El viaje fue largo, Noemí apenas pudo dormir durante la travesía, el sonido la perturbaba, al no distinguir de que se trataba. Por primera en su vida percibió una sensación nueva.
Bajaron del carruaje junto con Eidel; sin embargo, Noemí tropezó varias veces e incluso chocó contra una pequeña grada, pero con ayuda de su institutriz, llegó a la puerta. Llamaron insistentemente, hasta que la puerta fue abierta por el mayordomo, quién miró con extrañeza a las dos damas, pidiendo sus nombres.
—Déjenos pasar, es urgente que veamos a Lord Derby.
—Disculpen, pero no puedo dejarlas pasar.
—¿Acaso no sabe quién es esta dama?— señalando a Noemí.
—Disculpen—haciendo una reverencia— pero no.
—Es Lady Noemí Blow; la hija del Conde Derby ¡Muestre un poco de respeto!— abriéndose paso.
El mayordomo, tuvo que disculparse e inmediatamente las anunció. Cristian quién se hallaba en el despacho fue al llamado y sus ojos se abrieron como platos.
—Noe, ¡que haces aquí!— con tono autoritario.
—Lo siento Cris, necesitaba saber de papá, no es justo que me dejen tanto tiempo sola— sollozando y apretando sus manos contra su falda.
Mientras tanto Eidel, observaba la escena sin decir una sola palabra, sabía que era una pésima idea ir hasta Londres, que generaría disgusto a más de uno, pero Noemí era la niña de sus ojos por lo que no pudo negarse. Cristian estaba molesto, pero debía reconocer que se alegraba porque finalmente su hermana sacaba la valentía que poseía.
—Ya que estás aquí, procuraré que te sientas a gusto—esbozando una sonrisa—antes tienes que conocer la casa para evitar caídas; cuento con su ayuda Eidel— guiñándole un ojo, quién complacida hizo una pequeña reverencia.
Cristian, le dijo a Eidel que se instalara, mientras acompañaba a Noemí para que pudiera hablar con su padre.
Lord Derby estaba aún convaleciente y no estaba despierto, Cristian se acercó sigilosamente y tomó la mano de su hermana colocándola sobre la mano de su padre que reaccionó inmediatamente.
—Noe, que haces aquí— con voz temblorosa.
—Estaba preocupada por ti, padre— respiró profundamente—sé que he sido imprudente pero quería estar junto a ustedes— sollozando.
—Estas aquí, tranquila— dándole unas palmaditas en la mano —Debes estar agotada por el viaje, ve a descansar.
Cristian, que estaba junto a ellos tomó de la mano a su hermana para salir de la habitación.
—Noe, cuenta los pasos para llegar a tu habitación, así podrás venir sin ayuda a conversar con padre.
—Así lo haré—Noemí tenía muy buena memoria, así que se le haría fácil recordar. Cristian, caminó lentamente hasta detenerse abriendo una puerta, era la recámara de su difunta madre que tenía un aroma fresco y floral.
—¿Dónde estamos?
—Está era la habitación de mamá, se que estarás a gusto aquí... Iré por Eidel, descansa hermanita—la acompaño hasta la cama y salió de la habitación.
Eidel entró a los pocos minutos y ayudó a Noe a cambiarse .
—Crees que seamos felices aquí.
—Muy felices, ahora descansa.
Eidel tenía una opresión en el pecho, el estar en Londres sería todo un reto y más para Noemí que no estaba acostumbrada a estar rodeada de personas.
Con el pasar de los días, Noemí comenzó a sentirse más segura, tratando de movilizarse por la casa sola; Eidel y su hermano procuraron que su estadía en Londres fuera de lo más gratificante e incluso idearon nuevas técnicas para que el aprendizaje de Noemí fuera satisfactorio.
Por otro lado, Lord Derby, había mejorado de salud considerablemente, se acostumbró a tener a Noemí cerca, pero guardaba cierto recelo hacia su hija, tenía temor de que apareciera algún caballero y se aprovechase de ella, ya que más allá de su condición era un partido de lo más jugoso.
Una noche, Cristian organizo una pequeña cena con amigos y unas cuantas damas. Noemí, estaba en su recámara, cuando escuchó risas y música, por lo que le pidió a Eidel que la acompañará, ya que sentía mucha curiosidad por las personas que estaban abajo.
—Eidel, por favor ayúdame con el cabello, y escoge un vestido para mí; quiero verme bonita.
Eidel frunció el ceño, no estaba segura de que fuera buena idea bajar y estar frente a varias personas.
—Por favor, pásame el bastón; esta vez no tropezaré, ya puedo reconocer las distancias— sonriente.
Mientras bajaban los escalones, Noemí, oyó voces y risas de damas.
—Eidel, ¿Tal vez pueda hacerme amiga de alguna, no crees?
— Eso espero mi niña... Eso espero— dándole unas palmaditas en la mano.
Cuando abrieron la puerta de la sala, varios ojos se posaron sobre ellas y la música cesó repentinamente, Noemí escucho unos pasos, era Cristian que se aproximaba.
—Noe ¿Qué haces aquí?— susurrándole al oído
—Escuche música y risas, por eso vine—con un tono tímido —¿Hice mal?
—Por supuesto que no, me da mucho gusto que hayas bajado— tomándola del brazo para guiarla .
—Caballeros, damas les presento a mi hermana, Lady Noemí Blow
Noemí, hizo una leve reverencia, en tono de saludo. Sin embargo; un silencio abrumador se hizo presente.
Apretó la mano de Cristian y le dijo —¿pasa algo?
—No, están sorprendidos de ver a una joven tan hermosa—sonriéndole y devolviéndole el apretón.
Eidel, quién estaba al otro lado del salón observaba a esas personas con reproche, le disgustaba los murmuros, así como las miradas de pena que lanzaban a Noemí, quería sacarla de allí definitivamente esas personas no merecían conocerla —pensó.
Al rincón del salón, había un joven que veía de lejos lo que estaba sucediendo, con tal de poner fin a los murmuros se acercó e hizo una reverencia.
—Un gusto conocerla Lady Blow— mirándola con sus brillantes ojos.
Noemí, se ruborizó y contesto el saludo con un tono amable pero determinado. Cristian, admiraba la altivez de su hermana y se mostró orgulloso de ella.
—Disculpen, no tengo el gusto—con mirada perdida.
—Perdona Noé, él es Richard Albis Vizconde de Lancaster—arqueando la ceja con dirección a su amigo.
—Déjeme escoltarla— tomando el brazo de Noemí.
—Muchas gracias
Eidel y Cristian observaban los pasos de Noemí, para ser alguien que no había tenido contacto con personas se mostraba muy segura y su caminar demostraba esa afirmación.
Una voz femenina se acercó a Cristian y con un tono de desdén le dijo.
—Su excelencia, porque no mencionó que su hermana era ciega?— con tono socarrón.
—No lo vi necesario— contestó.
—Debe ser muy difícil, tener una hermana con esa condición, lo siento mucho— fingiendo preocupación.
—No tiene porque sentirlo, mi hermana está muy bien de salud y es una joven que tiene muchas virtudes— mirándola con desdén.
Aquella mujer, era Lady Sara Elliot acostumbrada a menospreciar a las personas, por alguna razón se enseñó con Noemí, observándola de forma despectiva.
Mientras tanto, el Vizconde de Lancaster, brindaba atenciones a Noemí, desde que la vió le pareció una mujer hermosa. Sin embargo, cuando se dio cuenta que era ciega, fue una desilusión, nadie en su sano juicio se casaría con ella, sería una carga para quien la desposara, además que era obvio que dependía en su totalidad de su padre y hermano.
Noemí por otro lado , estaba feliz de escuchar las voces, los pasos e incluso los olores que se emanaban de los exquisitos perfumes de las damas, era la primera vez en años que había tenido contacto con el mundo exterior.