XV

979 Words
La relación entre el Conde Lancaster y su hijo Richard, cada vez era más fría y distante. El Conde, ya había dado a conocer su descontento con respecto a Noemí la noche que se anunció el compromiso entre el Vizconde Derby y lady Samantha, sin embargo, Richard siguió desafiando la autoridad de su padre, no contaba que sus actos iban acarrear una serie de desavenencias que afectarían su futuro junto a Noemí. Lady Elliot, jugaba su última carta, sellando el destino de Richard; desde hace días atrás, estaba con náuseas matutinas y mareos esporádicos que no le permitían alimentarse correctamente, supuso que estaba embarazada por lo que entre lágrimas y una preocupación fingida, le tuvo que informar a su padre. El Vizconde de Essay había mimado muchísimo a su hija y acostumbrado a conceder los caprichos de su hija, fue hablar con el Conde. —Hija, pierde cuidado hoy mismo iré hablar con el Conde de Lancaster para que obligue a su hijo ha responsabilizarse de sus actos. Sarah simuló estar apenada, pero lo cierto es que conseguía lo que tanto quería: casarse con Richard. Sin ánimo de esperar, el Vizconde de Essay se dirigió al palacete del Conde, ya que el tema a tratar era delicado y necesitaba solucionarse lo antes posible. Se presentó en la puerta siendo recibido por el mayordomo al cual entregó su tarjeta. Éste lo condujo hacia el despacho, haciéndolo pasar. —Buenas tardes, Lord Lancaster— tomo aire— Disculpe que me presente de esta forma pero el asunto que vengo a tratar con usted debe hacerse sin dilación. El viejo Conde, alzó la mirada arqueando una ceja —Dígame, Lord Essay ¿Cuál es ese asunto tan importante?— sin inmutarse. —Su hijo ha deshonrado a mi hija, por lo tanto vengo a exigir que responda por sus acciones— con una voz grave. —Estamos hablando, de que la dama en cuestión ¿está embarazada? —Así es su excelencia —Muy bien, pierda cuidado mi hijo responderá cómo es debido, se reunirá con usted para fijar la fecha de la boda y la dote— con una mueca de felicidad. El Vizconde de Essay se marchaba contento, su hija se casaba y cualquier comentario se disipaba con esa unión. Al Conde las cosas no le podían salir mejor, inmediatamente se puso a redactar una nota en la cual solicitaba a Richard que fuera a verlo a la brevedad posible. Así se hizo, la repentina llegada de la nota puso nervioso a Richard, pero no pudo objetar el pedido y fue a reunirse con su padre. —Padre, he venido ante su llamado ¿Qué es tan urgente? —Toda acción tiene una consecuencia y yo te eduqué para que seas un caballero, ahora es momento de que respondas— con un tono frío. Richard sintió un escalofrío en la espalda —¿De quien está hablando?—susurro, antes de que pudiera manifestar una palabra, el Conde respondió. —Lady Elliot— Richard se desplomó en un sillón cerca de su padre, su vista quedó vacía y sin vida. —Debes ultimar detalles con el Vizconde de Essay y en cuanto al otro asunto te olvidas de tu ciega— con tono socarrón. Richard, estaba lejos de allí, sus pensamientos lo llevaron a la ojiazul que había puesto sus esperanzas en él, sin embargo, nada importaba se casaría con otra. Se levantó​ todo pesaroso con dirección a la puerta, lo único que le interesaba era beber, no podía buscar a Anthony jamás le perdonaría el haber lastimado a Noemí. Se subió a su carruaje rumbo a un bar, una vez en el lugar pidió que se le sirva lo más fuerte, así estuvo durante horas e incluso ocasionó una que otra riña. El dueño del lugar, tuvo que mandar a uno de sus sirvientes a buscar al Marqués Meldrum, el joven recorrió todo Londres hasta llegar a la Mansión, cuando el mayordomo abrió la puerta lo observaba con desconfianza, se limitó a sus obligaciones y fue a llamar a Lord Meldrum, quién salió y miró al joven con cara de curiosidad. —Dígame, ¿ en que puedo ayudarlo? —Disculpe excelencia que lo moleste a estas horas... Se trata de Lord Lancaster, esta ebrio y está ocasionando riñas en el bar. Por favor acompáñeme— con tono tímido. Anthony elevó los ojos y suspiró, se volteó para pedir a su mayordomo que alistara el carruaje y salió con el muchacho a buscar a Richard, cuando llegaron observó a su amigo, armando un escándalo y blasfemando, le otorgó unas monedas al muchacho y camino con dirección a Richard, lo agarró del brazo y éste volteó con la intención de soltarse pero en cuanto lo miró esbozó una sonrisa. —Mi querido amigo, bebe conmigo— dándole una copa. —Basta Richard, es hora de marcharnos— tratando de mantener la calma. —Cuanto lo siento, soy un imbécil— dando un grito ahogado —¡Es que no entiendes!— botando el contenido de la Copa. —Vamos— poniendo un brazo alrededor del cuello de Richard y salieron de aquel lugar. Apenas lo subió al carruaje, comenzó otra vez a blasfemar y lamentarse de su suerte. Anthony supuso que había peleado con su padre, desconociendo la magnitud de los acontecimientos. Con ayuda de uno de los sirvientes lo llevaron a su recámara y lo tendieron en la cama, cuando el Marqués abandonaba la recámara, repentinamente Richard sujetó el brazo de su amigo. —Perdóname por lo que voy hacer— cayendo dormido. Mientras tanto Noemí, se mostraba feliz por la forma en la que Richard la defendió, si bien, no le agradaba al viejo Conde creía que con el tiempo podría ganar su aprecio. Esa noche, Noemí durmió tranquilamente, sin saber lo que le deparaba el día siguiente.
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