Al aterrizar, un leve escozor recorrió su pierna herida, arrancándole una maldición ahogada que escapó de sus labios en un tono bajo. Aunque la herida era considerable, Gideón caminaba con una confianza inquebrantable, apenas cojeaba. Estaba acostumbrado al dolor, después de todo, era un guerrero curtido en innumerables batallas. Luchar lesionado era parte de su oficio, y si bien salía invicto de sus conquistas, rara vez lo hacía ileso. Su lema resonaba en su mente: "Entre más heridas tenga su cuerpo, más divertida fue la conquista". Así que esa lesión no significaba nada para él. Con pasos apresurados, se acercó a la columna y se volvió a colocar las cadenas en sus muñecas, fingiendo estar atado. Se suponía que sus brazos debían rodear la columna mientras su espalda descansaba contra ell