Al llegar a la Mansión de los Derby, Anthony bajó rápidamente del carruaje y se dirigió a la puerta tocando de ella insistentemente, el mayordomo salió con cierta molestia, pero cuando vió a Lord Meldrum se calmó y le comunico que los Señores ya se habían marchado rumbo al Hospicio. Anthony hizo una mueca de disgusto porque se suponía que irían juntos pero era más que obvio que llegaron bastante tarde, Richard ni se inmutó porque sus pensamientos estaban en otro lado.
Durante el trayecto, Noemí sentía cómo se le aceleraba el pulso, estaba emocionada pero a la vez asustada no podía apartar esas emociones... jamás entendió porque su padre prácticamente le prohibió relacionarse con niños, condenándola a una niñez solitaria, sino hubiera sido por Cristian, ella sería bastante retraída.
Cuánto le hubiese gustado que se le mostrará el mundo cómo era y no conocerlo de la forma que lo estaba haciendo, no estaba pensando con claridad ya que cuando quería concentrarse, el carruaje rebotaba por los baches del camino que brindó más de un sobresalto a la ojiazul hasta que finalmente se detuvieron. Sansón dió tremendo ladrido y fue el primero en bajar del carruaje, así sucesivamente hasta llegar Noemí quien fue ayudada por su padre.
Lord Derby, en todo el camino no dijo palabra, estaba retraído en sus pensamientos al igual que su hija, sentía temor por el hecho de que Noemí más temprano que tarde se percatara que le habían escondido varias cosas y prácticamente la relegaron a una vida de confinamiento en el campo.
Para evitar que su hija note el nerviosismo que tenía, dió pasos firmes hasta la puerta de aquel lugar. Cristian llamó e inmediatamente salió una mujer mayor a recibirlos; cruzaron unas cuantas palabras y entraron al lugar.
Noemí, escuchó varios niños corriendo, aquel lugar no sólo cobijaba ciegos sino todo tipo de personas que tuviera algún tipo de discapacidad. Entre tantas personas, la ojiazul tenía la esperanza de encontrar al hombre del parque, el día que hubo el incidente. Pero al ser ciega la situación se le complicaba.
Entre tantas voces, trató de identificar al hombre pero no tuvo éxito. Eidel miraba con frustración a Noemí —Si sólo conociera al hombre— suspiró.
Noemí avanzó unos cuantos pasos hasta que pudo distinguir el sonido de la armónica, pidiendo a Eidel que la guiase hasta la música.
—Disculpen, alguno de ustedes estuvo en Hyden Park.
—Varios Señorita—dijo un hombre.
Noemí respiró aliviada, era el hombre que la protegió de aquella multitud.
—Este... Disculpe yo estaba el otro día en el parque— con voz tímida
—Oh sí.... Ya recuerdo ¿se encuentra bien?- respiró —Me alegro tanto que esté bien.
—Gracias a usted, le dije que vendría — con una sonrisa.
—Sea bienvenida— dijo el hombre.
Mientras Eidel miraba horrorizada, la miseria en la que vivían, vestidos con harapos y sobre todo las secuelas de viruela que deformaban las facciones de aquellos desdichados. Eidel no pudo evitar rememorar viejos tiempos, su pequeño Peter aún vivía, y al igual que las personas del lugar, su hijo también había quedado ciego víctima de la viruela. Fue por esa razón, que busco formas de ayudar a integrarlo en la sociedad enseñándole a leer tal como lo hizo con Noemí. Observó al cielo y una lágrima le rozó la mejilla, su hijo tuvo graves secuelas entre ellas perder la visión pero la peor de todas su debilidad extrema que a lo acompañaron hasta el final de sus días; sin su pequeña Noe, estaría perdida, es por esa razón que decidió protegerla a capa y espada influenciando notablemente en la personalidad de Noemí.
Lord Derby junto con Cristian pasaron a las oficinas del encargado quien describió un panorama desalentador y las razones porque permitían a los ciegos salir a mendigar, era una realidad que nadie se atrevía admitir, mientras la alta sociedad estaba ocupada en bailes, extravagancias y mantener su linaje; el otro lado moría de hambre o en el peor de los casos se habían convertido en rufianes.
Noe, fue a sentarse escuchando detenidamente cada relato, sin embargo, uno era peor que el anterior historias tristes por detrás, víctimas de abandono, malos tratos, abusos...sin olvidar la miseria.
Algunos trataban de vivir con optimismo la vida que les había tocado, pero más de uno se quejó por la falta de protección y el miedo constante que tenían. Una lágrima cayó de esos hermosos ojos azules que tanto veneraba Anthony, quien quiso acercarse a la dama, abrazarla, buscar palabras para apaciguar su desasosiego. Pero sólo se mantuvo allí parado apretando los puños.
Por su parte, Richard, observó con nostalgia a Noemí, no pudo evitar recordar lo que había hecho horas antes con Sarah, que estúpido había sido.
—La disculpa es ahora ¿Qué esperas?—
Richard avanzó de mala gana, hasta pararse al lado de la dama quien olió ese aroma que tanta felicidad le traía.
—¿Richard?— dijo tímidamente Noemí.
—Si soy yo— dando un suspiro «¿porqué le costaba pronunciar palabra?» se preguntó. Estar con ella siempre le causaba zozobra e incertidumbre, y aquel encuentro no era la excepción.
—Creo que le debo una disculpa— mientras se escuchaban los murmuros de los nuevos amigos de Noemí.
—Creo que es mejor que dejemos solos a los enamorados— dijo uno de ellos, lo que ocasionó que Noemí se sonroje y baje la cabeza. Eidel también se alejó lo suficiente para dar espacio aquellos dos.
«Por dónde empezar» pensó Richard -Siento tanto haberla dejado de visitar, pero tenía otros compromisos que no podía descuidar.
—Oh no te preocupes,me extrañó que no fueras— tomando aire— pero ya no importa, estoy tan feliz de escuchar tu voz, por favor ven a visitarme.
—Claro—besándole el dorso de la mano.
Anthony traía pesadez en su corazón, y elevó la mirada cambiando de dirección hasta chocarse con los ojos de Cristian quien se mostró feliz al ver el gesto de su amigo.
Estuvieron un momento más, Sansón corrió hacia su ama y se mantuvo cerca de ella hasta que Noemí termine de conversar no sin antes elevar una promesa de volver a visitarlos.
Eidel sólo dijo—Querida Noemí, menos mal que no ves lo que pasa, porque te decepcionarías de ver lo que mis ojos expresan.