Capítulo 6 ¿Quién eres?

2528 Words
Megan — Por todo lloras – su grito me erizo la piel. - ¿Qué te pasa ahora? ¿Qué quieres? – lo mire cohibida. — ¿Quién eres? – me levante. — ¿Quién soy? – comenzó a reir – Madura de una vez Megan, no puedes vivir como si fueras una niña de quince años, ya no puedes – comenzó a caminar - ¿Qué quieres que haga? ¿Renuncio? Me quedo en esta casa de mierda un mes – jadee. — Esta casa, es mi casa, vivimos aquí porque no podemos permitirnos otro lugar ¿O podemos? – me miro. — Dios, me superas, trato, Meg, trato, pero en ocasiones me superas – mire mis manos. — Apenas nos vemos, solo pedí tiempo, entiendo – sacudí mi cabeza. — Tiempo, ir conmigo a los viajes, explicaciones – movió la mano - ¿Desde cuando tengo que darte explicaciones? — Señorita – parpadee mirando al chofer – Llegamos – mire afuera y suspire. — Claro, perdón – mi mano removió la cartera en busca de la plata. – Quédese con el vuelto. — Muchas gracias – sonrió Había llegado a casa, mi casa, después de irme por un mes, después de decir dejar todo esto, volvía, porque tenía que hacerlo, tenía que recuperar lo que era mío y terminar con este matrimonio de una vez por todas, necesitaba acabar con lo que sea que tuviéramos. Suspire arrastrando mi maleta, mis manos temblaban mientras abría la puerta, todo estaba ordenado, muy ordenado, olía a limpieza, deje la valija y mire el sillón, habíamos pasado algunas noches viendo películas ahí, él me había abrazado y besado con tanta delicadeza que parecía mentira. Me había dicho que me amaba, pero ya no lo creía, no creía nada de eso, no creía en él, nunca más lo haría. Pase con mi maleta hasta el cuarto, su perfume estaba en el ambiente, suspire cerrando los ojos un momento, necesitaba juntar las fuerzas necesarias para hacer esto, necesitaba tener todo el autocontrol, necesitaba ser fuerte. Las voces volvieron a mi cabeza. — Meg, Meg, amiga, gracias a dios contestas – Luna parecía alterada – Sam me aviso de la noticia – no respondí. – Meg. — Me voy, estoy armando mi valija – tome las cosas y termine de dejarlas. — ¿Cómo? ¿Pero eso es verdad? ¿Meg? – solloce. — ¿Crees que sea mentira? esta en todos los canales – suspire. – Solo me tomare el primer vuelvo que salga del país. — Bien, te busco y te llevo, espérame. Lo hice, la espere, fuimos al aeropuerto en completo silencio y me quede en unos de los hoteles de Luna, me encargaría de manejar su casino en México, lo haría y él encargado de allá me ayudaría, era lo mejor, lo que podía resolver en este momento al menos fue así por dos semanas. Mis padres terminaron enterándose de lo ocurrido por las noticias, las llamadas no tardaron en llegar y tuve que volar a Pensilvania para hablar con ellos, no quería ver su cara de decepción, no quería saber lo que pensaban o sentían al respecto, solo quería desaparece. Me había paso las primeras dos semanas ahogándome en mi propia miseria, llorando como una tonta en la cama, abrazando mis piernas e ignorando cada uno de sus llamados, me pase día tras día pensando en lo que había hecho mal. Las chicas me llamaban todo el tiempo, preguntaban cómo estaba, teníamos un grupo en el chat, Power Girls, donde hablábamos de todo lo que paso, ellas no lo nombran, de hecho solo nos referíamos a él como Suripanta traicionera. Luna me consiguió un abogado con las demás, uno que trabajaba en su estudio en Boston, era nuevo, según todas igual de malo que Mateo, si Mateo era Lucifer, él era algo así como un Dementor, tomaba a sus presas y las torturaba hasta dejarlos sin alma. Me gustaba como sonaba eso, pero no me sentía lo suficientemente fuerte, no tenía como hacerlo porque las cosas empeoraban siempre un poco más, no importaba cuanto pusiera de mí, él seguía arruinando mi psiquis desde la distancia, porque no paraba de llamar, no dejaba de mandarme mensajes, no sabía donde estaba y nadie le quería decir nada. Sam me comento que pasaron muchas cosas cuando me fui, la primera Mateo golpeo a Ian, parece que fueron varias veces, incluso Ben estaba en plan te parto los dientes, pero nada se comparaba con el aislamiento que hicieron sus amigos, los Hamilton estaban enojados, todos y se negaban a ayudarlo, por eso no sabía dónde me encontraba yo. Me baje del taxi que me dejo en casa de mis padres y camine a la entrada con mis maletas en la mano, la puerta se abrió mostrando a mi mamá con sus ojos llorosos, sus pies se movieron rápido hasta quedar frente a mí y abrazarme con fuerza. El llanto llego de nuevo, al punto tal que me encontré llorando en los brazos de mi madre mientras me decía cuanto lamentaba todo, cuando levanté la mirada mi padre se encontraba en la puerta, observándome con el gesto fruncido. — Esta preocupado por ti – murmuro mi madre y comenzamos a caminar. No me saludo, solo entro a la casa y se quedo en el living, pase dentro después de soltar un largo suspiro y me acomode en uno de los sillones en completo silencio, esperando que dijera lo que sea que quisiera decir en este momento, estaba preparada para escucharlo, en verdad lo estaba, no podía lastimarme más de lo que ya estaba. — ¿Qué es eso que vimos hija? – suspiré mirando mis manos. — Lo siento, los decepcioné a los dos – las lágrimas comenzaron a caer por mis mejillas El dolor no se iba, me sentía cada vez más hundida y rota, si mí seguridad y amor propio era nulo antes, ahora parecía inexistente, sobre todo con mis padre frente a mí, los había decepcionado de eso no tenía dudas, fracasé en mi matrimonio, me perdí y ahora estaba a punto de arruinar algo que para ellos era sagrado. — Quiero que te divorcies de él. Las palabras de papá se metieron en mi mente como dagas duras llenas de filo, no podía creer que esto estuviese pasando, que me dijera esto, él, sabiendo que no estaba de acuerdo con ello, teniendo en cuenta que, para mi padre, lo que dios unía no podía separarse, que los votos eran eternos. — ¿Qué? – murmure. — ¿Lo sabías? – me observo de nuevo y negué. — No, me entere por la televisión – afirmo despacio. — Bien, entonces quiero que te separes de él, te ha usado, te ha denigrado y nos ha faltado el respeto, no te merece, no importa lo que diga él o cualquiera – se acercó a mí – Eres una mujer maravillosa Megan y mereces un hombre que este a tu altura – se acomodo a mi lado. — Papá… - susurre bajo y cohibida. — Esto es mi culpa Meg, no voy a pretender que no, porque si lo es, esa es la realidad – tomo mis manos – Trate tanto tiempo de protegerte cuando en realidad debería hacerte enseñado a defenderte, lo que pasó, que ese canalla se haya aprovechado de ti, no es más que mis fallas como padre y lo lamento, porque hija, nunca te dimos esa seguridad que necesitas – mi labio tembló. – Quiero que te separes de él, tienes todo nuestro apoyo, no importa lo que pase, en todo este tiempo has crecido mucho, eres perfecta en tu trabajo, eres hermosa hija, cada vez lo estas más, ahora solo tienes que ponerte firme, levantar la cara y demostrarle que contigo no pudo – tomo mi mentón. — Gracias. – mis brazos lo rodearon con fuerza. Los siguientes días me quede con ellos, cuando lloraba mis padres me levantaban y ponían a hacer algo, fuimos de compras con mi madre, a la peluquería, nos hicimos las manos, me hablo de la vida, de las caídas, me explico cada cosa que sabía, ellos me ayudaron a tomar valor, cada día, me demostraron porque valgo, porque no pueden conmigo, pero lo que más me peso fue lo que me entere antes de viajar. Antes de decidirme a volver me descompasé, mi madre cocinaba pescado en la cocina y todo se me revolvió, llevaba casi un mes fuera de casa, pero ya un mes y medio desde la ultima vez que nos vimos. Mis padres me miraron con preocupación mientras volvía, no dijeron nada, solo papá se levantó, salió de casa y volvió un tiempo después con una bolsa de la farmacia, me la entrego y mire dentro, era un test de embarazo. Mis manos dejaron caer la bolsa mientras los miraba, mamá fue la encargada de llevarme al baño entre lágrimas, no quería hacerlo, no quería saber lo que saldría porque estaba dispuesta a terminar con todo tipo de relación, había tomado la decisión de dejarlo y él volvía a mi vida. Espere que la bandita dijera mi estado, me quede mirando por unos segundos cuando apareció las dos líneas rosadas, mamá me miro con una sonrisa y beso mi frente antes de arrodillarse frente a mí. — Los hijos son algo maravilloso, lo harás bien, no tienes que hacerlo con él, nos tienes a nosotros, ahora vuelve a casa como hablamos, míralo a la cara y pídele el divorcio – suspire y afirme. – Solo hazlo, nosotros te apoyamos, no importa otra cosa que no seas tú y ese bebé, ustedes importan, nadie más. Y lo hice, volví a casa, volví a mi casa para armar sus cosas y pedirle que se fuera, deje mi valija al lado de mi cama y me senté mirando todo, tenía que ir al estudio por los papeles de divorcio, necesitaba acabar con esto hoy. Mi celular sonó y mire el nombre en la pantalla, solo salían unos números, nada más, abrí el mensaje y observe el contenido. — Señorita Carpenter, soy su abogado, Gilbert – junte mis cejas – Tengo los papeles de su divorcio, la señorita Wembley me paso su número, ¿Puede venir hoy por el estudio? – suspire. — Hola ¿Puede ser en media hora? – golpee la pantalla con mis dedos. — Por supuesto, la espero. Tome mi bolso, guarde mis documentos, fui a la cocina por las llaves de mi coche y pase directo al garaje para sacarlo, mi vecina parecía sorprendida con mi presencia, levante la mano y la moví en forma de saludo, después simplemente seguí el GPS a mi lugar de destino. Se sentía raro volver, me había acostumbrado a pasar mis días en las playas de México, después con mis padres, pero la verdad de todo, me había pasado mis días encontrándome y mejorando, yo había puesto todo de mí para convertirme en otra persona, ya no era más la Megan de unos años atrás, eso había pasado, se había ido, después de casi tres años y poco más de casado, la bomba me exploto en la cara como una granada. Volví a donde empezó todo, pero yo ya no era la misma, no era esa idiota que creía todo lo que decía, no era más la tonta Megan, volví, pero Megan murió desde que vi aquello en la pantalla, desde que decidió acabar con nosotros. Estacione frente al estudio jurídico, todo gritaba lujo, no me extrañaba, ellos tenían la plata para aquello pasara. Baje del auto tranquila y cruce la calle para toparme con un hombre en la entrada. Gire mi rostro para disculparme y me quede helada cuando observe al demonio de mi ex profesor sonriéndome, abrí y cerré la boca al menos dos veces antes de obligarme a hablar. — Profesor – sonreí, no recordaba el apellido. — Megan – respondió tranquilo. Sus ojos pasearon por mi cuerpo por un breve momento, había decidido ponerme el vestido de la venganza, así lo llamo Luna a mi vestido rojo pasión, me llegaba un poco más debajo de mi trasero, dejaba marcados mis pechos y mi espalda estaba algo descubierta, como adorno tenía un moño en uno de los hombros. — Te estaba esperando – subí mis cejas. — ¿Qué? ¿Por qué? Creo que aprobé su materia, con suerte, porque se comporto como un idiota – cerré la boca cuando me di cuenta que lo dije en voz alta. — Creo que merezco eso – sonrió – Pero no, te espero porque soy tu abogado – junte mis cejas. — Ellos te pusieron a ti en mi caso – lo señale. — Así parece – comenzó a caminar y lo seguí – ¿Es raro? – me miro por sobre el hombro – O te sorprende porque me trataste de demonio frente a tus amigos – carraspee. — Yo no… - arqueo una ceja y toco el botón del ascensor. — ¿No? – sonrió. — Bueno, sí, pero eras un imbécil – moví la mano – Tienes que agradecerme, obtuviste este trabajo – sonrió. — Antes me parecías divina, ahora creo que ya pasaste a cautivante – entro en el ascensor – Supongo que no era el momento – me miro - ¿Vienes? Estaba parada afuera, completamente inmóvil ¿Me dijo divina? — Megan – afirme y entre. Él acaba de coquetear conmigo, lo había hecho, mi profesor, el patán que me hizo hacer como diez trabajos extras en sus clases, lo mire de reojo, no me observaba, pero sonreía mostrando sus dientes blancos, quería pegarle en el rostro, pero arruinaría los hoyuelos que se formaban en sus mejillas. — No le veo lo gracioso – mire hacia delante. — No creo que pueda seguir siendo profesional si siguen haciendo ese mohín – me miro. — Oh – me enderecé - ¿Estas coqueteando conmigo? – sonrió y la puerta se abrió. — Sí – lo seguí. — Pero estoy casa y he sido tu alumna – comenzó a reir. — Primero, estas por divorciarte, segundo, fuiste mi alumna, ya no lo eres – tomo los papeles. – Lo primero se resuelve apenas firmes y él lo haga – hizo una mueca – Aunque hay un problema – señalo el asiento. — ¿Cuál? – suspiro. — Tu ex no me quiso recibir, no dejo entrar a nadie, en cuanto ve que son los papeles los rechaza, puedes intentarlo tu misma, seguro te dejaran pasar, al final de cuentas eres la mujer del CEO – parpadee. — ¿Qué? – Marcus se enderezo. — Lo que dije, el CEO ¿Por qué pareces sorprendida? – tome los papeles. — No, perdón, escuche otra cosa. – suspire. Marcus había puesto todo, Ian era el CEO de la empresa, no el maldito contador, era el maldito dueño de todo y yo recién me enteraba. Observe los papeles de nuevo, no hablaba del bebé, pero tendría que decirle, el bebé no tenía la culpa de lo que paso entre nosotros, él era inocente, pero ¿Quién era Ian?
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