El día estaba radiante, las calles pronto se llenaron de bullicio y carruajes, entre uno de esos iba Richard rumbo a la Mansión de los Derby, bajo todo pesaroso y elevó la mirada al cielo, lo que tenía que decir era delicado y significaba el fin de su relación con Noemí. El mayordomo, fue al llamado de la puerta, Richard se mantenía impertérrito en la entrada, debía estarlo y más con el discurso que preparó.
—Buenos días, su excelencia.
—Buenos días, por favor podría anunciarme con Lady Noemi— respiró tan profundo como le dieron sus pulmones.
—Lady Noemí, se encuentra en el jardín, por favor si me permite— el mayordomo caminaba por delante y Richard no podía evitar mirar las paredes elegantemente decoradas, porque posiblemente sería la última vez que le permitirían el ingreso.
—Lady Noemí, su excelencia Lord Lancaster .
—Oh gracias— respondió la ojiazul poniéndose de pie.
—Eidel, por favor déjanos un momento a solas— se giró buscando su mano.
—Esta bien, si necesitas algo, me mantendré cerca— y caminó rumbo a las caballerizas seguida de Sansón.
—Richard, que ocurre— tratando de permanecer calmada ante el silencio del caballero.
—Tenemos que hablar— extendiendo su mano con dirección a Noemí para que pudiera sentarse.
—No entiendo que está pasando, por favor dígame— con un nudo en la garganta.
—Noemi...—respiro— yo lamento haberle hecho creer que mis atenciones iban más allá de una amistad. Mi lady, usted es una dama muy dulce y de buenos sentimientos, pero jamás podría desposarme con usted, simplemente la veo como una amiga.
—y todo lo que pasó...Sus besos y caricias...— conteniendo el llanto.
—Sé que me estoy comportando como un canalla— tocándose la frente— fui sincero, yo tenía muchas ganas de besarla.
—tiene razón es un canalla y cínico, usted jugó conmigo y yo ingenuamente pensé que estaba enamorado de mí— una lágrima le rozó la mejilla— Creo que debe marcharse— poniéndose de pie.
—Es lo mejor, hay algo más que debo decirle; estoy comprometido con Lady Elliot— apretando los puños— es mejor que lo sepa por mí.
—Suficiente, no necesito escuchar más. Buenos días— y se volteó.
—Buenos días— tratando de tocar su hombro, sin embargo no pudo y se retiró. Estaba perdiendo a la única mujer que con su dulzura, había logrado abrirle ese maltrecho corazón.
Noemí sintió como los pasos de Richard se alejaban y se desmoronó, para cuando llegó Eidel su pupila yacía derrotada al lado del árbol; Sansón quiso consolarla, lamiéndola, pero Noemí se mantenía inerte.
Eidel, comenzaba atar cabos, si bien nunca la ojiazul le menciono su relación con Richard, ella intuía que entre esos dos surgió el amor, pero uno dió más que el otro y por lo visto fue su Noemí.
—Noe, levántate, volvamos a la casa— tratando de mantener la cordura, quería matar a ese hombre.
—Esta bien— y se desmayó. Eidel comenzó a llamar desesperadamente a los lacayos para que la ayudarán.
Mientras tanto, Richard vagó por las calles, hasta pararse en el umbral de la mansión de Sarah, llamo a la puerta y fue recibido por el mayordomo a quién le entregó su tarjeta, posteriormente fue conducido a la sala de espera. Con el pasar de los minutos la sangre le hervía más y sus nudillos estaban blancos de tanto apretarlos; repentinamente se abrió la puerta, era la rubia que entraba toda pomposamente llevando el regocijo en la cara.
—Richard, querido— lanzándose al cuello de éste.
—Suéltame— tomándola de las muñecas.
—Que es lo que te pasa— fingiendo consternación.
—Tu padre, ni nadie está cerca, dejemos el teatro atrás— sus ojos brillaban de rabia.
—No entiendo...que quieres decir con eso— tapándose la boca.
—Creo que lo sabes muy bien, si pensaste que casándote conmigo, serías feliz, estás muy equivocada— tomó aire— te prometo que a mi lado tendrás una vida infernal— apartándola ante la aparición del Vizconde.
—Buenos días, Lord Lancaster, haga el favor de acompañarme al despacho— haciendo un ademán con la mano. Richard asintió y siguió al Vizconde dejando atrás a Sarah quien traía una mueca de disgusto.
Se encerraron cerca de una hora, fijaron la fecha y el dote. El ojiazul abrió la puerta hizo una venía y abandonó la mansión dejando atrás a Sarah quien iba a su encuentro.
Por otra parte, Anthony se marchaba a Francia en tres meses, dejaría el camino libre a Richard, sin imaginarse que él había movido las piezas a su favor. Los siguientes días, Noemí no habló acerca de lo sucedido esa mañana con Richard, siguió yendo al Hospicio como últimamente lo hacía. David, uno de los ciegos, fue con buenas noticias, había escuchado que en Francia estaban desarrollando un nuevo método de aprendizaje para ciegos y que estaba brindando resultados.
Era una escuela donde Louis Braille desarrollaba el método. Noemí vio su salida en ese lugar, le diría a su padre que quería marcharse, finalmente el viejo Derby no tendría porque objetar, con el casamiento de su hermano, la despedida de Richard y Anthony ya nada le quedaba en Inglaterra.
Samantha, una tarde llegó muy agitada y fue refunfuñando hasta el jardín, donde estaba Noemí junto con Sansón.
—por que no me lo dijiste, con razón llevas días ausente.
—Acerca de qué— tratando de lucir normal.
—Richard, por supuesto— acercándose— Noemí acaso no te das cuenta, es un cretino, sinvergüenza que te enamoró y luego se deshizo de ti...No quiero imaginarme si tú y él—tapándose la boca—¡Oh por Dios!.
—No pasó nada, si es lo que te preocupa— tomando aire— estoy consciente de mi situación quien querría una mujer incompleta— elevando el rostro.
—Son tonterías, la culpa de todo la tiene esa estúpida mujer— el pecho de Samantha subía y bajaba por la rabia— esto no se quedará así, iré hablar con Cristian, todavía podemos romper ese compromiso.
—No, basta— temblándole la voz— ya no importa, él hizo su elección— suspirando de resignación.
—Lo siento Noemí, pero no me quedaré callada— caminando en dirección a la casa.
—Joseph, dónde está Lord Cristian.
—En la sala de música— respondió el sirviente.
—Gracias— camino hasta la puerta y giró la perilla.
—Oh Cristian, estás aquí.... Gracias al cielo, necesitamos hablar— siendo interrumpida por su doncella.
—Mi lady, no es correcto estar a solas.
—Lo sé, si tanto te preocupa, vigila— cerrando la puerta.
—Samantha, que es lo que te traes— arqueando una ceja.
—Cristian, verás.....— y comenzó a relatar todo lo acaecido entre Noemí y Richard, así como su participación de Cupido en el asunto. Cristian apretó los puños encolerizado y salió rumbo a la Mansión de los Lancaster, su viejo amigo tendría que responder. Dejando atrás a Samantha, quién se mostraba perpleja ante la reacción de su prometido.