Nicolás Fuentes.
Llego a casa y todas las luces encendidas me confirman que me espera mucho de drama aun de lo que queda de la noche.
—Son las once —digo en un suspiro antes de salir de la camioneta.
—Te entiendo —replica Juan, dedicándome una sonrisa triste. —Créeme, no quisiera estar en tu lugar.
Con Juan, tenemos casi la misma edad, crecimos juntos por el hecho de que es el hijo de Don Pedro, el jardinero de toda la vida de la casa, al igual que su mamá, que trabaja con nosotros desde que tengo uso de razón, por lo que desde muy pequeños somos muy buenos amigos. Desde hace una década es mi chofer, pero porque quiere, porque posibilidades y oportunidades para estar en un trabajo mejor, siempre las tiene, especialmente en la destilería, pero él se rehúsa a abandonarme.
—¿Qué puedo hacer? —me froto la cara un par de veces. La frustración en mí es muy evidente y ya casi imposible de ocultar. Sé lo que me espera allí adentro, lo que no tengo son ganas de soportarlo.
—Ya hablamos de eso, Nicolás —señala tuteándome y a la vez asegurando las puertas. —Sabes bien lo que pienso de esto. Todo está en tus manos, tú decides hasta donde continuar.
En el fondo sé que tiene toda la razón, esto ya me está colapsando y si no lo freno, se me va a ir de las manos por lo que decido que de hoy no pasa.
Entro y el panorama es peor de lo que imaginé, mis padres, los suyos, Alfredo y Ángela, reunidos todos en el medio del salón, esperándome, supongo.
—¡Nico! —chilla la susodicha apenas abro la puerta. Corre y me abraza con fuerza, le correspondo para poder aligerar la tensión. —¿Dónde estabas, amor? No contestaste.
—Estaba en una reunión, Ángela —susurro y beso su frente como lo hago siempre que nos encontramos. —La batería se agotó ¿Qué sucede?
Todos me miran en silencio y con mirada de desaprobación como si hubiera cometido un delito o algo peor. Mi madre niega con la cabeza mientras que mi padre carraspea y todos parecen ponerse a tono hablando de cosas entre ellos.
—Tenemos que hablar, vamos arriba —manda estirando de mi brazo y llevándome hacia la escalera. —Es importante. No puede pasar de hoy.
> pienso mientras la sigo.
—Ángela —prevengo tomando su mano después de que entramos a la habitación. —Tengo algo que decirte yo también. Te pido que me escuches, por favor. Esto es realmente importante para mí y creo que llegó el momento.
Sonríe y deposita un beso tierno en mis labios, tal vez mal entendiendo mi mensaje, pero pronto me armo de valor y decido sacarla de su error.
—No podemos seguir —aclaro y su sonrisa se apaga en medio segundo. —Esta relación, ya no puede continuar. Debemos terminar.
—¿Qué? —cuestiona ya con los ojos vidriosos y la mandíbula tensionada. —¿Qué estas…diciendo? ¿Por qué?
—Lo que oíste —contesto rápidamente. —No podemos seguir. Esto que hubo una vez entre nosotros, ya no es lo mismo que antes, todo es diferente ahora, y créeme que lo que menos quiero es hacerte daño, pero no puedo seguir… ya no quiero seguir.
—¿Ya no me quieres? ¿Tienes a alguien más? ¿Es eso? —vocifera histérica. —Porque de lo contrario es imposible que cambies así de un día a otro. ¿Quién es?
—Claro que te quiero, Ángela, nada de eso cambió —intento tranquilizar los ánimos, pero ella camina nerviosa y furiosa tirando todo a su paso. —Te quiero, claro que sí, pero no como antes. Siempre serás alguien importante para mí, lo sabes, pero creo que ya no te amo.
—¿Crees que ya no me amas? —grita más fuerte ahora. —¿Qué tipo de mujer crees que soy? ¿Una estúpida? ¡No me trates como una niña, Nicolás!
—No te comportes como una —puntualizo calmado y tratando de tomar sus manos, pero ella no se deja. —Esto es en serio. Ya no funciona y tu más que nadie sabe eso, algo en nosotros se rompió, ya no hay el mismo entusiasmo, las mismas ganas, las mismas proyecciones.
—¿Es sexo? —me pregunta acercándose completamente y abrazándome. —¿Ella te da más que yo? ¿Qué son? ¿Las posiciones, los movimientos? ¿Eso quieres? Yo puedo darte más, solo dilo.
Cada palabra que sale de su boca me confirma lo que tristemente ya sé, es imposible dialogar con ella calmadamente, entrar en razonamiento, sin que termine creyendo que todo gira en torno al sexo y que todo lo que cree y piensa es la absoluta verdad.
Aspiro un par de veces viendo como su cara va llenándose de lágrimas, tal vez falsas, tal vez reales, pero que me duelen. No me gusta verla así.
—Angy —susurro tomando sus mejillas y depositando otro beso en su frente. —No es eso. Tú me conoces, no me iría con nadie solo por sexo. Ya… no te amo.
—No es cierto —llora. —Estas mintiendo. No puedes hacerme eso. No ahora. ¡Yo te amo! No puedes dejarme ¡No puedes! ¿Olvidaste todo lo que hice por ti? ¿Ya olvidaste quien estuvo contigo cuando estabas solo, desolado, abandonado? ¿Tan pronto te olvidaste?
—Lo siento —es lo único que alcanzo a decir cuando ella me empuja y se aleja. —Esto no es lo quiero. No quiero que sufras y…
—No lo parece —me interrumpe a gritos. —Porque eso es precisamente lo que estás haciendo. Pero te arrepentirás, Nicolás, lo harás muy pronto.
Sus palabras hacen eco en mi cabeza y más cuando sale corriendo y dando un portazo que se queda retumbando en toda la habitación. Sabía que esto iba a ser difícil, pero jamás imagine que ni siquiera me haya dado la oportunidad de explicarle bien.
Sé exactamente lo que me espera una vez que todos sepan de nuestra ruptura, el mundo entero empezará a hacerme trizas, pero más mi madre, quien seguramente pondrá un grito en el cielo porque adora a Ángela, tanto que creo que la ama más a ella que a nosotros que somos sus hijos.
Tomo uno de los frascos de las pastillas que me había recetado Emily para regular mi ansiedad y al momento imágenes suyas me vienen a la mente ¿Cómo alguien puede ser tan hermosa, tan perfecta como ella? ¿Qué tiene que me gusta tanto? Tomo un poco más de valor después de mi fugaz pensamiento.
Unos segundos después, varios toques a mi puerta me sobresaltan, por la manera que toca ya sé quién es y, sobre todo, para que viene.
> pienso entre tanto camino hasta allí para abrirla.
No tengo que esperar mucho para confirmar, mi madre entra echando chispas y maldiciéndome en todos los idiomas posibles seguida de mi padre y los padres de ella.
—¡¿Qué te pasa, Nicolás?! ¿Qué significa esto? —una larga cantaleta y varias voces todas hablando al mismo tiempo se van entremezclando hasta dejarme mareado.
No respondo, solo me siento en uno de los sillones tomando mi cara entre mis manos esperando paciente a que esta tortura termine y suspirando cada tanto. Esto es algo de lo que no puedo escapar.
—¡Habla! —exige el padre de ella intentando zarandearme, pero lo esquivo. —¿Cómo pudiste decirle a mi hija que ya no la amabas? ¿Quieres tirar a la borda todos estos años de noviazgo solo por una calentura?
Sus palabras me hacen levantar cabeza. Es imposible que sepa lo de Emily, pero por su seguridad prefiero no dejarme acobardar y enfrentarlo.
—¿De qué habla? —cuestiono levantándome para ponerme a su nivel. —Si sabe algo, es mejor que lo diga claramente, porque de lo contrario no entiendo de que estamos hablando.
—¿Qué es lo que no entienden de que ya no la amo? —ahora miro a cada uno ya bastante intranquilo. —El amor termina, el nuestro termino, es todo.
—No puedes —interfiere mi madre dejando en silencio a todos. —No la puedes dejar, Nicolás. Ella te ama.
Un suspiro largo y profundo sale de mi pecho mientras la escucho. Sabía que no obtendría apoyo de su parte ¿Y que se supone debería hacer? ¿Estar con alguien a quien no amo solo por complacerlos?
—Ahora vas y la buscas —ordena entre gritos. —Le dices que solo fue una broma y que jamás pensaste siquiera en alejarte de ella.
Trago saliva con cada palabra que emite. Me molesta y duele que nadie, especialmente ella, haya sido capaz de preguntar al menos como me siento yo, lo que deseo, lo que proyecto para mí y para mi futuro.
—Es mejor que lo dejemos solo —replica mi padre tomándola de la cintura. —Ya mañana con la mente en calma él nos explicara todo. Ya es tarde, es mejor dejarlo descansar. Todos debemos hacerlo.
De alguna manera mi padre consigue sacar a todos y la paz que siento en estos momentos no se compara a nada que haya sentido jamás. Es un peso del que hace mucho necesitaba liberarme y saber que por lo menos di el primer paso me complace.
Nada será fácil, lo tengo claro, pero quiero darme la oportunidad de intentar ser feliz por lo menos una vez en mi vida y quiero hacerlo con ella, con Emily