Las fosas nasales de Gideón se dilataron, captando el aroma a miedo que emanaba de Serenity como un perfume amargo. ¿Qué era lo que tenía tan aterrada a su diosa? Se preguntaba el rey lobo, descartando de inmediato la idea de que ella temiera por su vida, pues eso sería un insulto a su fuerza y valentía. «Gracias por curarme la pierna, mi hermosa diosa, ese ungüento mágico ayudó a mi sanación, sin embargo, voy a tener que dejar de fingir que apenas y puedo moverme», pensó Gideón mientras comenzaba a correr hacia los Aerkors, gritando a todo pulmón: —¡Ahora, no dejen a ningún portador de magia con vida, el que controla a los Aerkors es mío! Sus poderosas zancadas lo llevaron directo hacia el Aerkor que se encontraba en el centro, la bestia alada acercándose a él con una velocidad peligro