Nicolás Fuentes.
Cierra la puerta y me quedo allí parado como un completo tonto, suspirando por un largo rato, imaginando lo que hubiese sido si me dejaba quedarme por lo menos por un rato más.
Desde que la vi por primera vez en su consultorio es lo mismo, no hay momento en que no piense en ella, en que no imagine lo que sería estar con ella como pareja, su sonrisa simplemente me vuelve loco, sus orbes cafés parecen transportarme en otra dimensión cuando me miran, y su perfume ¡lo que no daría por inhalar ese fresco aroma a flores directamente desde su cuello!
Froto mi cara un par de veces para despabilarme y continuar, verla en otra faceta que no sea como mi psicóloga, me hace desearla aún más, su sencillez fue lo primero que me atrajo al principio, luego con el trascurrir de los días y conforme avanzaba nuestra interacción en las sesiones, fue su madurez, su manera tan peculiar de observarme mientras iba comentando mis problemas, su voz que hacía eco en mi cabeza hasta en mis sueños, luego simplemente su presencia, por alguna razón no podía pasar mucho tiempo sin verla.
Hay algo en Emily que me atrae, y mucho, más de lo que me permito a mismo sentirme atraído por alguna mujer, pero ella, parece haber derribado todas esas barreras que me impuse con el único fin de no dejarme llevar por otro desengaño amoroso.
Cuando le confesé hoy lo que sentía por ella, estaba desesperado, por un momento cuando abrió la puerta y prácticamente me expulsó de su consultorio, pensé que no la volvería a ver y eso me angustió a tal punto que no tuve más opción que arriesgar todo, a pesar de que lo más seguro era que no recibiría nada de ella.
Algo de eso cambió, lo vi en su mirada hace un momento cuando estábamos uno tan cerca del otro, la forma en que me miraba es totalmente distinta a las otras veces, sus ojos tenían un brillo diferente y la manera más relajada en que estaba con mi presencia, incluso sonriendo y suspirando, me dio nuevas esperanzas para conquistarla, estaba tan hermosa que tuve que hacer un esfuerzo sobre humano para no besarla allí mismo, y estoy segurísimo que ella me hubiese correspondido.
—Debo ir despacio —susurro mirando su puerta cerrada. Sé por la sombra debajo de ella que aún está ahí, tal vez con las mismas ganas que yo, pero no quiero arruinar nada esta vez. —Un poco más de paciencia. Quiero hacer las cosas bien con ella.
Suelto un último suspiro y camino hacia la salida. Cuando vine hasta aquí en representación de mi padre para esa reunión con el dueño del edificio, lo que menos imaginé es que la encontraría aquí, pero me encantó nuestro encuentro fortuito, de alguna manera parece ser un avance de escalón en ese largo trayecto que sé que me espera con ella.
—¿Al departamento de la señorita Ángela? —pregunta Juan, mi chofer cuando abordo la camioneta. —Lo estuvo llamando varias veces cuando estaba allí adentro. Me pidió que le diga que atienda sus llamadas y que lo espera en su casa.
—Hoy no —respondo en un suspiro pesado y mirando mi móvil.
Efectivamente tengo varios mensajes de ella e incontables llamadas perdidas desde su teléfono. Últimamente su único trabajo parece ser controlar todos mis movimientos, hasta el más mínimo. Me pregunto que será eso tan urgente que no puede esperar un poco más.
Desde que a mi padre se le ocurrió la brillante idea de nombrarla vice presidenta en la Destilería hace poco más de seis meses, nuestra relación a desmejorado mucho debido a los constantes desacuerdos y escenas de celos a las que me tiene acostumbrado, pero sobre todo harto.
Como si no fuera poco el tiempo que prácticamente está pegada a mí, tanto en el trabajo como en la mansión, me obliga a pasar las noches con ella en su departamento, y si no accedo, se convierte en el motivo perfecto para reclamos prolongados y malos ratos durante días y días.
No siempre fuimos así. Su familia es amiga de la nuestra durante casi cuatro generaciones, y por supuesto su padre es socio del mío en Destilería Fuentes, que, aunque mis bisabuelos fueron los fundadores, en algún momento mi padre debido a grandes deudas contraídas por un mal negocio, se vio obligado a vender parte de las acciones para evitar malos mayores con sus acreedores.
De eso ha trascurrido mucho tiempo, y aunque nos recuperamos rápidamente de esa deuda, nunca pudimos volver a adquirir las acciones, y, por consiguiente, muchas de las decisiones que tomamos no solo en la fábrica, sino en las personales, son consecuencias de esa asociación.
Ángela es una mujer hermosa y no puedo negar que estuve muy enamorado de ella desde hace años, a pesar de que era unos años menor que yo, siempre me atrajo su belleza, su sensualidad, su espontaneidad y la manera liberal en que veía el mundo.
Cuando por fin pudimos evolucionar de amigos a novios, la alegría en nuestras familias fue evidente. Pronto todos veían en nosotros la oportunidad perfecta para continuar el legado de ambas familias y sobre todo del negocio.
Nos amábamos, eso es correcto, y de cierto modo, yo me conformé con lo que ella me ofrecía, una relación estable a pesar de todo.
El tiempo trascurrió y poco a poco me di cuenta que nuestras visiones parecían tomar rumbos diferentes, ella despreocupada, poco altruista, altanera y yo buscando un bien común en el que todos salieran ganando. Éramos polos totalmente opuestos en ese sentido.
Nada de esas diferencias importaban siempre y cuando no interfirieran en nuestra vida de pareja, hasta que, por motivos que aun desconozco, mi padre y su padre decidieron que ella debía estar en la empresa trabajando junto conmigo, que debía tener voz y voto en las decisiones diarias y en cada emprendimiento que se vaya realizando, ese día empezó a romperse lo poco que quedaba estable de nuestra relación.
Las presiones de ambas familias empezaron a aumentar conforme pasaba el tiempo para que por fin diéramos el “Si” frente al altar y así formalizar nuestra unión frente a la sociedad. Nada de eso me parecía ya atractivo después de conocer más facetas de ella que antes no conocía, mucho menos el formar una familia, aunque anteriormente eso era mi intención.
Siempre me consideré un hombre leal, con principios fuertes como me han inculcado mis padres, valorar la familia, respetar a los demás y, sobre todo, fiel.
A diferencia de Alfredo, mi hermano, que es un conquistador nato y picaflor hasta mas no poder, mi vida ha sido bastante tranquila considerando mi edad, siempre permanecí alejado de los problemas, mis pocas relaciones fueron estables, y dediqué la mayor parte de mi juventud a estudiar, capacitarme y poder desempeñar con honor el puesto de Ceo que mi padre he ha encomendado en nuestra empresa.
Ángela, llegó en un momento en que estaba destruido debido a una ruptura con mi novia anterior, con quien mantuve una relación de más de siete años, y por esas cosas raras que tiene la vida, decidimos solamente decirnos adiós cuando claramente ella tenía otros planes a los míos.
Esa etapa fue la más dura de mi vida, pero gracias a ella y a su apoyo incondicional como amiga, lentamente fui dejando atrás lo que me dolía y empecé a enamorarme de ella. La diferencia de edad nunca represento un problema para nuestras familias, sin embargo, para mí, sí. Yo tenía veintinueve y ella solo veinte, y eso me asustaba, aunque la amaba, no solo por la edad en sí, sino por las vivencias que yo ya tenía y ella aún no. Tuve mucho miedo de lastimarla, de ser causante de algún tipo de sufrimiento en su joven corazón.
Cuando logramos entendernos al fin, nuestra relación fue hermosa, especial, tierna, hasta que lentamente las cosas cambiaron, ambas familias presionaban, ella presionaba, y yo me sentía acorralado. En ese tiempo pude notar muchos aspectos suyos que no me gustaron, y por decirlo correctamente, me decepcionaron, en especial cuando empezó a trabajar conmigo y quería manejar mi vida a su antojo, aun así, quise dejar pasar por alto todo aquello y seguir dando oportunidad a nuestra relación. Me convencieron que tenía algún tipo de bloqueo que debía superar y que para eso necesitaba ayuda.
Fue así como decidí, debido a mas presiones de mis padres, tomar terapias psicológicas que me ayudaran en ese proceso, y como por obra del mismo destino, caí en el consultorio de la Doctora Emily Rose, la única que estaba disponible para ese día.
Al principio solo quise ignorar lo que ella me hizo sentir en el momento en que la conocí, pero con el correr de los días, y mientras más la conocía, ya era imposible hacerlo.
Hay algo en ella que me fascina, algo que no puedo seguir ocultando, no solo a ella sino a todos.
Y se preguntaran ¿Qué pasa con Ángela? Ángela es un asunto que debo resolver antes de mi cita del sábado con la doctora, esta vez necesito poner primero mi propia felicidad.