IX

1193 Words
Los carruajes estaban listos para partir hacia Londres, en esta ocasión Noemí iría con ellos ya que Lady Samantha pidió encarecidamente a Lord Derby que le permitiese estar presente en su cumpleaños. La relación entre Anthony y Richard se tornó fría, aún el primero se mostraba reticente en cuanto a las intenciones que tenía Richard en Noemí; por otra parte, ésta sentía un nudo en la garganta, nunca le oculto cosas a Eidel, pero en esta ocasión intuía que lo mejor era guardar silencio. Su institutriz ya había notado un comportamiento extraño en su pupila optando por no decir nada, hasta que fuera ella la que le contara. Los días pasaron en aparente calma. Sin embargo, Richard recibió una nota de Lady Sarah, la dobló y la puso a un lado del escritorio, se frotó la cabeza y luego suspiró. Parecía que algo cambio con Richard, no tenía ganas de ver a esa mujer, aún así la recibió, cuando se encontraron se notaba la tensión en el aire. Sarah quiso llenarlo de caricias, pero Richard se mostró reacio y poco cariñoso; Sarah quiso besarlo pero fue  alejada violentamente. —¿Que es lo que te pasa?— le subía y le bajaba el pecho de la angustia. —Sarah, debemos dejar de vernos— con un tono de fastidio. —De que hablas— replico Sarah, mostrándose abiertamente nerviosa. —Estoy muy ocupado, estos encuentros comienzan aburrirme— apretando las manos. —No te molestaría si estuviéramos casados— la angustia se notaba en aquellas palabras, Sarah sabia que ese cambio de actitud solo podía darse por culpa de la ciega de Lady Blow. — Se lo que dije, pero tú sabes que por el momento no me interesa casarme— aspirando aire. — Eres un desgraciado, piensas que te saldrás con la tuya— echó tremenda carcajada — no sabes de lo que soy capaz — tiro la puerta furibunda y salió apresuradamente. Richard, no estaba seguro de lo que podría llegar hacer ahora su ex- amante. Los días pasaron con aparente tranquilidad, Richard siguió frecuentando la residencia de los Derby y no perdía ocasión de robarle unos cuantos besos a Noemí. Si bien, Anthony seguía frecuentando a Noemí sus conversaciones con la castaña eran de lo más superficiales, se sentía herido y ver a la dama enamorada de alguien más, le tallaba el corazón. Esa mañana Noemí no estaba segura de salir, tuvo una pésima noche, sintiéndose cansada, pero fue convencida por Lady Samantha, durante el camino a Hyden Park, Noemi estaba un poco sofocada y se sentó, pidió a Eidel y Samantha que fueran por alguna bebida, mientras aguardaba a las damas, sintió unos pasos seguido de un olor a rosas era Lady Elliot, quién se aproximó a Noemí y le susurró algo al oído —Crees que Richard está interesado en tí... No seas ilusa un hombre como él jamás se fijara en una mujer incompleta cómo tú, además para que te enteres él y yo somos amantes— se levantó con un brillo en sus ojos. —Tenga buenos días, Lady Noemí— siguiendo su camino. Una lágrima bajo por la mejilla de Noemí, no podía creer esas palabras pero algo dentro de ella le decían que era cierto, Richard jamás dijo que la amaba «¿y si todo este tiempo, estaba jugando conmigo? »pensó. No pudo permanecer más allí se incorporó y comenzó a caminar chocándose con lo que encontraba, cayendo en más de una ocasión. Cuando Eidel y Samantha volvieron, sus ojos mostraron angustia, no estuvieron muy lejos «¿Que había pasado?» ¿Dónde fue?» pensaron.—Solo fueron unos minutos— dijo Samantha. —Debimos traer a Sansón— dijo con pesadez Eidel, y se pusieron a buscarla. Noemí, siguió caminando desorientada hasta que escuchó música, canto y unas cuantas risas. —Miren una ciega rica— dijo una voz femenina, mientras se mofaba. —¿Por qué no los acompañas?— dijo otra voz. Algo en esas palabras tocó su corazón. «Acaso esas personas eran ciegas como ella» pensó. Se escucharon risas y murmuros «Que pasaba no entiendo» comenzó aturdirse. —Pero mírenla es muy bonita— era un hombre que se acercaba y la tomaba del brazo. —Suélteme— grito con voz ahogada. Noemí, era todo un espectáculo. —Yo te puedo enseñar varias cosas— mientras le rozaba el cachete. —Basta— dándole un golpe con su bastón que hizo que se tambalee . —Estúpida! Ve únete con los tuyos Siguieron las risas, Noemí sentía que se desmayaría cuando se percató de que unos brazos la sostenían. —¿Se encuentra bien? —Si...si— con voz temblorosa— no debí alejarme— pensó. —¿Qué hace una joven como usted, por estos lugares? Esta prácticamente fuera del parque — Este...Yo no no quería alejarme tanto, pero tampoco quería quedarme allí —Quédese tras de mí Noemí se agarro del hombro de aquel hombre y obedeció. Mientras tanto Eidel y Samantha siguieron buscándola con desesperación, a lo lejos vieron a Lord Meldrum. Eidel, se aproximó —Bendito sea Dios— exclamó. —Señora Eidel, buenos días ¿Qué es lo que pasa? — frunciendo el ceño. —Es Noemí, desapareció no la encontramos por ningún lado. Anthony sintió una punzada en el corazón, le embargó un miedo profundo— las ayudaré a buscarla— y se separaron. Mientras caminaba escuchó risas y gritos, era todo un espectáculo y a lo lejos visualizo a Noemí quién se ocultaba detrás de otra persona ciega. Lord Meldrum fue a encarar a la multitud que rápidamente se disipaba . —Vámonos, ya no hay nada que ver — dijo un hombre. Noemí, escuchó los sonidos de los bastones y una hojalata que sonaba como si tuviera algo adentro. Antes de que se fueran Noemí agarró la camisa del hombre que la protegió. —No se vaya, espere un momento por favor. —Señorita, ya no nos darán limosnas en este lugar. —¿Qué quiere decir con eso? —Por lo visto usted es ciega al igual que nosotros, pero usted no conoce la miseria el miedo ni el hambre... hoy fue testigo de la burla de la gente. ¿Qué nos queda a nosotros? Mendigar por las calles y ser una atracción por nuestras grotescas gesticulaciones. —No diga eso, dónde viven— con una voz ahogada próxima al llanto. —En un hospicio cerca de este lugar —Tome —y le dió unas monedas. —Gracias— y se fue. Noemí, percibía la nostalgia de esas palabras, Meldrum se acercó. —¿Estas bien? —No lo sé— bajando la cabeza con dirección al piso. Eidel y Samantha miraron la escena consternadas, que había pasado para poner en ese estado a Noemí quién se encontraba llena de magalluras, rasguños y una manga rota. —Quiero irme— temblorosa y un miedo que nunca en su vida había sentido. Dio unos cuantos pasos, pero comenzó a sentir la cabeza pesada, las piernas lentas en su andar, parecía que no le respondían y cayó desmayada.
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