Capítulo 3 Perdón

2649 Words
Megan No podía creer lo que mis ojos veían, quizás era un espejismos, aunque no hacía tanto calor como para que hubiera uno a esta hora, sobre todo porque pasaban de las cinco de la tarde, sin embargo, ahí estaba, sus ojos estaban fijos en los míos mientras yo caminaba. Había intentado no detenerme a medio andar, no quedarme completamente paralizada mientras lo veía apoyado en su auto, un auto que parecía muy nuevo para su trabajo, como era posible que un contador tuviera un último modelo, o quizás del año pasado, pero yo no lo tenía, no había forma que lo tuviera, ni siquiera con mi nuevo trabajo, eso que Luna no me pagaba mal. En este casi mes y medio habían pasado muchas cosas, la primera, aprobé mi informe de derecho laboral, Sam tuvo el gesto de leerlo antes, justo después de que me vio llorar por mi estrés, o mejor dicho por mi corazón roto, porque el cabrón delante de mis ojos había roto mi corazón. Mis padres se habían ido y ahora vivía sola, no voy a negar que me pase los primero ocho días llorando desde que se fueron, pues es lo que había pasado cuando me dejaron sola con la casa entera para mí. Les había pedido que se llevaran sus cosas, ellos no tenían la plata para comprar muebles nuevos y lo sabía, y no quería que me los dejaran por miedo a que yo no tuviera algo con lo que sustentar mi vida, era una realidad que no lo tenía, pero con mi nuevo trabajo podía permitirme decorar la casa a mi gusto y lo estaba haciendo. Tenía un nuevo sillón y mesa ratonera, mi heladera era un poco más chica, prestada y vieja, además llevaba semanas lavando mi ropa a mano, pero no me quejaba, tenía que salir sola, aprender a crecer y era lo que quería, lograr cosas por mi misma, no quería la caridad de mis padres. Suspire mientras me desviaba de donde él estaba y caminaba hacia el otro lado, salude a uno de mis compañeros con la mano y le sonreí a otro mientras me alejaba, lo escuche llamarme pero no lo mire, no quería hacerlo, necesitaba mantenerme alejada de él porque era una tonta en lo que a relaciones se refería. Yo no tenía la experiencia de Ian, no era como Luna, no había besado chicos, no había tenido sexo y mucho menos pase mucho tiempo con el género opuesto como para saber como relacionarme, era una mojigata, mis antiguos compañeros me lo decían y ahora lo creía. — Megan – se acercó trotando – Por favor, espera – no le preste atención y seguí. Escuche como murmuraba algo y volvía a seguirme mientras yo caminaba sin siquiera mirarlo, no quería saber nada con él, no me interesaba saber nada de él, solo quería que me dejara en paz, que se fuera a otro lado y no volviera, era lo mejor para los dos, porque si hablaba, si lo dejaba decirle algo, quizás no podría negarme. — Megan – tomo mi mano y me freno – Te estoy hablando, ¿Por qué no respondes? – lo mire. — ¿Por qué debería hacer eso? – arque mi ceja mientras mantenía mi mirada seca. — Bien, esto no es como lo imagine – murmuro. — ¿Qué imaginaste? – era el colmo, se había ido más de un mes, un maldito mes. — Mira lo siento, sé que me desaparecí en más de un mes – ni tampoco mandaste mensajes - Pero hay una explicación – suspiro mientras pasaba la mano por su rostro. — No me importa lo que quieras decirme, salimos una vez, no me debes explicaciones – su cuerpo se tensó por completo. — Lo sé, no tengo por qué, no eres mi novia. Algo en mi pecho de removió y compacto, tenía razón no era nada de él, no éramos nada, no merecía ningún tipo de explicación, no tenía por qué, no importaba que me hubiera dicho que fue su mejor cita o la forma en que me miro a los ojos durante la velada, tampoco tenía que interesarme como tomo mi mano mientras me acompañaba a la puerta de casa, aun cuando trate de apartarme. Me hizo pensar que estaba interesando me mí, que le había gustado estar conmigo, me hizo caer como una mosca en la miel, yo fui directo al precipicio, no vi el espacio que había, solo me caí, golpee contra el concreto y me quede ahí, llorando como una tonta durante las últimas semanas. Lo mire un momento, peleando contra el dolor que me ocasionaba sus palabras, tratando de pasar por alto mí repentino enamoramiento, porque sí, me había encantado este sujeto que ahora me miraba, no sabía por qué había sucedido tan rápido, tampoco como dejé que esto pasará. Tal vez se debía a que yo nunca había tenido experiencia con hombres, no estaba al tanto de lo que se suponía tenía que ocurrir con ellos, era una completa novata en esto del amor y me dolía que fuera así, me dolía que él no haya sentido nada. — Tú lo dijiste – seguí caminando ignorando el dolor en mí pecho. — No es para que te pongas así, estás actuando como una niña, puedes escucharme – negué. — No, no quiero, la niña se va. Pisé firme mientras me alejaba para tomar el camino a casa, Ian me volvió a llamar, pero no me detuve, solo seguí por mi sendero, no tenía sentido nada de esto, que yo hablara con él, que esperara a que dijera algo, no sabía que esperaba. ¿Flores? ¿Dulces? ¿Una tarjeta de disculpas? En verdad si sabía lo que esperaba, yo había esperado un mensaje, un simple mensaje que dijera algo, no sé, quizás un “oye, no podre cumplir mi promesa de una próxima cita en un futuro cercano, lo siento, no encuentro a mi tortuga”. No es como si cambiara algo, quizás no me lo creería, mentía, le creería porque una parte de mí quería que pasara más entre nosotros, porque me sentía atraída por él, porque era la primera vez que quería más. Las lágrimas cayeron por mí mejilla una tras otra mientras seguía mi camino a casa, no tenía coche, no podía permitirme comprar uno todavía, apenas me estaba acomodando, eso que Luna me pago por adelantado, pero no era tanto como para comprarme un coche, con suerte con unos sueldos más podría conseguir uno de segunda mano y mejorar mis tiempo, pues ahora tenía que llegar para bañarme, cambiarme e irme a trabajar, eso era lo importante, mi trabajo. Tenía que dejar de pensar en Ian, él no merecía toda esta atención, yo tenía que ser fuerte, tenía que poner mantenerme fuerte. Suspiré de nuevo mientras hacía las interminables cuadras, tenía varios kilómetros, unas cincuenta cuadras, cuadras que tarde aproximadamente unos treinta minutos en recorrer para llegar, treinta minutos en los que cabe aclarar que llore como una niña tonta, treinta minutos que me dejaron sin una sola lágrima en mí sistema. Al menos esto se acabaría hoy. Abro la puerta de casa sin ánimos, mis pies se mueven mientras tiro las llaves sobre la mesa redonda plegable, las boletas que tengo que pagar estan sobre ella, no he tenido tiempo, nunca puedo, pierdo muchos minutos de aquí para allá, no es algo que pueda hacer, además estoy ahorrando plata para generar una buena inversión, solo necesito unos meses y podré cambiar mi estilo de vida. Me adentro en la ducha y me baño, la casa se sentía más sola que de costumbre el día de hoy y trataba de ignorar aquel dolor que me ocasionaba, no importaba que para los demás me viera fuerte y segura, yo no tenía nada de eso en mí sistema, no era fuerte ni segura, tenía problemas con mi físico y carácter, era fácil de dañar, siempre fui ingenua, mi educación no ayudaba, solo sabía comportarme como era debido, no podía levantar la voz, no tenía mucha opinión cuando se trataba de temas familiares. De hecho, fue toda una sorpresa que mis padres me hayan dejado quedarme, que mi padre me haya dejado decidir y sabía que aquello se lo debía a mi madre, sabía que era ella la encargada de que yo pudiera tener un futuro distinto, porque me lo dijo, quería algo nuevo para mí, no vivir en lo ortodoxo, no quería que me quedara en eso. Con respecto a mi físico no podía decir, no tenía un cuerpo que era increíble, me faltaban senos, mi cintura era pequeña y carecía de pompas, tenía un poco, pero no lo suficiente para llamar la atención, no me molestaba, ahora no lo hacía, pero gracias a eso sufrí mucho en mi adolescencia, mis compañeros no eran los mejores, ninguno en ese colegio era bueno. Con el tiempo mi autoestima no mejoró, supongo que tenía que tratar esa parte de mi vida. Suspire mirándome al espejo, Luna me había llevado de compras unas semanas atrás, me compro todo tipo de prendas, cada una de las que necesitaba para ir al casino, no me sentía cómoda con eso, sobre todo porque me pagaba un sueldo considerablemente alto, Mateo se encargó de mi parte, fue mi abogado, lo que me dio curiosidad, pues eran familia y si yo me enojaba o tenía un problema grave, él los demandaría ¿Cómo haría eso? Me negué, varias veces, pero ellos insistieron, Mateo aseguro que no habría problema, nadie era tan tonto como para querer pelear contra él, el sujeto se quería mucho y eso debía ser bueno. En fin, Luna lleno mi ropero, no me lo descontó, dijo y lo puso por escrito que era parte de su contratación, ya que exigía vestimenta de un tipo en específico, ella se haría cargo – por específico se refirió a remeras de sedas, faldas de sastre y otras cosas innecesarias – ella dijo que era necesario para dar una buena apariencia en el lugar, yo tenía que dar las ordenes e infundir poder. La ropa da poder, el aspecto da poder y mi amiga estaba usando excusas para justificar las cosas de más que me daba. Volví a salir de casa ahora mucho más tranquila, cerré con llame mientras escuchaba música con mis auriculares, pero me detuve en seco cuando al girar un auto n***o paro en la puerta, maldije pensando que era Ian, hasta que detrás de este un auto rojo hizo acto de presencia. Luna se bajó con una gran sonrisa, de aquel vehículo despampanante y Ben se apoyó en su carro deportivo, mis mirada paso de uno al otro hasta que se centró en Luna que venía moviendo las llave en mano, negué varias veces y ella afirmo. — No – afirmo de nuevo. — Toma – lanzo las llaves y me queje. — Luna, no quiero caridad – sonrió de lado y negó. – He aceptado demasiado ya, por favor, basta – sonrió como niño travieso. — Es el auto de la empresa – ladee el rostro y subí mi ceja, ella no tenía una empresa – Bueno, lo compre yo, pero mira, es bellísimo – aplaudió varias veces. — Entonces toma – le largue las llaves y la atrapo. — No, es tuyo – volvió a lanzarlas a mi mano. — No puedo aceptarlo – me observo negando mientras se las tendí – Gracias, pero no. — No puedes llegar toda transpirada al casino – jadee. – Necesitas un coche. — No llego toda transpirada – me observo en silencio – Joder, eso no pasa – siguió callada – Luna – cruzo los brazos y me miro como si fuera una mentirosa - ¿Lo hago? — Cuando decides usar pantalones largos – me miro de arriba abajo – Me gusta cómo te queda ese vestido, que buen gusto tienes – parpadee. — Lo elegiste tú – la señale. — Tengo un increíble gusto, de eso no hay duda – rodé los ojos – En fin, llegas tarde, hoy va Fuller para ver las instalaciones, quiere realizar un evento, estaba en la agenda, lo programe antes de pasarte el mando, iré mañana a explicarte todo, hoy estoy un poco cansada – sonreí de lado. — ¿Has ido al médico? – afirmo – Sí, solo es estrés, pero no es importante ahora, lo importante es que te adaptes antes de que me vaya, necesito que lleves todo esto tu sola – mire las llave. — Cuando tenga dinero para mi coche, te lo devuelvo – negó. — No, te lo voy a descontar de aquí hasta que me vaya, casi no lo notaras y le gana a la inflación, en cuatro años este coche no será el más nuevo y tu podrás hacer lo que quieras con él – me miro – Menos quemarlo – abrió su cartera – Esta a tu nombre, esta el numero del seguro, ya pagué el año, se que no es un gasto que tengas previsto – suspire. — Quiero hacerlo – tomo aire. — Lo sé, no te ayudare más, depende de ti que esto funcione, yo te doy el empujón, el coche lo pagaras, la ropa es un regalo, lo demás depende de ti – miro hacia atrás – Por cierto – me observo. — ¿Qué? – tomo aire y dudo por un momento. — Ian me pregunto por ti, le dije que se podía ir con los Umpa Lumpa, pero dice que tiene una explicación – suspiré. — No la quiero, no quiero enamorarme de él – hizo una mueca. — Lo sé, solo te avisaba, ahora a trabajar, te descontare si llegas tarde. Sabía que no mentía, le pedí que no me tratara diferente, así que simplemente me despedí y fui directo a mi trabajo. Lo increíble de los casinos es que siempre tienen gente, no importa si son las dos de la mañana o las nueve, tampoco parece que importe los horarios de comida, hay personas que parecen vivir dentro de esto, solo lo sacan cuando empiezan a apestar de más, es cuando les piden que se vayan a su domicilio, aunque vuelve tiempo después. Saludo a todos los guardias mientras que camino, una de las chicas se acerca para darme la agenda mientras me explica todo lo que hay para hoy, me ha dicho su nombre algunas veces, varías veces, pero no puedo recordarlo todavía, soy buena con los números, administrando, no recordando nombres. Entre en la oficina mirando lo que me decía, observando cada punto. — Y le llegaron esas flores – mire encima del escritorio el enorme ramo de rosas roja – Tiene tarjeta – tome la agenda y camine hasta mi escritorio. — Bien, gracias – mis ojos se quedaron clavados en el arreglo – La cita del día de hoy – balbucee un poco perdida. — ¿Sí? – carraspeo. — Por favor hazlo pasar cuando llegue – afirmo despacio. — Claro, entiendo, no se preocupe – sonrió un poco y salió. Mis manos fueron al arreglo apenas cerro la puerta, sonreí mientras tocaba los pétalos de las flores y tomé la tarjeta en mis manos para tratar de saber quién había sido. Mis dedos desdoblaron el papel y mis ojos se abrieron grandes cuando su nombre apareció en el pequeño cuadrado blanco. “En verdad hay una buena explicación para lo que sucedió, no quiero perder lo que siento que se formó, por favor, perdóname” La releí una y otra vez hasta que la puerta se abrió, carraspee incomoda y levante el rostro con una sonrisa mientras estiraba la mano. — Buenas tardes señor Fuller… - deje las palabras volando cuando la imagen recibida no era de la persona que esperaba. – Ian – susurre. — Tenemos que hablar.
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