Mientras Thorger libraba una ardua batalla contra las nuevas e intensas sensaciones que crecían sin control en su ser, Serabelle era acompañada por un séquito de doncellas que la guiarían con gracia a través de los amplios pasillos hacia su nueva y suntuosa habitación. En ese mismo instante, Gideón iba tomado de la mano con su amada Serenity, caminando por los fríos suelos de piedra del castillo, en dirección a los baños privados reales. Cuando finalmente arribaron a la solitaria y amplia estancia de los baños, Gideón cerró las macizas puertas tras ellos con un golpe seco, pasando el pesado cerrojo para asegurarse de que nadie interrumpiría ese momento tan anhelado. Tal como había declarado antes, aunque el mundo se estuviera desmoronando ahí afuera, él y su diosa, que al fin se había con