Noemí despertó y abrió los ojos de par en par, si bien toda su vida había vivido en tinieblas eso no impedía que imaginé las cosas que le rodeaban. Esa mañana Lady Samantha iria a probarse el vestido que usaría en su cumpleaños, por lo que pidió a Noemí que la acompañase a quién le tenía una sorpresa.
Tal cómo quedaron, Lady Samantha se hizo presente en el palacete de Noemí acompañada por su doncella. Estuvieron unos pocos minutos para desilusión de Cristian, mientras viajaban en el carruaje Noemí sentía cierta presión en el pecho, por un lado estaba feliz de que las cosas con Richard llegarán a buen término y por el otro, estaba más que nerviosa de asistir a su primer baile.
Cuando el carruaje de detuvo, Noemí supo que llegaron a su destino, fue ayudada por Eidel, seguida de Samantha y su doncella.
Ese día, Londres amaneció con cierta agitación ante las noticias que se iban suscitando, sin embargo, no eran sobre el cumpleaños de Lady Samantha sino referente al compromiso que se anunciaría entre ella y el Vizconde, así como el retorno del Conde de Lancaster después de su travesía por la India. Al entrar a la Casa de Modas, Samantha no pudo dejar de escuchar los murmuros los cuales hicieron que se sonroje —Cristian será mi esposo— susurró, llevándose las manos al rostro.
—Mi lady, por favor acompáñeme— le indicaba una Señorita a Samantha.
Samantha asintió y junto con Eidel tomaron del brazo a Noemí para evitar que se tropezara, la ojiazul con cada paso que daba su imaginación volaba pensó que era un lugar abarrotado de telas, las cuales pedían ser usadas, lo que le generó una mueca de júbilo.
—Tomen asiento— indicó otra mujer, entre tanto Samantha se probaba el vestido.
—Te verás hermosa— dijo Noemí
—Gracias— respondió Samantha. —Pero no te traje aquí, sólo por acompañarme, al ser mi invitada de honor y tener el visto bueno de tú padre, escogeré un vestido para tí— sonriendo.
Noemí se sonrojo ante tal gesto y la guiaron para que la modista pudiere tomar medidas, le confeccionaría un vestido digno de una princesa.
Todo estaba saliendo a la perfección, los vestidos estarían para la fecha acordada, los detalles, los invitados e incluso los encuentros fortuitos entre Samantha y Cristian. Sin embargo, de no ser por la llegada del padre de Richard, todo sería felicidad debido a que Lord Lancaster se había propuesto conseguir esposa para su hijo, no hay que olvidar que Lady Sarah no fue invitada.
Finalmente, la tan esperada velada llegó, Noemí estaba en su recámara siendo ayudada por una doncella. Cristian entró y observó un ángel sentado frente al espejo, aunque Noemí no pudiera admirar su reflejo otros lo harían por ella.
—¿Estas nervioso?— buscando la mano de su hermano.
—Si, bastante— aclarándose la garganta, dando unas pequeñas palmaditas al dorso de la muñeca de su hermano.
—Estoy tan feliz por tí— exclamó Noemí, seguido de un abrazo efusivo.
—Te dejo, no tardes mucho— cerró la puerta de la habitación y Noemí siguió poniéndose hermosa, hasta que se convirtió en la princesa que deseaba ser amada.
Noemí bajó del carruaje tomada del brazo de su padre, sabia que tenía que entrar con paso seguro, al ingresar al salón fue blanco de varias miradas y murmuros.
—Que hacia una ciega en un baile— dijo una dama.
Otra dijo— sólo debe saber tocar el bastón contra el piso— riendo tontamente.
Noe, no dijo nada, no quería que los comentarios mal intencionados arruinen su noche. Una vez, frente a sus anfitriones, se saludaron de acuerdo al protocolo, pero Cristian no pudo dejar de posar los ojos sobre su futura esposa haciendo que Samantha se sonroje y oculte su mirada . El amor entre aquellos dos se percibía en el aire, para satisfacción de todos los presentes.
Lord Meldrum llegó poco después buscando a la dama que le quitaba el sueño, la vio con un hermoso vestido celeste que no hacía más que resaltar su angelical figura, entregó su sombrero a uno de los sirvientes y cruzó el salón como sino existiera mas nadie iba a su encuentro.
Richard, llegó acompañado de su padre quien se mostraba aburrido y malhumorado, después de la charla que tuvieron ninguno de los dos estaba de buen ánimo. Cómo es costumbre, dieron su agradecimiento a los anfitriones y compartieron una pequeña charla. Hicieron una reverencia y se fueron a recorrer el salón, el Conde de Lancaster hizo contacto visual con Lord Derby aproximándose a saludarlo ya que hacía mucho tiempo que no lo veía se dieron un saludo efusivo, luego estrechó la mano de Cristian y le brindo unos cuantos elogios pero en cuanto observo a Noemí, el saludo fue tajante y frío ignorándola el resto de la conversación. Richard en cambio, besó el dorso de la muñeca de la dama haciendo que ésta sonriese, esto motivo el disgusto del Conde Lancaster, quien hizo una mueca de desaprobación ante las atenciones de su hijo con Lady Noemi. Anthony, veía la escena a unos cuantos pasos y arqueó una ceja.
—Mi adorada Noemi— suspiró, dando media vuelta para servirse una copa.
Se inició el primer baile y Samantha iba acompañada de Cristian que después de brindar por el cumpleaños de su amada anunciaría su compromiso. Richard, estaba decidido hacer las cosas bien, sacaría a bailar a Noemí, era un vals por lo que podría mantenerse apegado a ella y guiarla.
Fue así que las parejas se dirigieron a la pista comenzando el baile. Noemí dió unos cuantos tropiezos pero trató de mantener el ritmo, al terminar la pieza, Richard la acompaño a sentarse dejándola unos minutos. Sin embargo, los susurros y las risas no se hicieron esperar.
—Ja ja ja, viste como tropezó— dijo un caballero seguido de la voz de una dama —Debió mantenerse sentada, quién invita a una ciega a este tipo de eventos— dispuesta a no escuchar más, comenzó a caminar apoyada de una mesa hasta alcanzar la pared, perdiéndose de la multitud. Tropezó con unas gradas cayendo estrepitosamente, no debía llorar, se puso de pie cómo pudo, tanteo por dónde caminaba, hasta que escuchar unas voces provenientes de una sala, se aproximó hasta el lugar y notó la familiaridad del timbre del interlocutor.
—Estas haciendo el ridículo— golpeando una mesa.
—Padre, es la hija de su amigo ¿Cómo puede decirme semejante cosa?
—Puede ser la hija de Derby, pero eso no cambia el hecho de que sea ciega— respiró— no te das cuenta que es una mujer incompleta ¡Como cuidará a tus hijos! Respóndeme
—No le permito que se exprese así de una dama— con tono colérico.
Noemí, no quiso escuchar más y corrió por los pasillos chocándose con lo que tenía a su paso hasta dar con los jardines. Traía uno que otro rasguño y su hermoso vestido tenía rota la manga. Llegó hasta un árbol y se sentó a llorar amargamente.
Anthony, estuvo intranquilo toda la velada, no prestó atención a ninguna de las conversaciones que sostuvo, al ser un Marqués su compañía era muy solicitada, pero él no tenía cabeza más que para Noemí se disculpó y comenzó a recorrer el salón hasta que vió a Richard iracundo seguido de su padre.
—¿Dónde dejaste a Noemí?
—Sentada en este lugar— giró y se percató que ella no estaba— tal vez, se fue con Samantha— señaló Richard sin embargo, Anthony sopesó esa respuesta porque momentos antes vio a Cristian y Samantha hablando con el Conde Derby. No dijo nada y se escabulló entre la multitud, al no hallarla fue hacía los jardines, de pronto escuchó un sollozo, era Noemí agarrada de las rodillas tratando de ocultar su rostro de tantas lágrimas que había derramado.
Anthony, se agachó acomodándose al lado de ella.
—Por favor no llore, es una espléndida noche para que una dama tan bella como usted derrame esas lágrimas.
Noemí apenas podía hablar, su sollozo era tan fuerte que le impedía pronunciar palabra.
—Calma— y rodeó su brazo al cuerpo de Noemí, girando lentamente extendió su mano y tomó una de las lágrimas que caían del rostro de la dama quien jalo la cabeza para atrás. No obstante, comprendió que aquel gesto quería brindarle protección, así que decidió corresponderle poniendo sus manos sobre la mano de su acompañante quien aún tocaba su rostro. Anthony no pudo contenerse más y aproximó lentamente sus labios a los labios de Noemí, hasta besarla.
La ojiazul aún principio se negó abrir la boca, pero al sentir la delicadeza le correspondió y se hundió en sus pensamientos.