Llegué a mi apartamento, sentía como si me hubiera atropellado un tren. Debía ir a la universidad para el examen de Thompson. Respire rendida. Debía bañarme, desayunar algo rápido. Doy gracias a Dios, porque esa clase es a las diez de la mañana. Luego me excusaré con los otros maestros para venir a descansar.
Me puse un jean y un top corto. Una tenis cómodas y salí. La ventaja de mi piel es que no necesita mucho maquillaje. Llegue a la universidad, faltan una media hora para la clase. Abro mis cuadernos para repasar antes de la clase.
—¿Y? –miro a Diana.
—¿Y, que? –le pregunto con hastío. No era el mejor día.
—¿Cómo te fue anoche? –sube y baja sus cejas.
—Normal, creo. –digo recordando la paliza que me dio Sanders con su polla.
—Aja, te llame toda la noche y nada. –expresa la metía de mi mejor amiga.
— Ya, si, estaba trabajando. —digo sin ninguna emoción.
—Cuenta. –pide como si fuera la primera vez.
—No, alguien nos puede escuchar. –susurro regañándola.
Tengo una reputación que cuidar. En la uní ninguno de los estudiantes sabe a lo que me dedico, con excepción de Sanders y ella. Nadie más conoce mi secreto. El profesor lo supo por ser amigo de Goldberg. Solo me relaciono con hombres fuera de aquí.
—Bien, bien, yo fui a depilarme, ya sabes, hay que tener una buena apariencia. –blanqueo mis ojos.
— Por eso yo lo hago láser, te he dicho que no pierdas el tiempo con las ceras. –ríe fuerte.
—A ti te da para eso, pero yo lo más que he cobrado por una noche son quinientos dólares y tuve que aguantar a dos hombres a la vez.
—Te lo he dicho, puedo contactarte con algunos…
—No, está bien, en fin, no voy a vivir de esto toda mi vida. –Me encojo de hombros.
— Tú te lo pierdes. –Vuelvo mi vista a mi cuaderno. Unas manos taparon mis ojos. El perfume no lo reconozco.
—¿Adivina quién es? –sonrío al escuchar su voz.
—No tengo ni la más mínima idea –digo jugando con él. Se acerca a mi oído.
—Te espero frete a la biblioteca a la salida de Thompson. –besa mi cuello erizando mi piel. Da media vuelta y dejándome allí, confundida. Lo había olvidado.
—Cuéntamelo todo, no te puedes ir sin contármelo. —habla Diana.
—Pues ya será mañana, porque ya es hora de la clase de Thompson y luego me voy a almorzar con Pax. –Le guiño un ojo, me levanto de la silla para caminar al salón.
Diana me hostiga todo el camino hasta el salón. Desde mi asiento veía a Pax que siempre que lo miraba me guiña un ojo acompañado de una hermosa sonrisa.
El examen fue fácil. Él fue el primero en salir seguido por mí. Como prometió me espero en la biblioteca.
—¿Nos vamos? – Asiento, me tomó de la mano para ir hasta el estacionamiento. Vamos hablando de todo y nada, riendo de sus ocurrencias cuando escucho al profesor Sanders llamarme.
—Espérame un momento, voy donde el profesor y vuelvo. —Pax asiente.
—Esa es tu nueva conquista. –niego.
—Solo es un amigo, pero si lo fuera ¿qué? Que le quede claro los lugares, usted paga y yo lo complazco, fuera de ese apartamento, usted solo es mi exprofesor. No confunda las cosas. –Doy media vuelta y camino con una sonrisa en mis labios hasta el auto de Pax.
—¿Nos vamos? –Asiento emocionada. Pax pone en marcha su auto último modelo–. Tú me guías, soy nuevo por aquí. —Su sonrisa se ve tan hermosa desde este ángulo. Su mirada brilla, sus labios invitan a ser besados. “Ya Gaia no es un cliente, es un chico nuevo" interrumpe mi conciencia, pero es que están lindo. Como me aguanto con un chico así. La carne es débil.
—Ve aquí a la izquierda –señaló la próxima entrada—. Más adelante la vas a ver, tiene un gran estacionamiento. –asiente y hace lo que digo.
—¿Cómo fue tu noche? —pregunta haciendo conversación.
—Normal, ¿y la tuya? –lo veo subir sus hombros.
—Me fue bien, supongo. Mis padres son un poco… — piensa como decirlo–. Especiales y tuve que ir a una gala de beneficencia que mi madre patrocina, ya sabes. Yo odio esas cosas, pero…
—Te obligan a ir para mantener una imagen. –completo conociendo cómo se mueve ese mundo. He conocido muchos así, que solo desean una vida normal, aunque confieso que a mi me encanta ese ritmo de vida, mi gran sueño es llegar a ser senadora y estoy segura que lo voy a lograr.
—Exacto, mi padre es senador y yo pues debo seguir sus pasos. –Se rasca la cabeza. Entra al estacionamiento de la cafetería.
—¿Qué querías estudiar? –Le pregunto entendiendo que, aunque es muy buen estudiante, no es lo que él deseaba.
—Ingeniería mecánica. ¿Cómo supiste? –le regalo mi mejor sonrisa.
—Aún estás a tiempo, nunca es tarde para alcanzar tus sueños. Me lo dices a mí, que he luchado toda mi vida para llegar hasta aquí. –alego pensando en todas las veces que me acosté sin comer, las que tuve que caminar más de media hora para llegar a la universidad. Cierro los ojos recordando la cantidad de hombres con los que me he tenido que acostar. Un suspiro sale de mis labios.
—Lo siento, no pensé…
—No te preocupes, ya pasó, ahora estoy en mi mejor momento. –sonrío a medias, pues esta vida no es fácil. hay que hacer de todo para complacer a quien pone el dinero en la mesa y paga para que des lo mejor de ti.
—Me alegro, ¿Bajamos? –pregunta como si no quisiera hacerlo.
—Para eso vinimos, ¿no? –Asiente y baja para abrirme la puerta–. Huy, que galante. Apuesto, inteligente y también galante. –niega esbozando una enorme sonrisa—. ¿Tiene algún defecto, senor? –El muy lindo asiente moridiendo su labio.
—No soy perfecto, si te das el tiempo para conocerme lo sabrás. –habla acorralándome entre la puerta y sus brazos.
— La pregunta es, ¿tú quieres que te conozca? –En sus mejillas se forman dos hoyuelos que lo hacen ver encantador.
—Eso depende de ti. –Mi corazón comienza a palpitar fuerte. Se va acercando, cierro mis ojos esperando que acerque sus labios a los míos, pero eso nunca pasó. Fue directo a mi oído–. Pero a mí me encantaría conocer todo de ti. –susurra, mis piernas se tambalean como gelatina. Por amor a los dioses griegos. Este hombre me va a matar.
—Bueno, eso lo veremos más adelante – digo haciéndome la difícil con el bomboncito que tengo de frente.
— Tengo toda una vida para eso –alega ofreciendome su mano— ¿Entramos? –Senala la puerta con sus labios y me derrito más, es un encanto de hombre.
Pasamos una hora muy bonita, hablamos de todo un poco. Nos conocimos un poco más. Pax es un chico listo. Cuando termine la universidad trabajará en la empresa de su padre. Tiene un futuro muy prometedor. Salimos de allí con la promesa de volver a almorzar juntos otro día. Llegamos hasta la universidad donde tomamos rumbos diferentes, no sin antes intercambiar números de teléfono. Yo subí a mi auto y él fue directo a la clase que estaba por comenzar.
Me estacioné frente al edificio de mi apartamento con una sonrisa bobalicona. Estuve todo el camino pensando en Pax. Es tan bonito que te miren como él me veía. No me sentía como pollo en vitrina, deseada por todos. En su mirada veía más. Era sincero en sus palabras, buscaba complacer mis deseos y gustos. Son muy pocos con los que me encuentro así. Si no son escasos. Todos siempre terminan queriéndome llevar a la cama. Salí de mi auto, saludo al de seguridad.
—Tom, ¿nada nuevo? –este voltea para saludarme con su cabeza y apunta con su rostro hacia el lado. Un suspiro cansado sale de mis labios. No puede ser, también tengo que lidiar con Fredy. Camino con la sonrisa más fingida que tengo.
—Fredy querido, ¿Qué te trae por acá? –El hombre se levanta del asiento para darme dos besos.
—Niña, pero estás radiante. –me da una vuelta.
—Gracias, ¿En qué puedo ayudarte? – niega.
—A mí no, querida, vamos a tu apartamento y te cuento. – sé que algo se trae cuando lo hace así.