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—Donde estudian las personas como yo —explicó en una sonrisa, la cual se borró al notar la intensa mirada de Alessandro. Agradeció que el señor Pérez tocara la puerta del despacho y llamara a Alessandro. Así pudo escaparse de esos dos. Fue la primera en salir. Pasó por el señor Pérez regalándole una sonrisa, al llegar a la sala encontró a la misma mujer de aquel día y, dos más. Cuando Adelaida la vio, demandó. —Tú, tráenos unos refrescos, que el día está muy caluroso —Eliane miró hacia atrás y a los lados, al no ver a nadie regresó la mirada a las mujeres—. Eres la empleada ¿No? Si, ella era la empleada de Alessandro, pero no de esa cretina que se creía con el derecho de mandar en casa ajena. Más que todo a ella, quien era la esposa de Alessandro. —¡No te quedes ahí, niña! —refutó d