Capitulo 11

1123 Words
Emily Rose.  —Te tengo —dice antes de tomarme en sus brazos y llevarme hacia la puerta del ascensor que se abre en ese mismo momento. —Eres preciosa, mi amor. La más hermosa del mundo. No sale nada de mi boca en respuesta más que suspiros profundos. Estoy totalmente recargada en su hombro y me aprieto fuerte contra él para evitar caer. Mi cuerpo aun tiembla y los espasmos del orgasmo que me acaba de provocar aun no desaparecen del todo, mi entrepierna arde. Escucho que maniobra algo dentro del bolsillo de su pantalón y a la vez resoplando por no poder conseguirlo. —¡Mierda! —maldice intentando conseguir su objetivo y no poder lograrlo. —¿Dónde te metiste? ¡Maldita sea! Me baja y me empieza a besar una vez más, pero ahora más desesperadamente como si no pudiera soportarlo más, le correspondo. Disfruto de cada roce, cada caricia y cada palabra que me dedica. Sus manos me recorren la espalda con ansias y con un calor que antes no había experimentado con Luis, quien es el único hombre con tuve relaciones anteriormente. —Me vas a matar —murmura encima de mi boca y estirando mis labios entre sus dientes. —Me estas volviendo loco. Mis gemidos no paran, los suyos tampoco y teniendo en cuenta que estamos en el pasillo del hotel, seguramente más de un huésped debe escucharnos. —No encuentro la llave —gruñe a medida que mete su mano en el bolsillo de su chaqueta, pero sin soltarme. —Mierda, mierda. Empiezo a mover mis manos por encima de su pecho y voy bajando lento pero seguro hacia más abajo en su vientre. Nunca había sido tan atrevida y eso justamente es lo que Luis siempre me reclamaba, pero hoy estoy rompiendo todos mis esquemas. Desabrocho su cinturón y el da un respingo en respuesta a mi toque. Lo hago sin pudor alguno, asegurándome de mirar directo a sus ojos que justo ahora están de celeste claro, mientras voy bajando la cremallera de su pantalón para llevar mis manos hasta su endurecido m*****o por encima de su bóxer. —No podré aguantar por mucho —confiesa tragando en seco mientras voy pasando mi mano por su enorme atributo que está allí totalmente a mi disposición y palpitando de deseo. —¡Maldición! —exclama cuando ejerzo más presión. —¡Por Dios, Emi! La llave, ya no puedo esperar. En eso consigue abrir la puerta y me levanta haciendo que lo rodee con las piernas en su cintura. Nos volvemos a besar, un beso largo, intenso en el que jadeamos sin control y con fuerza hasta llegar a uno de los muebles más cercanos donde me coloca y nos empezamos a desvestir. Besa cada parte de mi cuerpo que va descubriendo sin detenerse, intento seguirle el paso, pero es imposible, apenas si puedo respirar. Su cuerpo grande y musculoso me aprisiona sin dejarme mucho espacio para maniobrar, así que solo me dejo llevar por su boca que recorre cada centímetro de piel, lamiendo, chupando, mordiendo a su antojo y sin compasión hasta llegar a mi intimidad. —Nicolás, por favor —consigo decir apenas entre jadeos intentando detenerlo por lo menos por unos segundos para darme tiempo a recuperarme, pero ni siquiera me escucha. Continua con su ardua labor hasta que logra llevarme nuevamente al éxtasis. Araño su cuero cabello para amortiguar en ese acto el placer tan intenso que me va provocando, pero no es suficiente, mi cuerpo entero convulsiona al son de una nueva erupción que me hace sentir fuera de mi misma por varios y eternos segundos. Mi intimidad late fuerte, y mi cabeza solo da vueltas y más vueltas. Antes de que consiga recuperarme, me levanta y puedo sentir su cuerpo completamente desnudo rozar con el mío. Aprovecho y paso mis manos por su torso amplio y deliro con los pelos en su pecho que lo tornan aún más varonil y ese abdomen plano que incita al pecado. >. Lo escucho gruñir con fuerza cuando se va acomodando en mi entrada para empezar a empujarse. —¿Estas bien? —se detiene a preguntar antes de seguir.  > No sé si estoy bien, no sé si él está bien, pero eso es lo que menos me importa ahora. Quiero otro maldito orgasmo y todos los que me pueda dar. Asiento antes de acuñar su cabello con las dos manos y acomodar mis antebrazos a su cuello entre tanto él me tiene sujeta de la cintura, en posición exacta y en la altura correcta para empezar a introducirse dentro mío lentamente. >  —¿Te gusta? —articula con dificultad. Su frente suda y sus labios están hinchados de tantos besos dados. —Si no te sientes bien, dilo y paro. > Su ritmo es continuo, aunque lento al principio, va aumentando conforme mi cuerpo se va acoplando al suyo hasta que de un momento a otro incide en mi por completo de una sola embestida.  —¡Maldición! —gruñe con los dientes apretados. Nuestros cuerpos a esta altura ya están totalmente mojados de sudor y nuestra respiración errática. —Eres una delicia, amor. Me estas volviendo loco. Para su tamaño es fácil manejar el mío a su voluntad, sus dedos largos aprietan con fuerza mis caderas mientras lo va moviendo a su tiempo, acompasado con el suyo. No logro definir la cantidad de placer que me ofrece y por su rostro extasiado y sus pupilas dilatadas, sé que está disfrutando tanto como yo. —Necesito liberarme —anuncia apenas en un susurro a medida que aumenta su movimiento dentro de mí. —Ya no puedo, preciosa. —Nicolás —respondo mordiendo sus labios con ahínco y con todo el empeño del mundo y un movimiento asiduo de nuestras caderas, sus gemidos se vuelven más continuos hasta volverse gruñidos profundos y guturales. —Emi —grita. —¡Dios! Antes de que pueda siquiera pensar su rostro se contrae, sus ojos me miran fijo, su boca entre abierta jadea alto y sus muslos empiezan a temblar. Me siento en el mismo cielo en sus brazos. Sentir su aliento mezclarse con el mío, su sudor chorreando junto con el mío, nuestra intimidad quemándose uno con el otro, entregándonos en piel y alma, es sin duda lo mejor que me está pasando en mucho tiempo. 
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