Capítulo 4 Permiso

2496 Words
Megan Lo mire sin decir nada, no tenía mucho para decirle en verdad, tal y como dijo él no era nada mío como tener que decir mucho, tampoco es como si tuviera que darme explicaciones, no era así, sin embargo, me había traído flores, él había tenido el hermoso gesto de enviarme flores cuando no lo esperaba. — Estoy trabajando – me volví a sentar y miré el ordenador. — Creí que veías mi tarjeta – sentí el calor subiendo por mi cuerpo hasta llegar a mis mejillas – Megan. El ruido de sus pasos era amortiguado por la alfombra que cubría todo el lugar, mi respiración flaqueo un poco mientras su cuerpo se pegaba al mío, su mano tomo mi mentón con cuidado, su rostro estaba a centímetros de mío. Desvíe mi vista hacia sus labios y volví a mirar esos pozos oscuros, estaba perdida y lo sabía, no podía con las sensaciones que me invadían, él me provocaba más de lo que pretendía, las mariposas en mi vientre se movía inquietas, mis manos sudaban y mis dientes apretaban mi labio con tanta fuerza que sentía el sabor de la sangre en ellos. Su pulgar paso por él rompiendo mi agarre, negó levemente antes de tomar su pañuelo y limpiar el lugar donde ardía. — Te has lastimado – murmuro bajo – Tenemos que hablar – mire para otro lado – Megan, hablaremos ahora, mírame. Pelee con mi mente por un momento, no quería hacer lo que me decía, pero por otro lado sí, estaba confundida, perdida y con la mente completamente nublada. Volvió a tirar de mi mentón y lo observe en completo silencio. — Trabajo para un empresa de arquitectura, cuando hay nuevos proyectos tengo que ir para hacerme cargo de los presupuestos, ver gastos y llevar el balance – su voz sonaba suave mientras acomodaba mi cabello. – Fui a hacer mi trabajo, en ocasiones es tanto que no tengo tiempo de tomar el celular, sin embargo, eso no excusa, así que, lo siento – mire de nuevo a otro lado. — No tienes que decirme nada – susurre sin poder mirarlo. — Lo sé, pero quiero hacerlo, me interesas – abrí mis ojos asombrada – Eres muy tonta Meg – se levantó – Supongo que tu inocencia es otra de las cosas que me gustan, estas completamente nueva para mí – su voz se volvió más ronca – Para que experimentemos juntos – solté el aire despacio. — No… - mi voz salió débil – Yo no creo que… - balbucee. — Mis padres tuvieron un accidente – lo mire – Por eso desaparecí, ellos no… - tomo aire – Supongo que son cosas que pasan, en un momento estan y al otro ya no – paso la mano por su rostro y me dio la espalda – Quisiera que entendieras que no tenía cabeza para acordarme de nada en ese momento, no podía. Me levante despacio, mis pies se movieron solos mientras atravesaba mi despacho hasta llegar a su lado, Ian giro con los ojos llorosos para mirarme, mi corazón se comprimió y la culpa me golpeo, le estaba reclamando algo cuando él había perdido a sus padres, yo estaba siendo egoísta, pensando solo en mí. Acababa de cometer un gran error, lo había ignora, había hecho que gastara plata en mí y no lo deje hablar, me sentía mal, muy mal con el solo hecho de ver lo que había hecho. Mis brazos rodearon su cuerpo mientras apoyaba la cabeza en su pecho, sus manos me rodearon despacio mientras dejaba un beso en mi cabeza, suspiro largo y no dijo nada, ninguno de los dos, solo me quede en silencio, escuchando su latido desenfrenado. Me aparte un poco para mirarlo a los ojos, pero no me soltó, solo tomo mi mentón y mantuvo mi rostro cerca del suyo. — Lo lamento – susurre nerviosa – Lamento mucho tu perdida – sonrio de lado. — Es parte de la vida Meg, es triste, pero la realidad es que no teníamos buena relación – mire nuestro agarre y me separe de un salto. — Dios, lo lamento, esto no es apropiado – sonrió de nuevo antes de acercarse. — ¿Cómo te llevas con tus padres Megan? – mi nombre salió como una melodía desde sus labios. — Tengo muy buena relación con mis padres – hizo una mueca – Soy su única hija, hablo con ellos a diario, se fueron a vivir a Pensilvania, justo este mes que paso – suspiro. — Lamento lo que hice – sonreí débilmente. — Esta bien, lo entiendo – trate de alejarme, pero me volvió a tomar el rostro – Yo también lo lamento, pero creo que estamos muy cerca – me miro divertido. — Esta bien, te perdono – lo mire confuso – Pero para perdonarte bien, bien por hacerme sufrir más de lo que sufría – se acerco a mi cuerpo – Quiero un beso. Abrí los ojos bien grandes, él quería besarme, a mí. Negué mientras me alejaba, pero me tomo de la cintura pegándome de nuevo contra su pecho, jadee por la sorpresa mientras ponía mis manos en su pecho, Ian se rio por lo bajo, su mano tomo mi cuello y subió mi mentón para mirarme de nuevo a los ojos. Yo no había besado nunca a nadie, jamás bese a nadie en mi vida, no tenía idea de que quería hacer y él o era mi novio, no podía besar a chicos solo porque sí, mi familia estaría completamente decepcionada de mí. — Sabes, me gusta esa inocencia que tienes – se acercó. — Yo, yo… - balbucee – No sé cómo se hace – sonrió más grande. — Tranquila cariño, yo me encargare de enseñarte cada cosa – sus labios rozaron los míos con delicadeza – Porque eres mía nena, y lo serás para siempre. – su boca toco la mía en un pico. – Solo sígueme a mí. Afirme como tonta mientras sus labios se posaron en los míos, se movió despacio, solo un leve roce que después dejo a su lengua tocando mi labio inferior, abrí la boca despacio, estaba tratando de entender que debía hacer y sabía que era pésima en esto, pero Ian no se quejó, solo se apartó y me miro. — Esta noche tenemos una cita – beso de nuevo mis labios – Ponte un vestido – parpadee. — No me voy a acostar contigo – su pecho subió por la risa. — No nena, eso lo haremos cuando estes preparada y luego de que le pedí permiso a tus padres para salir contigo – jadeé. — ¿Qué? – me miro. — El fin de semana iremos a Pensilvania, los visitaremos y le pediré permiso a tu padre para salir contigo, por ahora, tenemos una cita. No me dio tiempo de decir nada, simplemente abrió la puerta y salió, tampoco pude detenerlo porque automáticamente el señor Fuller, entro en mi despacho, suspire ofuscada y me lleve levemente la boca a los labios, acababa de besarme, me acababa de dar mi primer beso. — Señorita Carpenter – estiro la mano y me acerque. — Señor Fuller, es un placer – señale la silla – Por favor, siéntese y hablemos de negocios – sus ojos brillaron. — Veamos señorita, quiero realizar mis cumpleaños cincuenta en el hotel, quería reservar toda el ala norte, las mesas de póker, blackjack, algunas ruletas, todos los invitados son de primera clase, si me entiende – afirme. – Así que espero que me ofrezca lo mejor que tiene. Pase la mitad de la tarde sacándome la mano del señor Fuller de mi espalda, mostrándole las instalaciones mientras hablaba de la posibilidad de reservarme todo el piso que había en la planta alta. Cuando terminamos y dejo listo el deposito hablo de la comida que quería y como celebraría su fiesta empresarial en unos meses, aproveche tal y como dijo Luna para ofrecer hospedaje en el hotel, su hotel que estaba justo al lado, es que mi amiga había pensado en todo, cada cosa que podía. Pase horas con él hasta que Ian me busco por mi casa aquella noche, volvió a besarme y decirme lo despampanante que estaba, fue amoroso, dulce y todo un caballero, al igual que los siguientes días, hasta que llego el fin de semana. Mis nervios estaban en su punto máximo, apenas podía con mi genio mientras prepara la valija, Ian llego exactamente a las nueve de la mañana, teníamos todo un camino para llegar hasta allá, íbamos en auto y nos turnaríamos para manejar su coche. Era mi primer viaje en pareja, la primera experiencia que tenía en esto y era con él, otra primera vez para los dos. Paramos en uno de esos hoteles en medio de la carretera, pidió una habitación con dos camas porque se negaba a dejarme sola en el medio de la nada, beso mis labios, mi frente y se acostó a dormir, no me toco, no intento nada de nada, solo durmió. Lo que me hizo sentir completamente desencajada porque yo esperaba algo más, quería que me abrazara o tener algún momento con él, sobre todo porque estaba completamente loca por ese sujeto, me tenía embobada hasta el punto tal de olvidarme de las cosas que siempre me dije que haría. Por ejemplo, pensar en sexo con alguien que no es mi novio, yo no era de esas, jamás lo fui. Tardamos unos días en llegar, cuando debíamos hacerlo en seis horas, pero eso se debió a que Ian decidió que estaría bueno pasar un tiempo juntos y conocernos, algo a lo que accedí sin problema, mis padres no sabían que llegaba, era una sorpresa. Lo disfrute, mucho, me gusto pasar esos momentos con él, reírnos, conocerlo, saber si era alérgico a algo, escucharlo hablar de su infancia o el cariño que le tenía a sus amigos de Seattle. Le conté de mi vida, cada detalle que quiso saber se lo dije, era increíble como cada cosa que escuchaba parecía fascinarle, yo parecía fascinarle y eso me volvía loca, que apareciera en mi vida de la noche a la mañana me tenía en una nube. — Llegamos – miro la casa y yo igual. — Creo que no quiero hacer esto – murmure y se rio. — Vamos cariño, estoy contigo – se bajo del auto y camino hasta abrirme – Es a mí al que le van a pegar o sacar a puros escopetazos. La puerta de casa se abrió y mis padres salieron, papá miro a Ian con cara de desconfianza y luego poso sus ojos en mí, me removí inquieta mientras intentaba concentrarme en lo que tenía que decir, aunque yo no hablaría mucho. Abrí la boca para hablar pero me calle cuando papá camino a paso firme todo enojado. Ian se puso delante de mí cubriéndome despacio con su cuerpo. — Buenas tardes señor y señora Carpenter – hablo tranquilo – Mi nombre es Ian Pennington soy amigo de su hija Megan – el silencio reino. — ¿Amigo? – la voz seca de mi padre me hizo encogerme un poco más. — Sí amigos – respondió – Aunque no es lo que quiero ser de ella – jadee horrorizada. – Vera, su hija me hablo mucho de ustedes y sus creencias, seré sincero, no comparto algunas, pero me he enamorado de su hija y quise venir aquí para pedirle permiso – otro jadeo llego. — ¿Qué? – papá parecía igual de sorprendido que yo ¿enamorado? — Lo que escucho, su hija me gusta mucho y quiero salir con ella, pero no quiero faltarle el respeto, así que me tome la libertad de venir y traerla conmigo – se aparto y observe a mi padre – Solo quiero hacer esto bien con ella y ustedes, no me atrevería a faltarle jamás el respeto y me encantaría tener algo a futuro, pero primero quiero conocerla y deseo su bendición – parpadee incrédula mirándolo. — Mi bendición – murmuro. — Cariño, él ama a nuestra nena y quiere salir con ella – mamá parecía emocionada. — Mi hija necesita una pareja que la proteja – dios, que no diga que pelea, que no diga que pelea. — Lo sé, son contador en una empresa, me dedico a eso, no soy millonario pero me puedo hacer cargo de ella, cuidarla y asegurarme de que no le falte nada – me erguí. — Yo trabajo, no quiero que me mantengas – Ian me miro con los ojos brillantes. — Lo sé, pero si no puedes trabajar en algún momento, o te quedas sin trabajo, puedo responder por los dos – hablo tranquilo y mire a mi padre. — No puedes tocarla hasta que se casen. – papá parecía pelear con su mente. — Lo sé y lo respeto – parpadee. — ¿De donde la conoces? – mamá hablo y mi padre la miro mal. — Soy amigo de Luna señora Carpenter – afirmaron. — Pasen, seguro estan cansados por el viaje. Cuando mi padre dijo aquellas palabras el peso de mis hombros se aliviano, mis manos dejaron de sudar y todo mi cuerpo se relajó, no hizo falta mucho más, al finalizar la tarde mis padres lo amaban, Ian apenas me tocaba delante de ellos y mantenía los modales de una manera increíble, dormimos en aquí, yo en mi habitación y él se fue con un colchón al estudio. No salió, no se coló en mi cuarto y cuando amaneció dejo todo de nuevo en su lugar, mamá parecía volar en un mundo rosa y mi padre sonreí de lado cuando hablaban del futuro y como cuidarme. Él dijo las palabras perfectas, quizás demasiados perfectas. Supongo que eso fue el comienzo de lo que me esperaba, porque después de aquel fin de semana, Ian desapareció de nuevo, me enviaba mensajes, pero se fue por exactamente tres meses. Llamaba, enviaba mensajes y decía cosas lindas, pero todo se sentía de alguna manera raro, me regañe varias veces por pensar en ello, no quise ser mala y me sentí culpable cada vez que me ponía distante con él, sobre todo cuando hacía llegar flores a casa o algún chocolate. Sabía que trabajaba igual que yo, que estaba haciendo lo mejor que podía, que pasaría varias veces más y que no podíamos hacer mucho para cambiarlo, sobre todo cuando a la mitad de una charla decía que no podía vivir sin mí, cuando me decía que quería que tuviéramos un futuro juntos, sobre todo cuando murmuraba los te extraño en medio de alguna conversación. Era demasiado perfecto, real y electrizante, me estaba volviendo loca, él me tenía loca, completamente enamora, culposa y algo cargosa, era una cría cuando de él se trataba, me sentía insegura y me daba la sensación de que algo ocultaba. Sensación que murió aquel día que toco la puerta de mi casa.
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