Los pasos de todos resonaban con firmeza sobre los pulidos suelos de piedra mientras Gideón, con su porte regio, encabezaba el grupo hacia el interior del palacio. Ya estando dentro de la fortaleza de piedra, el Alfa Rey se acercó a uno de sus guardias y con un gesto duro, les ordenó que reforzaran la seguridad, pues la advertencia de Serenity sobre posibles espías de Varkan no caería en oídos sordos. Ella tenía razón, no podía permitirse bajar la guardia ni un instante, pero a pesar de todo, se notaba que él también tenía otras prioridades cuando dijo:
—Vamos a mi habitación, mi diosa... tenemos asuntos que atender en privado —murmuró Gideón con voz aterciopelada, lanzando una mirada con aires lujuriosos a su esposa.
Un rubor encendido tiñó las mejillas de Serenity ante las palabras del
