Capitulo 8

1662 Words
Emily Rose. El evento me emociona tanto que no puedo dejar de llorar un solo segundo con cada palabra que dice Jeanne en el escenario, cosas crueles pasan en el mundo con nosotras las mujeres y muchas de ellas no llegan a tener justicia, si lo sabré yo que me ha tocado vivirlas muy de cerca en las organizaciones donde trabajamos con Jenny, escuchando aquellos relatos que tanto daño me hacían, pero más a ellas, quienes estaban destrozadas tanto por dentro como por fuera, violentadas a manos de quienes, en algún momento, prometieron protegerlas y amarlas. Después de la hermosa y emotiva charla de la que salimos algo tristes por enterarnos de su caso y la de Mia y esperanzadas de poder poner nuestro granito de arena en esta causa tan noble, todas nos dirigimos hacia un salón donde se ofrece una cena a los asistentes. Una noche agradable nos sorprende a las que estamos en la sección vip del evento, una mesa especial en un ambiente exquisito y lujoso, en la que empezamos a interactuar entre todas para conocernos un poco más. La mayoría de nosotras somos distintas, ya sea en nuestra forma de ser, en nuestra forma de ver la vida, en las decisiones que tomamos a diario, pero hay algo que todas tenemos en común, amamos la vida, y nos aceptamos tal como somos y eso es precisamente lo que más me agrada de ellas, la autenticidad. La noche se nos va rápidamente entre risas, conversaciones, confesiones, algunas oscuras, otras divertidas, pero muy amenas, en la que me llevo como reflexión que el dinero no hace a las personas y eso lo tengo comprobado hoy. Todas ellas, empoderadas, bellas, pero sobre todo humanas, con sentimientos, con errores, pero con ansias de mejorar y demostrar al mundo lo que son capaces de hacer. Escucho un poco de sus vidas y el corazón se me llena de sentimientos encontrados, en especial porque tuve la desdicha de crecer sin mi familia, sola yo contra el mundo, con carencias y aun así pude superarme y aunque no siempre fui feliz con lo que me ha tocado pasar, lo fui la mayor parte del tiempo, en cambio muchas de ellas que siempre tuvieron todo, económicamente hablando, parecen carecer de otras cosas tan importantes, como el amor, la libertad, la amistad, el afecto familiar y autoestima. Debido a que Jenny salió con su vecino hacia los jardines, camino hacia donde se encuentran los sanitarios para arreglarme un poco antes de salir. Ya casi es medianoche y tengo a alguien esperándome por algún lugar del hotel. No tardo mucho allí adentro. Cuando regreso a la mesa, muchas de las presentes, entre ellas Sara, salimos juntas rumbo hacia el bar al aire libre que se encuentra en el lateral izquierdo del inmenso hotel al costado de las albercas y como lo presentía, allí está en una de las barras conversando con el prometido de Sara, y cuando me ve, se le ilumina el rostro por completo. Levanto un poco la mano indicándole que ya estoy lista y el rápidamente se dirige hacia mí con una enorme sonrisa, que debo admitir, me derrite hasta el último razonamiento lógico que tenía en reserva. > —Hola —dice apenas quedamos uno en frente del otro. —¿Quieres tomar algo antes? Niego con la cabeza y él me toma de inmediato de la mano llevándome hacia una de las pasarelas que conduce hacia la playa. Su posesividad me intoxica, pero es también lo que más me atrae de él, es como si me recordara todo el tiempo que soy suya. —¿Podrías decirme hacia dónde vamos? —cuestiono al notar que nos desviamos hacia las posadas más apartadas. —Un lugar donde podamos hablar sin ser molestados —contesta con una sonrisa que me produce un cosquilleo en el estómago.  —Tranquilos, hasta que lleguemos a un acuerdo que nos convenga a ambos. —¿Qué se supone que es? ¿Un negocio? —digo sarcástica entre risas. En realidad, estoy nerviosa y busco disimular. —No estamos en tu destilería, Señor Fuentes. —Ni en tu consultorio, Doctora —replica al momento para después agacharse y desabrochar las sandalias que llevo puestas que me dificulta caminar. —Aquí no hay reglas impuestas que tenemos que cumplir, por lo tanto, solo debemos dejarnos llevar. —Ajá —susurro mientras lo veo maniobrar para despojarme de ambos calzados y mirando mis piernas más tiempo de lo debido. —Me parece justo. —Si —se aclara la garganta y de un momento a otro lo noto nervioso o tal vez ansioso, pero con la respiración agitada. Llegamos a destino y el toldo colocado cerca del mar me deja anonadada. Está adornado de telas de tonalidades verdes y celestes, con un enorme sofá color blanco y una mesa ratona llena de bebidas y frutas. —Bienvenida —musita muy cerca de mi oído para después dirigirme hacia el centro. > Nuestra cita parece aún más romántica con las luces mortecinas de las lámparas colocadas alrededor y el viento soplando levemente el telar, moviéndolas a su compás. Por su parte el reflejo de la luna en las aguas hace su parte de la magia, combinado con el sonido de las olas. —¿Estas bien? —pregunta cuando me quedo observando en silencio la hermosa estampa. —No puedo estar mejor —contesto, sincera y aspirando profundamente el aroma a playa. —Esto es hermoso. —Lo es, pero no tanto como tú —comenta y siento como va colocando su saco por encima de mi hombro, que huele especialmente a él. —Nada se compara a ti, Emily. Sus palabras me ponen aún más nerviosa de lo que ya me encuentro y puedo percibir el peso de su mirada en mí, pero disimulo observando fijamente con dirección al mar. Me siento exactamente como una adolescente de dieciséis años en su primera cita, no sé qué decir, ni que hacer. De pronto me toma de la cintura por atrás y apoya su mentón en mi hombro trasmitiéndome todo su calor en ese abrazo suave, mientras va acariciando mis manos con las suyas. Por alguna razón me siento protegida en sus brazos y, aunque suene tonto, también amada. —¿Tengo alguna oportunidad contigo? —pregunta después de unos minutos que nos quedamos en esa posición y depositando en beso suave en sien. —Depende… —cuchicheo en su oído, retándolo. —Pero… Ríe con mi respuesta y vuelve a dejar otro beso en el mismo lugar. —Puedo con ese “depende” —responde entre risitas. —También con ese “pero” Después de eso, nos sentamos en el sofá y charlamos por horas de asuntos banales, sin mucho sentido en ocasiones, pero matándonos de risas y otras más dolorosas como la muerte de mis padres y mi pasar por el orfanato. —Eres una mujer fuerte, Emily —me consuela acariciando mi mejilla con sus dedos cuando le comento todo lo que viví. —Esa es una de las razones por la que me encantas. En el pasado no tuve tanta suerte de conocer a alguien como tú. Eres increíble, tu fuerza, tu madurez, tu sencillez, todo me encanta de ti. —Exageras —bromeo tomando otro trago de mi champagne. —Estoy enamorado de ti —toma la copa que tengo en la mano para ponerla en la mesa y con la suya hace que me ubique sentada entre sus piernas, para después taparnos con una cobija blanca de crochet.  —Eso ya te lo había dicho ¿Verdad? —asiento como una niña chiquita esperanzada de recibir su dulce favorito. —Ahora lo importante es saber ¿Qué sientes tú por mí? De pronto me quedo en blanco mirando fijamente sus ojos azules, perdiéndome entre las tonalidades que se forman en ellos a contraluz, deleitándome con sus facciones, reconociéndolos poco a poco hasta memorizarlos. —Me gustaría… —sale de mi boca y el frunce su ceño al oírme. —Pero no es tan fácil. —Dime que debo hacer y lo haré. Todo por ti vale la pena —apoya su nariz con la mía sin dejar de mirarme. —Quiero que sepas que haría lo que fuera por ti, por hacer posible una relación contigo, solo necesito una oportunidad, una sola, y prometo que… —Por favor, no prometas —ruego colocando mis dedos en sus labios. —Lo importante es lo que puedas demostrar, solo eso, necesito volver a confiar, volver a sentir, volver a amar. Noto que el reducido espacio que había entre nosotros ha desaparecido por completo, sus labios ya rozan los míos y aunque aún no me besa, su aliento hace cosquillas en mi garganta. Su mirada me trasmite algo que no había sentido nunca. > —Necesito hacer esto —susurra por encima de boca y antes de que pueda decir algo, sus labios se mueven suavemente por encima de los míos, en un beso tierno, mojado y dulce. Con el trascurrir de los segundos, su boca demanda más atención y su lengua incide cada tanto dentro de la mía, explorando a su antojo hasta dejarme sin aliento, mordisqueando, chupando, lamiendo. Hace tanto que no me besaban como él lo hace ahora, cada movimiento que realiza, cada pequeño roce de sus manos en mi espalda aprovechando la oportunidad para arrimarme más y más a su cuerpo, entregándose y entregándome por completo en ese acto tan sencillo, pero a la vez tan significativo. Dándonos la oportunidad de volver a sentir, de vivir, de soñar. —Te amo, Doctora —dice entre jadeos que ahoga en mi boca. —Te amo… Dos palabras que abren un mundo de posibilidades para mí, pero muero de miedo de ellas.
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