclava. Dos mujeres se alternan para chuparle la polla a un hombre que está sentado hablando con otro tipo y casi parece no tener placer, recibe una mamada como si tal cosa, otros tienen a mujeres y hombres desnudos en cuatro patas con collares en sus cuellos y una cadena de metal con sus respectivos… Amos, diría que no son sumisos sino más bien esclavos, por el estado de sus , están marcados y hasta desnutridos, no suben la mirada ni por equivocación y están mortalmente quietos, mientras otros hombres los tocan en sus lugares más intimos y sus amos no hacen nada más que beber y hablar. Les pegaría un tiro a todos si pudiera hacerlo.
Aquí no hay restricción alguna para sus deseos y fetiches. Motka ofrece dar rienda suelta a sus demonios más oscuros y así lo hacen.
Cuando entro con paso firme y espalda recta con Gérald y los chicos respaldando mi espalda, todos se detienen de lo que sea que estén haciendo para observar mi entrada.
El lugar parece el inframundo hace un calor de los mil demonios, como si lucifer hubiera prendido la hoguera.
Me quito el abrigo grueso que deja al descubierto mi atuendo y mis armas que brillan bajo las luces fluorescentes del pequeño palco.
—Buenas noches, caballeros— digo seria y con cortesía en voz alta sin bajar mi mentón, quitándome metódicamente los guantes y se los doy al chulito que me habló graciosito en el vestibulo.
Nadie responde hasta que Motka dice:—La señorita ha dicho buenas noches caballeros, muestren respeto y educación a la Krasivaya kukla.
Nadie ignora al boss de la mafia roja y menos en su voz de mandato.
—Buenas noches— dicen al unísono todos y luego reanudan lo que hacian.
Me siento donde me indica Motka y me entregan un martini, lo veo y le pido amablemente un cambio en mi bebida.
—Lo siento, pero me gustaría beber un escoses seco o tequila si no tienen.
—Por supuesto— Motka se muestra ligeramente sorprendido corrigiendo rápidamente su expresión a su habitual máscara de hielo.
No se porque se sorprende, tal vez por querer cambiar mi bebida a algo más fuerte o porque nadie nunca lo contradice o rechaza nada.
—Traigale a la dama un escocés — le pide al mesero mi orden y en menos de un minuto ya la tengo en mi mano, doy un sorbo sintiendo el calor de la bebida llegar a mis extremidades, sintiendo fuego en mi estómago, pero no revelando nada en mi exterior.
Esta bebida calmará un poco mis nervios. Valor líquido le dicen.
Al cabo de media hora y dos vasos de escoses después, llega el hermano de Motka, el underboss va directo a él y le dice algo al oído y voltean a verme.
—Llegó tu contrincante muñeca, acompañame— anuncia Motka con una sonrisa un tanto cruel.
Tal vez esperan que me eche para atrás en esta pelea. Que equivocados están, Gerald se levanta y me acompaña, nadie dice nada en el camino.
—¿Necesitas algo en especial?— habla Motka al llegar a una puerta descascarada de color blanco.
—No, nada gracias— respondo amable.
Gerald entra e inspecciona el lugar, cuando está satisfecho con su exploración me busca y entramos y Motka se retira, es un camerino bastante sencillo con una camilla y una especie de vestidor que no pienso usar. Gérald saca un pequeño tarro se unta los dedos de la sustancia de este y lo pone en mis brazos, sin mediar palabra aplica la cantidad que considere necesaria masajeando mis músculos.
—Dale una muerte rápida.
Él piensa en muchos aspectos como yo, así que solo asiento.
—¿Lista para hacer correr sangre en la arena? —pregunta Belikov cuándo salimos de la habitación y caminamos por el pasillo que nos llevará a la dichosa arena.
Llegamos a la arena de nuevo y sigue vacía, Gérald se queda fuera de esta mientras que yo piso la famosa arena colocandome al otro extremo de la entrada. Andrey hace su dramática entrada y me quita el cinturón con las dos armas que cuelgan de mis caderas, pero no me inspecciona más, seguro piensa que soy una inútil si no estoy armada, veo que le entrega las dos armas a Gerald que se sento en el puesto más cercano y al poco tiempo llegan los chicos, me siento en el muro a esperar, tengo los dos cuchillos en mis botas y la cadena que puedo usar fácilmente atada en mi cuello. El otro cuchillo quedó en mi abrigo, arriba en el palco.
Se como son estos rusos, son sangrientos y salvajes si se ven acorralados, se que le caí mal a Andrey Belikov, lo deje en ridículo delante de su hermano así que me traerán a su mejor peleador.
Llega un hombre de mediana edad bien vestido con un traje pero, sin corbata empieza hablar en ruso mientras Gerald se levanta y me traduce.
—Bienvenidos, caballeros— con un micrófono empieza la presentación —llegamos a una noche más en el Puño de fuego— gira en su propio eje —hoy tenemos una contienda especial.
Todos me ven y me levanto derecha y con el mentón en alto.
—Esta vez una mujer se enfrentará a nuestro campeón…, traída directamente de España— empiezan abuchear y arrojar vasos con lo que espero sea cerveza rancia— tranquilos, tranquilos. Les aseguro que es una contrincante de renombre en su país y, se enfrenta a nuestro cinco veces campeón…— señala a la entrada —¡¡IGOOOOR!!— grita.
Enseguida entra un hombre de más de dos metros y espalda ancha con muchos tatuajes de la bratva, todos sus músculos marcados y sus abdominales cincelados. ¡Santa mierda! es mas alto que Marco, doy un paso atrás deliberadamente para que me crean asustada, aunque su tamaño y fuerza si me empieza a preocupar un poco.
Andrey sonríe maliciosamente al ver mi reacción y casi sonrió. Casi. Motka esta tranquilo con sus dedos tocando su boca analizando la situación.
El hombre cuando se posa en medio de la arena ruge cuál bestia y el público enloquece y empiezan a empujarse entre ellos como bárbaros.
—Las únicas reglas son— me ve a mí cuando lo dice —que no hay reglas.
Solo asentimos y sigue diciendo.
—Gana quien no muere— Igor sonríe y yo sigo seria —¿lista?— asiento —¿listo?— le pregunta a él tal Igor asiente y se suena su cuello moviéndolo de lado a lado.
—Espero que tengan una buena pelea y una muerte rápida— no me ve, pero se que eso es para mí. Bastado.
No pienso morir, al menos no hoy.
Veo a Gerald mover la pierna en señal de nerviosismo cuando regresa a su asiento luego de traducirme y sus dedos cerca de su arma, la única demanda de Hamza es que me mantuvieran a salvo pase lo que pase.
Me ve pidiendo permiso con su mirada para actuar si algo sale mal, pero tengo honor y doy una señal en negación, suelta un bufido de enojo, pero, hace caso y pone sus manos en sus muslos.
—¡QUE COMIENCE LA PELEA! — grita el hombre saliendo de la arena.
Enseguida el hombre se aproxima como un toro queriendo embestirme, esquivo su puño y doy varios pasos atrás tratando de no ser acorralada, me voy al centro, me cuadro poniendo mi pie derecho adelante y el izquierdo atrás para tener mejor equilibrio.
Se abalanza nuevamente hacia mí y me quito de un tirón la cadena dejandola suelta en mis manos, vuelve a levantar su puño derecho en mi contra y ato su muñeca a mi cadena moviendola para que baje la mano, lo hice, pero, solo por muy poco y tuve que emplear casi todas mis fuerzas.
Pegarle sería una pérdida de tiempo, este hombre se ve tres veces más grande y más pesado que yo.
Puedo derribarlo pero, tomaría mucho esfuerzo y energía de mi parte.
La verdad es que Andrey me hizo molestar.
Queria jugar con mi presa, hacerle creer que ganaba, pero tuve un cambio de planes.
Debo tirar a matar, se vuelve abalanzar sobre mi y lo vuelvo a evadir agachadondome, paso debajo de su brazo cuando lanza su puño y giro sobre mi propio eje, sacó mi puñal de mi bota derecha mientras giro me levanto y me voy detrás de él. Todo pasa en cuestión de segundos.
Lo escaló desde atrás como si fuera un muñeco gigante.
Mucho musculo, pero cero rapidez, tarda unos segundos en reaccionar cuando yo ya estoy encima de él, abrazando su cuello con una mano y sus torso con mis piernas.
Elevó el puñal con mi mano derecha y ubicó rápidamente su carótida brotada y pulsando por la adrenalina. Clavo con todas mis fuerzas el objeto punzante, y no sólo clavo sino que giro el puñal destrozando toda probabilidad de curarlo.
Me bajó del hombre de un brinco, antes de que se desplome, respirando pesadamente con el puñal en la mano, estas heridas son muy escandalosas, al sacar el puñal un chorro caliente de sangre me baña parte de la cara, la ropa y mi mano.
Lo rodeo, me pongo frente a él mientras cae de rodillas, es fuerte le concedo eso, esta tratando de detener la hemorragia, pero debilitandose por segundos. Con la herida que le cause no sirve de nada que reciba atención médica en dos minutos aproximadamente morirá, y nadie se mueve para ayudarlo, solo aplauden y se vuelven eufóricos con la imagen que corre frente a ellos.
Casi queda de mi tamaño en esa posición, doy un simple soplo en la cara del hombre y este cae atrás soltando su herida y se desploma en un charco de su propia sangre.
Motka se levanta y aplaude, Gerald parece aliviado de mi rápida actuación y los chicos tanto como Andrey y el público se ven atónitos.
Me acerco a Motka, toma mi mano llena de sangre de su mejor peleador y la besa.
—Espléndido, me hiciste ganar mucho dinero krasivaya, sabía que Hamza no enviaría a una chiquilla cualquiera.
Solo me le quedó viendo desde mis pestañas.
»—Nunca veo una pelea desde las gradas baje solo para ver todo en directo— me expresa con alegría en su gruesa voz, sin soltar mi mano —y no me arrepiento de hacerlo, BRA-VA— me felicita, sigue sonriendo con su hilera de dientes perfectos.
—Me alegra que te gustará el espectáculo— no se que más decir —apostate por mí— añado escéptica.
—Todos apostaron a Igor, así que sí.
Solo asiento.
»—Ven, vamos a un lugar más privado y te daré toda la información que necesitas, desde ya te doy a ti y a Hamza mi eterna lealtad— termina diciendo, haciendo una reverencia.
Suelto una risita y camino con él a donde sea que me lleve.
Se que por ser el jefe de la Bratva debe ser peligroso, sangriento y cruel, pero él se muestra siendo un hombre tranquilo sin ser agresivo, se que tendrá sus secretos y demonios. Es solo que a mí no me los muestra.
Su mirada lo dice todo, esconde ese mounstro que todos tienen, tal vez el dominaba a la bestia y no al revés, tal vez la saca a jugar cuando debe. No debe ser fácil ser el gran jefe de la mafia roja de Rusia, quizás algún día sepa sus secretos y como opera.
—¿Alguna vez has ido a la opera a
ver el cascanueces?
—No, pero tú me llevaras ¿cierto?— espeto como una sabelotodo. Después de todo él pregunto.
Él suelta una risa escandolosa y divertida muy contagiosa, pone su brazo para que la entrelacé con la de él y caminamos a una oficina privada, solos y sin guardias y aún sin limpiar la sangre de mi oponente.