Eliane se levantó temprano, sería su primer día de universidad, debía estar a primera hora para recibir sus clases.
Luisa le había conseguido las primeras horas, para así pudiese estar en el trabajo antes de que Alessandro llegara. Al menos en las semanas que él trasnochaba, porque cuando pasara a trabajar en el día, no tendría problemas.
Luisa llevó a Eliane a la universidad. Al bajar del coche Eliane observó con impresión aquel monumento. De entrada, ya era lujoso, no quería ni imaginarse como sería por dentro.
—Señorita Petrucci, espero tenga un excelente día —aunque Eliane le había pedido que la tuteara, ella no podía hacerlo. Se sentía incómoda llamando a su jefa de esa forma, por ello optó por llamarla, señorita Petrucci.
Eliane ingresó, observando cada parte del lugar. Así llegó a la oficina, se presentó ante el director. Entregó los papeles como Eliane Petrucci, no como la señora de Lombardo.
No quería tener media universidad burlándose de ella por haber dicho que era la esposa de un hombre apuesto, sobre todo, que cuestionaran como era Alessandro. Ya podía imaginarse rodeada de extraño que quisieran saber sobre su esposo. Y ella quería evitar esa fatiga.
Tras salir de la universidad, donde su presencia no fue relevante, se dirigió a casa de Alessandro.
Agradeció al taxi que la llevó. Con su sonrisa radiante de cada día saludó al señor Pérez, quien no dudó en pedirle que la próxima vez deje su comida a fuera.
Eliane no entendió, Pero como estaba atrasada fue corriendo hacia la casa. Lo primero que hizo fue sacar de su cartera el sobre de la correspondencia que el abuelo Guillermo había enviado.
Se lo había llevado a casa para reemplazar las fotografías por unas que Luisa le consiguió. Así evitaba que Alessandro pudiera enterarse de que ella era su esposa.
Suspirando profundo subió a la habitación, limpió solo por costumbre, porque esa habitación estaba impecable. Lo único que ella debía sacar, era los polvos y cualquier basurita que haya ingresado.
Alessandro llegó cuando ella aspiraba en la sala. Al verlo apagó la aspiradora y lo saludó. Este miró hacia la cocina y cuestionó.
—¿Has cocinado?
—Aun no, en unos minutos lo haré.
Sin decir nada más fue a la cocina, retiró algunas cosas y empezó a preparar su comida. En cuanto Eliane seguía limpiando. Al culminar la limpieza fue a la cocina y encontró a Alessandro ahí.
Estaba acabando de servir la comida. Lo hacía con sumo cuidado para que los alrededores del plato no se ensuciaran.
—Toma asiento.
¿Asiento? Eso tomó por sorpresa a Eliane, pues ella no podía creer que Alessandro hubiera cocinado para ella. Incluso para el señor Pérez, quien fue llamado por el intercomunicador.
—Usted ¿Ha cocinado para mí?
Alessandro la miró, seguido miró los tres platos y, se preguntó si no estaba claro con lo que había dicho, sobre todo, con lo que se veía.
—Tome asiento, señor Pérez.
La barriga del señor Pérez rugió, tenía mucha hambre. Moría por comer el preparado de Eliane.
Cuando se sentaron a la mesa, Alessandro coló los platos. El señor Pérez empezó a comer. Se metió muy emocionado la comida, Pero está estaba baja en sal, y eso le quitó toda la emoción.
Tenía un olor delicioso, sobre todo sabía bien, pero no tan bien como el de la señorita Ríos.
—Señor Pérez, espero disfrute de mi comida. Esto es en compensación por haberme comido su comida.
Eliane entendió porque el señor Pérez le pedía que al salir le fuera llevando su comida. Porque el gato de Alessandro se la comía.
No sé suponía que no quería su comida. La rechazó desde el primer momento que le vio. ¿Por qué ahora se comía su comida?
—No se preocupe doctor —agarró el salero y roció sal a su plato, luego de hacer eso sí que la encontró sabrosa.
No sabía que su jefe también supiera cocinar muy rico. Las veces que solía venir y quedarse en la villa, nunca comió de las manos de Alessandro.
Eliane comió con recelo, pues la actitud de Alessandro le parecía sospechosa.
¿Y si sabía quien era? ¿Si esa comida estaba envenenada?
Él podría querer deshacerse de ella para así quedar libre y seguir con sus aventuras.
Era el cargo de conciencia que la hacía pensar muchas cosas. Al ver al señor Pérez disfrutando de la comida, procedió a comer. Al sentir lo bajo de la sal procedió a rociar también sal a su plato.
—Comer mucha sal es dañino.
Eliane se alzó de hombros. Ella no iba a comer las cosas simples solo porque su esposo creía que la sal era dañina.
Tenía claro que, si era dañina, pero cuando la comían en exceso. Ella simplemente usaba al punto de lo que un paladar, podía necesitar. Al menos si paladar.
Terminando el almuerzo, Alessandro salió a dejar comida a su perro. Desde el interior Eliane observaba como el doctor ingresaba a la perrera de aquel animal y lo acariciaba como si fuera su más bello tesoro, incluso le sostenía el plato de comida para que no se inclinara.
Cuando Alessandro ingresó, escuchó a Eliane hablando en italiano, lo que le dejó desconcertado. Al notar la presencia de Alessandro, Eliane se despidió.
—Tú ¿Sabes el italiano?
—Eh, pocas nomas. Estoy estudiándolo, y ahora mismo estaba practicando.
En realidad, se había comunicado con el doctor de su madre para saber si ella había despertado o daba señales de que pronto lo haría. Pero las noticias eran desalentadoras para Eliane, quien en ese momento estaba aguantando las ganas de llorar.
—Sabes que soy de Italia, cualquier cosa que necesites, no dudes en consultarme.
—Lo haré señor —iba a irse. Pero la detuvo.
—Quiero que cocines para mí de ahora en adelante, con un bajo de sal. Tal cual estaba el plato de hoy.
—Ahora quiere que cocine para usted. Pero dijo que no quería de mi comida porque no era higiénica —Alessandro frunció el ceño.
—No dije eso.
—Pero así lo vi.
Alessandro aceptó que no solía comer de todas manos porque siempre pensaba en la forma que preparaban la comida, lo antihigiénico que puede ser una persona al preparar los alimentos. Por eso siguió un curso de cocina para aprender a cocinar y preparase sus propios alimentos.
—Como sea, quiero que prepares mi comida.
Sin más se dio la vuelta y fue a la habitación a descansar. Dándose un baño cayó a la cama y cerró los ojos hasta la media noche, cuando sus tripas rugieron bajó a la cocina.
Alessandro comió una manzana, mientras la devoraba revisaba la correspondencia que su abuelo había enviado. La cual había parecido de improvisto en la mesa de entrada.
Cuando subía la vio, seguido la agarró para abrirla en la habitación, ya que esa noche no trabajaría.
Al abrir el sobre se encontró con algunas fotografías. Las observó una a una. La novia estaba fea, pero la belleza era lo que menos le importaba a Alessandro, más si no le interesaba formar una familia con ella, pues solo se había casado para complacer a su abuelo.
Eliane salió a beber, estaba destrozada porque su madre parecía nunca más despertar. Luisa la acompañó, más bien fue a cuidarla. Pero al ver que Eliane se había descontrolado, decidió enviar un mensaje de a Alessandro.
Al recordar que si la veía la reconocería como su empleada y todo quedaría descubierto, entonces decidió sacarla a la fuerza de ese lugar. Como no podía, Eliane cayó al suelo, seguido vomitó en este sobre el zapato de alguien. Luisa intentó levantarla, no obstante, al ver que era el amigo de Alessandro se escabulló entre la multitud.
No era una cobarde, estaba evitando que el secreto saliera a la luz, porque si el señor Francesco la veía, seguramente se lo recordaría delante de Alessandro y, si o si debía confesar la verdad.