París, Francia
La brisa golpeaba su rostro, mientras ella permanecía sentada en la banca de aquel jardín, habían pasado tres meses, desde que había abandonado Londres, el recuerdo de Richard permanecía latente, pero ya no dolía tanto como antes; Cristian fue cauto a la hora de darle noticias y sólo se limitaba a comentarle sobre su padre y las obras benéficas que estaba realizando. Noemi, no quiso contarle a Eidel sobre Richard y cuando su institutriz preguntaba, ella contestaba con evasivas o cierta indiferencia.
Con el paso de los meses, Noemí empezó hacer mucho más independiente. El Instituto Real para ciegos de Francia le brindaba la posibilidad de desenvolverse y relacionarse con otros invidentes. Dicha escuela iba desarrollando un método para la alfabetización de los ciegos mostrando su eficacia y facilidad, a diferencia de los otros intentos que hubieron en el pasado.
Louis Braille, quien era profesor del mencionado instituto se inspiró en la escritura de puntos de Barbier utilizado por el ejercito en la redacción de mensajes cifrados. Estaba creando un alfabeto en base a símbolos de 6 puntos que representaban respectivamente una letra y un número. Comenzaba a tener gran acogida por lo que el Instituto Perkins de Estados Unidos, mandó un médico para analizar la eficacia.
Thomas Richardson, llegó unos meses antes que Noemí, se mostraba muy interesado por las técnicas empleadas y al ser un especialista en Tiflologia, brindó esperanza algunos de los invidentes; ya que las técnicas de operación para cataratas y tracomas habían mejorado considerablemente con respecto al siglo pasado; el caso de la ojiazul le llamó en particular la atención, además que había quedado impactado por su belleza y calidez; ella lo consideraba un mentor y un buen amigo.
Para Eidel, las atenciones del joven médico eran más que un simple trato de amigos, tenía la esperanza que su pupila abriera su corazón y le diera una oportunidad; en vista de que Anthony ni siquiera había escrito una carta en todo este tiempo.
—Buenas tardes, Thomas.
—Noemi ¿Cómo estás?
—Muy bien, pensando en lo que deje atrás....
—Espero que sean recuerdos agradables.
—Hay unos cuantos agridulces— suspiró.
Thomas, la observaba embelesado, se sentó a su lado entre cruzando los dedos, ya que desde hace días tenia una idea en la cabeza, pero se mostraba indeciso a la hora de hacerlo. Esa tarde no pensaba hablarle pero al verla sentada debajo de ese árbol, elevando el rostro como si quisiera escuchar algo no pudo contenerse.
—Quisiera invitarte al Teatro— carraspeando la garganta.
—Será un placer— respondió Noemí con una sonrisa.
Thomas se levantó, besó el dorso de la mano de la dama y se retiró.
Llegada la noche, Noemí se arreglaba con ayuda de una doncella, cuando llamaron a la puerta; Eidel subió minutos después, para avisarle que el Doctor, ya estaba allí esperándola pacientemente en la sala.
—Gracias— dijo la ojiazul.
—Estoy tan contenta de que te relaciones y salgas— dijo Eidel.
—Estoy tan feliz, es mi primera salida aquí en Francia; seguramente disfrutaré de la obra— dijo Noemí.
—Así lo harás— dándole unas palmaditas en la mano. Eidel ayudó a bajar a Noemí y la acompaño hasta donde se hallaba el caballero. Éste agradeció y se subieron al carruaje rumbo al teatro.
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—Querido amigo, que gusto que nos acompañaras esta noche— dijo el Almirante Leffer.
—gracias, aunque déjeme decirle que tenía mis reservas, precisamente porque aún no me recupero de mi viaje—contestó el Marqués.
—Me imagino que sí— Suspiró el Almirante —pero sí me permite decirle la Obra Hernani de Víctor Hugo es muy profunda y el estilo melodramático de la obra la hace excelente— esbozando una sonrisa.
—Veo que le gusta mucho el teatro— respondió el Marqués.
—En efecto— con un tono socarrón.
Cuando pasaban a los palcos, Anthony elevó la mirada al ver una muchacha que se situaba en el palco de enfrente. Era Noemí, quién iba acompañada de un caballero que muy gentilmente la ayudaba. Todos esos meses viajando por Europa, para olvidarla y allí estaba ella tan radiante como la última vez que la vio. Se agarró el pecho, porque su corazón le dolía de sólo verla, sudaba frío al observar cómo el hombre que se encontraba a su lado le brindaba atenciones. El telón se abrió y una luz tenue iluminaba la puesta en escena, de rato en rato miraba de reojo como aquel caballero le susurraba al oído a Noemí, haciendo que se enerve su sangre; si bien, le dejó el camino abierto a Richard porque era su amigo, ahora no estaba tan dispuesto de permitir que otro conquiste el corazón de su amada. Cuando llegó a Francia, fue con la intención de recuperar el tiempo perdido, pero pensaba que ojalá no fuera demasiado tarde y que otro ocupará el corazón de Noemí, de algo estaba seguro que ahora más que nunca estaba determinado a conquistarla.