Capítulo 2 Excusas

2502 Words
Un tiempo antes Megan No podía evitar sentirme mal mientras observaba mis clases, tenía todo organizado, era una persona organizada, cumplidora, tenía buenas notas, iba a ser buena en esto, solo faltaba unos meses, un pocos meses y podría ponerme en ello, ser buena en lo mío, pero había un problema, en pequeño gran problema, él había desaparecido. Ian después de nuestra primera cita, de hablar de una segunda, de pedirme mi maldito número de teléfono se había ido, es como si hubieran puesto una bomba de humo y él había aprovechado ese momento para desaparecer hasta el punto tal que ni siquiera figuraba en línea cuando te adentrabas en su chat. Me había visto la cara de tonta. Supongo que no debería haberme sorprendido, digo, él había tenido una simple cita conmigo, nos habíamos visto por cuanto ¿cuatro horas? Ambos pasamos un breve momento, no fue la gran cosa, solo una comida común y corriente, una charla trivial como las que encuentras en tu repertorio de “cita común”, podíamos decir que había hecho la tarea y buscado todos los puntos correctos para hacer que su cita, sea una de las mejores de toda mi existencia. Supongo que la cara de mujeriego era por algo, pues Ian era jodidamente encantador, tan encantador que dolía como el infierno que haya pasado de mi tan fácil – mi madre estaría decepcionada en este momento de mí – sobre todo porque hubiera esperado que, aunque sea me hubiera dado un beso, no pedía mucho, quizás pasar un poco de la primera base. Es como si me hubiera dado el bate, se había colocado en su puesto de lanzador y nunca lanzo la pelota lo que me hacía sentir peor conmigo misma, porque yo no besaba chicos porque sí, no hacía ninguna de esas cosas, sin embargo, estaba esperando que el chico castaño hiciera lo suyo conmigo. Das vergüenza Megan, pareces una colegiala. — Señorita Carpenter – parpadee y mire a mi profesor de Derecho. — Profesor Gilbert – sonreí. — ¿Va a responder? O solo va a sonreír – mire a los costados. — Lo siento, me distraje ¿Podría repetir la pregunta? – sus cejas se juntaron un poco. — ¿Por qué debería hacer eso? – mis compañeros me observaron de nuevo y me cohibí un poco. — Derecho laboral – susurraron a mi espalda - ¿Qué es? – tome aire. — Y bien – mire la pizarra. — El derecho laboral en América es una colección heterogénea que abarca tanto leyes federales como estatales. – su ceja se arqueo – La ley federal no solo fija las bases que determinan los derechos de los trabajadores a sindicalizarse en el sector privado, pero también invalidan la mayor parte de las leyes locales y estatales que quieran regular esta área. – tome aire – Aunque la ley federal también provee de derechos más limitados a empleados del gobierno federal. No obstante, no aplican a empleados de gobiernos estatales y municipales, agricultores o empleados domésticos; cualquier protección legal que tengan estos trabajadores proviene de la ley estatal. – se quedó mirándome un poco más. — ¿Por qué? — La ley estatal provee derechos más abarcadores que la federal y les da la seguridad de conservar su trabajo, algo que no sucede en la otra, aunque la federal tiene su restricciones – volvió a caminar. Me concentre de nuevo en mi profesor, escuchando su clase, no importaba que ya la hubiera estudiado con bastante tiempo, que preparara cada clase como se suponía que lo haría, nada de eso importaba porque acababa de ganarme mi primer enemigo gracias a mi fallida cita. El timbre sonó y me di vuelta para observar a mi compañero y sonreírle, le agradecí brevemente y me guiño un ojo antes de levantarse de su asiento e irse, era bueno saber que todavía existía gente buena que no quería verte hacer el ridículo. Tome mis cosas y comencé a caminar a la salida cuando la voz de mi profesor me detuvo, gire para verlo con una nueva sonrisa en mi rostro, una que se borro en cuanto su cara de ogro llego. — Señorita Carpenter – cruzo los brazos – Espero que no se vuelva a repetir lo de hoy. Mis ojos se quedaron fijos en los suyos, eran marrones oscuros y profundos, llevaba un corte moderno y la camisa blanca dentro de unos pantalones de vestir que se ajustaban perfecto a sus piernas, las mujeres del curso solían babear mucho por él, yo no le encontraba tan fascinante como para hacerlo, pero, viendo ahora, no estaba nada feo. — Mis disculpas por lo sucedido – tomé aire – No dormí bien anoche y estoy un poco distraída por el cansancio – excusas, muchas excusas. — ¿Crees que te voy a creer eso? – arqueo una ceja y relamió sus labios – Quiero un informe diez mil palabras sobre derecho laboral para la próxima clase – mi boca se abrió grande. — Eso es en dos días – jadee – Por favor, soy la mejor de la clase siempre participo y mis notas son impecables, debe ser una broma – ladeo su rostro. — Te conviene empezar pronto, de paso, dejas de pensar en lo que sea que te distraiga – se giró – Puede que mi clase no guste, pero tienes que cumplir igual con ella – aprete los dientes evitando mis ganas de llorar – Sobre todo si vas a manejar una empresa, lo vas a necesitar si quieren demandarte. — Muchas gracias por su consejo – tome aire evitando llorar - ¿Puedo retirarme? – movió la mano. Supongo que esperaba algún tipo de reacción de mi parte, otra, pero yo no tenía mucho para decir, no podía, mis padres me habían explicado como se debía comportar una dama, las cosas que no podíamos hacer, los niveles de jerarquía y este sujeto gruñón estaba por encima de mí, me gustase o no, esa era la realidad. Me fui a casa después de todas mis clases, Luna había estado un poco desaparecida en estos días y me ponía ansiosa, no es que fuera la mejor haciendo amigos, de hecho, era un desastre, las personas se dejaban de juntar conmigo cuando veían que no iba a las fiestas con ellos o no tomaba alcohol como si fuera agua. Con Luna no pasaba eso, ella apenas salía, cuando lo hacia prefería los centros comerciales, ver películas o se iba a instalar por horas dentro de la escuela de danza, ella era lo que yo conocía como mi otra mitad, ambas congeniábamos en lo que queríamos hacer, teníamos gustos parecidos. Llegue a casa después de media hora, no vivía en el campus porque mis padres decían que ahí se pervertía la mente de chicas dulces y buenas como yo, así que no podía sonar con una vida normal, tener experiencias como las personas normales, no, yo solo podía pensar en vivir con ellos. — Llegas cinco minutos tarde hija – mi papá miraba el reloj en su mano. — Lo siento señor, el colectivo se demoró en llegar – afirmo despacio. — ¿Para que tienes teléfono? – aprete mis manos en los cuadernos. — No saco el teléfono en la calle, me dijo que es peligroso – hable bajo mirando al suelo. — Bien – lo mire y me sonrió – Vamos a comer, tu madre hizo la cena – afirme. — Dejare mis cosas en la habitación y cambiare mi ropa – informe despacio antes de subir. Mi padre solía ser el más duro de los dos, mamá era amorosa, pero todo se hacía a un lado cuando mi padre alzaba la voz para decir lo que pensaba, eso incluía dejarnos como unas mujeres débiles, porque me habían criado para ser una buena mujer, la mejor mujer de todas. Sabía planchar, coser, cocinar, era buena con las manualidades y tenía un master en orden y sanidad, eso era lo que podía decir de mi persona, quizás hasta estaba preparada para criar hijos, pero siempre había querido estudiar, siempre quise tener un futuro diferente, quería hacer una carrera y luego de que ellos lo entendieran, todo fue un poco mejor. Papá se había visto un poco receloso a que me vaya, así que decidí estudiar acá, me pagan los estudios, tenía una media beca y era muy dedicada a lo mío, porque puede que no fuéramos pobres, pues no lo éramos, teníamos una clase económica estable, no nadábamos en dinero, pero mi padre era dueño de una tienda de muebles artesanales, él mismo los confeccionaba, era bueno, vendía, pero seguía siendo un pequeño negocio. Mamá era ama de casa, su vida había trascurrido aquí, dentro de las paredes de esta casa, ella había decidido quedarse a criar hijos y atender a su marido, era buena en lo suyo, super inteligente y tenía un vocabulario increíble, pero no hizo más que esto, bueno, quizás lamentar no tener más hijos, porque estoy segura que tendría ocho de ser por ella. Baje las escaleras con mi vestido largo hasta el tobillo, la tela llena de flores dejaba mi cuerpo entero cubierto, ya que era de cuello cerrado y mangas largas, el estilo conservador iba de acuerdo a lo que papá quería. — Lamento la demora – me acomode en la silla. — Bien, lo importante es que estas aquí – papá junto las manos y lo imitamos – Señor… Agradecimos los alimentos antes de que mamá se levantara y comenzara a servir, todo estaba tranquilo como siempre hasta que mi padre abrió la boca. — Megan, hemos tomado una decisión – deje mi comida y lo mire. — ¿Qué ocurre? — Con tu padre hablamos, hemos decidido vender el local de muebles, aceptare la oferta de aquel hombre – lo mire sin creérmelo. — Eso es muy bueno, pueden estar tranquilos y disfrutar, yo trabajare en el casino de Luna, mantendré esto – se miraron. — Exactamente eso es lo que no queremos – tomo aire – Nos vamos al pueblo de tu madre, te vienes con nosotros y dejas todo esto, mi hija no va a trabajar en algo tan vergonzoso como eso, es un pecado, ayudas a las personas a pecar – tome aire. — No me iré. Las palabras salieron por si solas, no sabía de donde había encontrado el valor para hacerlo, pero lo había dicho, quería terminar mis estudios, recibirme, tener la posibilidad de un futuro mejor, no quería servir café y criar hijos, yo no podía. — ¿Cómo? – su voz salió seca. — Papá, quiero terminar mis estudios, trabajar, quiero hacer esto, yo no obligo a nadie a hacer lo que ellos hacen, solo voy a administrar el lugar, estudie para eso, Luna es mi amiga, la única que tengo y necesita mi ayuda – suspiraron. — No estamos de acuerdo con tu nuevo trabajo – tome aire de nuevo. Nunca les había pedido nada, jamás les pedí ni una sola cosa, respetaba sus creencias, en algunas cosas participaba, pero no era cien por ciento devota de todo esto, ellos lo sabían, sabían que podía elegir. — Siempre he sido una buena hija, yo jamás hice algo malo, le comenté del trabajo, les expliqué todo y pedí su bendición, aun sabiendo que puedo hacerlo porque soy mayor de edad, pero me interesa esto, quiero esto, por favor, les ruego, no me pongan en esta situación – ambos me miraron. Sabía lo que querían decir mis palabras, si me hacían elegir, elegiría mi futuro, algo que nos separaría, que me haría llorar, pero que lo haría de igual forma, solo necesitaba esto, aunque me doliera las consecuencias. — Está bien – papá me miro – Puedes quedarte con la casa, nosotros iremos allá, pero tienes que prometer que nos iras a ver, que pasaras al menos algunos días con nosotros en el año – sonreí. — Lo prometo señor – sonreí antes de levantarme y abrazarlo. – Gracias padre, muchísimas gracias – me separe para ir con mamá. – Mamá – me sonrió. — Sabía que lo lograrías – murmuro en mi odio – No te rindas nunca hija – su voz era baja, tan baja que parecía mentira – Estoy orgullosa de ti. Me aleje con los ojos llorosos mientras terminaba de cenar, era algo nuevo en mi madre, sus ojos brillaban con una alegría nueva, pase la noche hablando con ellos, ellos se irían dentro en una semana, lo que me dejaba poco tiempo con ellos, pero por suerte no se irían muy lejos, solo estarían en Pensilvania, eran un par de horas de viaje, podríamos con esto. Pase la mitad de la noche intentando adelantar el trabajo de mi profesor solo había logrado la mitad de este para cuando me quede dormida sobre la cómoda, lo que no mejoro en la mañana cuando mi madre me despertó porque llegaba tarde. Estaba de mal humor, no había dormido mucho, mis padres se iban, Ian llevaba una semana y media completamente desaparecido y comenzaba a sentirme como una idiota, hasta el punto de creer que yo era la falla en esta gran ecuación. — Meg – Luna me sonrió al lado de Sam y su esposo. – Esta noche vamos a ir al cine ¿vienes? — Hola a todos – me observaron con los ojos bien abiertos. – No, no puedo – suspire largo. — ¿Pasa algo? – Luna juntos sus cejas. — El diabólico profesor Gilbert – suspire. — ¿El de derecho empresarial? – afirme. - ¿Qué pasa con él? – las ganas de llorar volvieron. — El malvado me esta haciendo hacer un informe completo de diez mil palabras para mañana – las lágrimas abandonaron mis ojos – Es un ogro, todo porque me distraje un poco, tengo todo diez en su materia. – limpie mis mejillas. — Suena a un castigo – Mateo hablo - ¿Es así con todos? – Luna suspiro. — Peor, eso no es nada, a un compañero que llego tarde todo un mes lo hizo preparar un informe detallado de todos los aspectos legales de una empresa, para el otro día y luego exponerlo, nadie llego tarde nunca más – Sam y su marido se miraron. — ¿Cómo se llama? – Sam curioso. — Marcus Gilbert – respondí enojada y mire al otro lado del campo – He ahí el diablo vestido de hombre – señale con mi cabeza. — Eso es imposible, yo soy el diablo – Mateo sonrió como el gato de Alicia – Pero veremos que tan bueno es – nos guiño un ojo y se alejó. — ¿Le dirá lo que dije? – mi voz salió completamente alarmada. — Puede ser – mi color bajo y Sam se rio – Es broma, no lo hará. Bien, era mujer muerta si lo hacía, sobro todo porque no había terminado mi lindo informe.
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