Cuando llegó a casa de Eloísa, sabiendo que ya había terminado su paseo de cada tarde, encontró la puerta entreabierta. No le pareció muy raro, ya era alguien mayor y no con un perfecto estado de salud, pudo habérsele olvidado cerrar la puerta y no sería algo extraño. —Ya estoy aquí.—Anunció, sin recibir respuesta de parte de la señora. Vio algunas cosas fuera de lugar y alarmada comenzó a buscarla, habitación, cocina y…baño. Allí estaba ella, con toda la piel pálida metida en la tina. La enfermera era alguien con la suficiente fuerza como para sostener a Eloísa si fuese necesario y esta vez lo era La sacó de la tina sin problemas y la colocó en el suelo, retirando la cuerda en su cuello, verificó su pulso, sin sentir nada. Comenzó el masaje cardiaco, acompañado de la respiración b