Un silencio tenso e incómodo cayó sobre el campo de entrenamiento como un manto sofocante después de que Gideón, con la mandíbula apretada y los ojos llenos de autoridad, reprendiera a su hermana Atalia por su imprudente desafío a Belle. Los guerreros presentes contemplaban la escena con los ojos muy abiertos y las bocas formando pequeñas muecas de incredulidad. Eran contadas las ocasiones en las que presenciaban una confrontación entre el Rey y la princesa, pero muchos coincidían en que, en ese instante, la reprimenda era necesaria. Después de todo, su Alfa Rey, que era una imponente figura de respeto y liderazgo, solía tener la razón en la mayoría de los casos. De pronto, Gideón alzó su voz sobre todos los presentes con un semblante severo pero decidido. Sus facciones se endurecieron,