Jord apretó los labios, formando una delgada línea en su rostro adusto, mientras comprendía que debían estar alertas. Su expresión se tornó sombría. —Esos perros rabiosos son una amenaza constante, mi rey —escupió con amargura, su voz teñida de rencor—. Deberíamos ejecutarlos a todos y acabar con esta amenaza de raíz de una vez por todas. Gideón negó con la cabeza, con su mirada reflexiva mientras hablaba con calma: —No, Jord. Eso sería actuar con precipitación —replicó, su tono sereno pero firme—. Debemos mantenerlos vigilados, sí, pero también debemos mostrarnos magnánimos por el momento. Tal vez, al ver la grandeza de nuestra victoria sobre Arkenia y Avalonia, algunos de ellos recobren la razón y se unan a nuestra causa. Y si eso no sucede, cuando todo esto acabe, los masacraremos a