Nicolás Fuentes.
El tiempo en la oficina no avanza para nada y todo me cuesta mucho más debido a que no pude pegar un ojo en lo que quedaba de la noche pensando en todo lo que sucedió.
El señor Rivas se empeñó en hacerme la vida imposible durante toda la mañana y puso trabas a cada uno de los proyectos que ya teníamos listos para las importaciones, incluso postergó muchas de las reuniones importantes para poder aumentar el capital de la Destilería, todo obviamente por su estúpido ensañamiento conmigo por la ruptura con su hija.
No me quedó de otra más que enfrentarlo varias veces incluso frente a nuestros colaboradores, pero todo inultamente, ya que mi padre también le daba la razón varias veces.
Tomo mi celular y lo miro por un buen rato, es la sexta vez que llamo a Emily y no contesta, y eso claramente me afecta mucho más que todo lo que pasa aquí.
> me preocupo mientras oigo el tono de “Esta llamada será derivada a un correo de voz” cuando lo hago una vez más. Dejo mensajes que tampoco son recibidas y en la clínica solo me contestan que hoy no fue a trabajar, porque si, también llamé allí varias veces.
—Sara, ¿tengo más citas para hoy? —pregunto por el interfono a mi secretaria.
—Sí, señor Nicolás —afirma y yo golpeo el escritorio de puros nervios. —Tiene la cita para la prueba del añejo especial a las catorce horas. También debe aprobar algunos de nuestras nuevas etiquetas y envasado para que sean ya utilizadas en la próxima producción.
—Ok —respondo seco mirando mi reloj, faltan veinticinco minutos para eso y me desespero.
Tomo mi chaqueta y salgo a pasos presurosos hacia el ascensor bajo la mirada extrañada de todos, especialmente de Sara que se queda boqueando incapaz de emitir una sola palabra cuando paso a su lado. La clínica esta solo a cinco calles de la empresa por lo que sin pensarlo mucho tomo el camino que me lleva hasta allí.
Llego y Helena ya me sonríe desde que cruzo la puerta de entrada.
—No está —dice apenas llego a su lado entre risitas. —Ya le había dicho que no vino hoy. Si quiere puede pasar a cerciorarse por sus propios ojos.
Me indica con la mano hacia el consultorio de ella y sin pensarlo mucho entro. Pura decepción es lo que se apodera de mi al ver el salón vacío y las luces a medio tono.
—¿Dónde estás y por qué no me contestas? —murmuro pasando mis manos por su escritorio. El mismo donde tomé sus manos entre las mías mientras le confesaba todo lo que ella me hacía sentir.
—Tengo entendido que esta con la Doctora Jenny —comenta a mi espalda. —Están haciendo algunas diligencias antes del viaje de mañana y…
—¿Y? —me volteo y la confronto cuando calla al darse cuenta de su indiscreción. —¿Qué viaje es ese?
Hace un gesto de cierre con candado en su boca y que tira la llave lejos para luego negar con la cabeza. No puedo evitar reír con su manera inocente de actuar.
—Solo quiero saber dónde van —ruego de manera calmada. —No tienes que decirme nada más, por favor.
Me hace otro gesto con la boca hacia el escritorio señalando un sobre que responde a todas mis dudas. Tiene una conferencia en México y las actividades se extienden todo el fin de semana.
Ya más tranquilo y evidentemente más feliz, salgo después de depositar un sonoro beso en su mejilla que ella recibe encantada y con un ademán de a la orden.
En la oficina, mi padre me espera con cara de pocos amigos y señalando su reloj para recordarme el retraso de treinta minutos que tengo. No le hago mucho caso, camino hacia el salón de producción y después de aprobar algunos sabores y aprobarlos, voy directamente hacia los envasados y hago lo mismo.
—¿Qué sucede contigo, hijo? —pregunta cuándo vamos de camino hacia la oficina.
—Si lo dices por el retraso, tenía algo urgente que resolver primero —respondo despreocupado.
—Es por todo —suspira con el ceño muy fruncido. —Siempre fuiste una persona responsable, en todo, especialmente con tu trabajo de Ceo en la destilería y en tu vida personal. Una persona leal, con objetivos precisos, alguien que no da pasos en falso. Por eso siempre te admiré…
—¿Admiré? —cuestiono algo dolido por su expresión. —¿Eso quiere decir que ya no lo haces?
—Lo que pasó ayer con Ángela…
—¿Es por eso? —me paro de golpe y lo enfrento. —¿Tú también, papá? ¿Por qué les resulta tan increíble que haya dejado de amarla? ¿O que intente buscar mi felicidad en otro lugar? Eso pasa todo el tiempo, las personas cambian, se encuentran, se despiden y el mundo sigue.
—¿Entonces es cierto? —pregunta mirándome fijo. —¿Hay otra persona?
—Eso no tiene nada que ver —carraspeo. —Mi decisión con respecto a Ángela fue tomada hace mucho tiempo, ya entre ella y yo nada funcionaba, y ustedes terminaron por abrirme los ojos cuando la trajeron aquí.
—La necesitas, la necesitamos, hijo —y yo solo froto mi cara frustrado al oír las palabras que salen de su boca. — Ella te ama, estoy seguro que tú también aun la amas, además es la esposa perfecta para ti. No tires todo a la borda por apresurarte, puedes arrepentirte después.
—¿De qué hablas, papá? —me inquieto. —¿Por qué no solo aceptan mis decisiones? ¿Por qué siempre buscan la manera de imponerme sus propios deseos? Soy un hombre adulto, lo mínimo que merezco es tomar el rumbo de mi vida de acuerdo a lo que yo creo que es mejor para mí, y a Ángela ya no la amo, no puedo estar con una persona que no amo y que no tiene lo que yo quiero en mi vida. Además, es mi vida, no pueden interferir en ella.
—¡Si podemos! —exclama y todos alrededor voltean a vernos entre tanto mi pecho se oprime cada vez más con sus palabras. —Si podemos hacerlo cuando todo nuestro futuro depende de eso. No puedes tomar este tipo de decisiones a la ligera. Te doy una semana para que te retractes, o sino…
—¿O sino qué? ¿Me vas a desheredar? —me entristezco, esto es algo que no esperaba de él, en especial cuando el mismo siempre me enseñó a serle fiel a mis sentimientos.
—No es eso, Nicolás. Solo busco que recapacites, que entiendas —me toma del hombro mientras suspira. —Esto es algo que debes meditar, hijo, por el bien de todos. Promete que lo pensarás un poco más.
Asiento y me suelto para entrar en la oficina. Esto se sintió mucho más amargo de lo que sonó en el momento en que lo dijo. Un nudo en mi estómago no me permite estar tranquilo en todo lo que resta de la tarde. Saber que ellos no me apoyan es algo que me duele, y mucho, y más teniendo en cuenta que no estamos hablando de negocios, sino de mi felicidad, la felicidad de uno de sus hijos.
—Señor Nicolás —Sara entra con unos papeles en su mano ya prácticamente a la hora de la salida. —Estos son los documentos que solicitaron los importadores de México, ya están listos ¿Quiere que lo ponga en el portafolio?
—Si —contesto sin mucho ánimo hasta que el foco en mi cabeza se ilumina. —Sara…
—¿Señor?
—¿Cuándo quedó prevista la reunión con ellos? —pregunto esperanzado.
—Para la próxima semana —indica abriendo la agenda negra que siempre lleva consigo a donde quiera que va.
—¿Es posible adelantarla? —sonrío. —Para este fin de semana ¿Tal vez?
Me quedo mirándola con ojos de borrego a medio morir mientras ruego internamente que me diga que sí.
—¿Hay alguna razón importante para eso? —pregunta con ojos achinados. Asiento. —Veo ahora mismo que hacer. —contesta y tengo ganas de abrazarla.
Sara prácticamente hace el papel de madre en mi vida. A sus cuarenta y ocho años aún permanece soltera y obviamente no tiene hijos. Trabaja aquí desde hace dos décadas y por lo tanto es una de las personas que sabe exactamente todo lo que pasa en la destilería. Se preocupa más por mí de lo que hace mi mamá y a veces hasta creo que me ama más que ella.
Después de confirmarme que la reunión fue adelantada para el sábado y pedirle que ponga en orden todo lo necesario para mi viaje, decido adelantar el trabajo pendiente de la semana que viene, me quedo hasta tarde verificando todo lo más urgente y poniendo vista bueno a aquello que solo yo puedo resolver.
Ya a alta hora de la noche decido pasar por el viejo edificio donde vive Emily. La luz en su habitación reflejado por la ventana y la música suave que se escucha adentro me confirman que está en casa.
Toco más de una vez y no responde. No me rindo, quiero verla.
Toco una vez más, ahora con más fuerza hasta que mi pecho se empieza a agitar al ver su sombra caminando hacia la puerta.