Mía se levantó a la misma hora de cada madrugada, cuando sus padres más dormidos estaban. —Yo voy.—respondió Adrien, como si tuviera pecho para darle a Mía, aquello siempre sacaba una sonrisa a Valeria, pero aquella madrugada no. Estaba triste. Tomó a la pequeña y antes de alimentarla le cambió el pañal. Mía no tenía mucha hambre, fue la primera madrugada que tardó muy poco en dormirse. Pero Valeria se quedó sentada en la cama con las luces apagadas. Adrien, al ver que ella no se acostaba, se sentó a su lado. No podía ver que ella estaba llorando, la habitación estaba a oscuras. —Si alguna vez te preguntaste “¿por qué no solo salió de aquella casa?”—habló quedamente.—Miles de veces me pasó por la cabeza, llegaba de la universidad y me detenía frente a la puerta, mis pies se q