Un nudo se formó en la garganta de Serenity al decir aquellas palabras, consciente de las obligaciones que ahora recaían más como esposa de Gideón, que como reina de Zythos. Separándose de su hermana con renuencia, la joven de cabello blanco tomó la mano de Gideón, permitiendo que la guiara hacia el interior del castillo. Serabelle los observó partir, sintiendo una mezcla de emociones contradictorias arremolinarse en su pecho. Por un lado, se sentía feliz por su hermana, quien ahora tenía la oportunidad de vivir una vida plena al lado de ese hombre lobo que, sin duda alguna le causaba sensaciones a Serenity. Pero por otro, un resquicio de temor se aferraba a su corazón, pues ahora se encontraba sola en un reino extraño, rodeada de seres que despertaban en ella desconfianza. Y entre esos