Serenity, ahora transformada en la majestuosa criatura alada conocida como Auralas, surcó los cielos durante toda la noche, batiendo sus enormes alas con gracia mientras se dirigía hacia el reino de su nuevo esposo. Cuando los primeros rayos del amanecer tiñeron el horizonte con tonos rosados y dorados, ella divisó en la distancia la isla que albergaba el reino de Zythos. Gideón y Serabelle iban montados sobre su lomo, contemplando desde las alturas el imponente reino que se alzaba ante ellos como una fortaleza que parecía invencible. A medida que se acercaban, pudieron apreciar los detalles de la ciudad real, que apenas comenzaba a despertar con el nuevo día. Las calles se encontraban casi desiertas, a excepción de algunos habitantes madrugadores que se movían como hormigas apresuradas.