XVIII

825 Words
El día estaba radiante, los pájaros trinaban a todo pulmón, Cristian y Samantha se dieron el "si quiero" saliendo muy contentos de la iglesia para alegría de todos. Samantha se volteó buscando a Noemí, a la cual le dió un caluroso abrazo, porque sabía que después de la ceremonia la ojiazul se marchaba. Anthony, no estuvo presente, sin embargo, hizo llegar sus buenos deseos antes de su partida. Noemí también ya tenía listo su equipaje, se despidió días antes de todas las personas que la valoraban incluyendo sus amigos del Hospicio. Entre risas y felicitaciones, Cristian posó su mirada hacia el horizonte, allí estaba Richard quién extendio la mano a modo de saludarlo. Cristian le sonrió y le devolvió el saludo, todas las desvanecencias quedaban en el pasado, no podía estar más tiempo molesto con su viejo amigo a quién conocía desde niño. Richard se quedó unos minutos más y desapareció. Sarah entraba al sexto mes de gestación y las cosas con Richard parecían no mejorar. Sarah caminaba de un lado al otro en la biblioteca, esperando la llegada de Richard, tal cómo este le dijo sus vidas eran un infierno, tal vez, la maternidad le estaba afectando, ya no deseaba quedarse más tiempo callada, necesitaba hablar con él, disculparse y sobre todo perdonarse. Richard entraba todo derrotado a la biblioteca, con la intención de servirse un trago, el ver a Noemí, le afectaba mucho, quería acercarse y tenerla entre sus brazos aunque sea por unos minutos, pero simplemente no pudo, porque ella ya no le pertenecía. Cuando estaba en la biblioteca no se percató de que Sarah estaba dentro esperándolo, cuando sus ojos se posaron en ella hizo una mueca de disgusto. —¿Que es lo que quieres?— frunciendo el ceño. —Hablar contigo— con voz altiva. —No tenemos nada de que hablar— exhalando aire— si me disculpas, tengo mucho que hacer.... Estoy ocupado. —Por favor— replicó Sarah en tono de súplica. —¡Habla entonces!— perdiendo la paciencia. —Perdóname— en tono bajo y tartamudeando. —¿Qué es lo que dijiste?— puso los ojos en blanco. —Lo que oíste, lo siento. —Lady Elliot ¿esta arrepentida?— respondiendo de forma sarcástica. —Richard, por favor— respiró— sé que no he sido la mejor mujer, siempre obtuve lo que quería y me vali de artimañas para conseguirlo. Reconozco que humille a Noemí en más de una ocasión y dije cosas que ahora me arrepiento. Sentándose en el sillón, debido a que sus piernas comenzaron a flaquear. —Continua— sin inmutarse. —Temí que me arrebataran lo que es mío... Por Dios, no estaba dispuesta a dejarte ir... ¡acaso no lo entiendes, fuiste el primer hombre en mi vida, fue a ti que entregué mi virtud y tú pensabas desecharme como un canalla, sabiendo que ningún hombre me desposaría!— le cayó una lágrima por la mejilla, mientras sus ojos se ponían cada vez más vidriosos. — Sé que se ha hecho todo por cumplir mis caprichos— entrelazando los dedos— no es necesario que me digas—tomando aire— que me consideran una víbora de las más letales. Sin embargo, la noche que nos conocimos, pareció que no te molestaba y seguiste cortejándome, hasta terminar en la situación en la que estamos—tratando de mantener la compostura antes de caer en llanto. Richard seguía callado, ante la confesión de su mujer. — Se que no me amas y sientes repulsión por mí, pero estamos casados para toda la vida... Te imploro, te suplico... que por favor hagamos las cosas bien... Es por nuestro hijo—dio un suspiro de frustración— sólo piénsalo y se levantó con lo poco de fuerza que le quedaba retirándose toda humillada a su recámara. Richard, caminó unos pasos y cerró la puerta necesitaba pensar. Por primera vez, Sarah tenía razón, jamás le importaron sus sentimientos, sólo la vio como alguien fácil de obtener. ¡Que ciego había sido! Noemí tratando de mostrarle más allá de las apariencias y él comportándose como un patán. Se le iluminaron los ojos y por fin reconocía lo que tanto le costaba admitir, amaba a Noemí; si bien, aún principio fue por la rivalidad que tenía con Anthony que se acercó con el paso de los meses de transformó en amor. —Ahora ya es tarde— susurró, fue un egoísta, sólo pensaba en obtener ventaja, obviando los sentimientos de su mejor amigo, que en todos los sentidos era más digno que él. Se aproximó a la alacena de licores y sacó una botella de whisky quería beber para ahogar su llanto. Pasada la ceremonia, Lord Derby, besó la coronilla de su hija, le costaba despedirse, sin embargo, sabia que no podía retenerla por más que quisiera protegerla. Noemí, Eidel y Sansón subieron al carruaje que las conducía a un nuevo destino.
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