Capítulo 19: La mujer de mi vida.
Cuando Nicol era niña se imaginaba como sería volver a ver a su madre, se imaginaba corriendo hacia ella para abrazarla, se imaginaba siendo levantada del suelo mientras ella le decía cuánto la amaba y cuánto la había extrañado.
Cuando Nicol llegó a la adolescencia sin su madre de vuelta el escenario cambió un poco, ya no era ella esperando emocionada el día en que su madre volviera, ahora el escenario que se imaginaba era el de ella llenando a su madre de preguntas, pero aun esperaba un abrazo, aún esperaba una disculpa.
Cuando Nicol cumplió la mayoría de edad fue cuando se dio cuenta que su madre jamás volvería, y aunque era algo que seguía doliendo ella ya lo había aceptado, durante todo ese tiempo que había vivido esperando una madre que no volvería ella había tenido un padre, un padre que se había encargado de ella de tal manera que una madre en su vida no fue tan necesaria. Cuando su padre la veía perderse en sus pensamientos se acercaba a ella, le ponía una mano en la cabeza y le decía que no usara su mente más que para ser feliz, que se enfocara en sus propios sueños y que dejara de esperar a los demás.
Eso funcionó bien hasta ese día. Su padre usualmente hacía turnos nocturnos en su trabajo como guardia de seguridad para poder completar su matrícula de la universidad, Nicol insistió muchas veces en que no lo hiciera pero su padre siempre pareció muy interesado en que ella tuviera una carrera.
Siempre le repetía “estudia mucho, se independiente, no quiero que jamás dependas de nadie, ni siquiera de mi”. Si bien eso podía parecer solo palabras de aliento Nicol podía ver como su padre parecía realmente preocupado especialmente con las últimas palabras. Nicol a veces pensaba que era como si él supiera lo que iba a sucederle.
En uno de sus tantos turnos nocturnos se veía especialmente estresado mientras se preparaba para el trabajo, paseaba como loco por la casa buscando su uniforme y ni siquiera cenó nada. Al final Nicol tuvo que ayudarlo a arreglarse el cuello de la camisa que ni siquiera notó que llevaba desaliñada.
Si Nicol hubiese sabido que ese iba a ser el último día que se verían ella le habría dando otro abrazo, le habría dicho cuanto lo amaba una y otra vez, le habría suplicado que no se fuera.
Pero más tarde esa noche Nicol recibió esa llamada.
Su padre fue atacado en su lugar de trabajo, un golpe en la cabeza lo dejó inconsciente. No encontraron a los culpables y él nunca despertó.
Ella lo perdió.
Y solo le quedaba la ingenua esperanza de que su padre algún día abriera los ojos, y se aferraría a esa esperanza con su vida.
—Madre— dijo Nicol pero era una afirmación más que nada.
La palabra sonaba tan extraña en su boca.
—Cariño— exclamó la mujer y corrió hacia ella, Nicol estaba sorprendida cuando la elegante mujer la envolvió en sus brazos
Y ahora, después de tanto tiempo ella veía esa cara que por tanto tiempo añoró ver, sintió ese abrazo que tanto esperó sentir, pero esa sensación de calidez, la emoción indescriptible, todo eso que ella esperó sentir al ver a su madre no llegó.
Solo sintió frío y un enorme vacío en el estómago.
Su madre debió darse cuenta porque al sentir su rigidez y su falta de respuesta al abrazo se retiró un paso.
El rostro de Nicol era de total desconcierto.
—Entiendo que estés sorprendida pero no deberías ser tan descortés— dijo la mujer.
Nicol recordó que aún no había tomado sus medicamentos para las gastritis nerviosa cuando una punzada de dolor le llegó al estómago al escucharla.
Al no recibir respuesta su madre miró a todos lados como si temiera ser vista por alguien.
—Cariño podrías acompañarme a mi auto, hace mucho frío en la recepción— dijo y comenzó a cambiar a su auto sin esperar respuesta de Nicol.
Nicol se decidió a seguirla poco después.
Su madre entró en el asiento del conductor y Nicol en el del copiloto. El silencio que se instauró entre ellas fue incómodo pero Nicol esperó a que su madre hablara primero.
—Has crecido mucho— dijo la mujer incómodamente como si no supiera que mas decirle.
Pero Nicol tenía mucho que decirle.
— ¿Por qué?— dijo Nicol sin rodeos.
— ¿Cómo?— preguntó la mujer.
Nicol tomó un respiro para controlarse.
— ¿Por qué ahora?—dijo Nicol girándose a ella para mirarla a la cara pero la mujer miraba al frente. — ¿Por qué después de tantos años apareces ahora?— insistió
—Tu padre dijo que eras dulce e inocente— dijo sin responder a su pregunta— pues con esta primera impresión no me pareces muy dulce.
Nicol se sorprendió de que realmente se atreviera a reclamarle su comportamiento.
—Pensé que tendrías el carácter noble y entupido de tu padre pero en realidad de pareces más a m...
— ¡No me parezco a ti!—la interrumpió— soy como el hombre que me crio, me parezco a mi padre. El único que tengo.
La mujer bufó dignandose finalmente a mirarla a la cara.
—Bueno pues tu padre jamás me gritó como lo estás haciendo. — reclamó.
— ¡Pues tal vez debió hacerlo!— sentenció Nicol. Su madre abrió los ojos sorprendida por su respuesta.
Ahora que Nicol podría verla a la cara se dio cuenta que lo único en lo que se parecía a su madre era en el lacio y oscuro cabello, su madre tenia unos ojos verdes y almendrados y Nicol unos ojos negros y grandes, su madre era de piel aceitunada y Nicol era en extremo pálida, y su madre parecía una especie de matriarca furiosa que gritaba lujos al por mayor y Nicol ni siquiera sabía usar correctamente unos tacones.
Sin embargo su padre alguna vez le dijo que cuando ella se enojaba le recordaba a su madre, fue solo una vez y ambos terminaron peleando y sin hablarse por una semana, su padre se disculpó y Nicol se dijo a sí misma que nunca tendría dentro de sí nada que se le pareciera a su madre.
Ni siquiera el carácter.
Desde entonces luchó contra ello, pero ahora mismo sentía como esa ira despertaba después de un largo sueño.
Ira que iba dirigida a la mujer que se la heredó.
—Lo único que quiero es apoyarte, pensé que te sentirías sola después de lo de tu padre, que necesitarías a tu madre.
Nicol rio sin humor.
—Mi padre se accidentó hace un año, he sobrevivido sola más de un año, ¡te he esperado por más de diez años!— Nicol no se dio cuenta en que momento había subido el tono de voz pero esta vez no se obligó a bajarlo.— no lo has visitado ni una vez, no me llamaste ni una vez. ¿Por qué piensas que te necesito ahora, madre?— recalcó la palabra madre sin ningún tipo de cariño.
Nicol sintió las lágrimas acumulándose tras sus ojos pero las retuvo.
Su madre se veía realmente sorprendida, como si no creyera su reacción.
—No eres como tu padre me dijo— dijo y lucía igualmente furiosa— eres rencorosa— dijo y sonrió de forma escalofriante— te pareces tanto a m...
—No te atrevas a decir que me parezco a ti, no puedo parecerme a alguien que ni siquiera conozco— dijo Nicol y abrió la puerta del auto agradeciendo en silencio que su madre no había puesto los seguros porque era capaz de romper el vidrio para salir.
Ni siquiera se tomó la molestia de cerrar la puerta simplemente comenzó a caminar sin notar que su teléfono zumbaba en su mano.
…
Sandra odiaba los turnos nocturnos pero el mejor sueldo que recibía era de su turno nocturno, era un elegante restaurante que los empresarios usualmente usaban para cerrar sus tratos y negocios importantes.
A Sandra le molestaba tener que usar un tinte temporal falso color castaño solo para trabajar unas cuantas horas pero el dueño había sido muy estricto respecto a su cabello naranja y Sandra realmente quería el empleo.
Era una noche relativamente tranquila, se acercó a una de sus mesas en el balcón para atender al recién llegado pero no esperaba lo que vio.
Dante estaba distraído mirando hacia el balcón cuando Sandra llegó a servirle el café de cortesía del restaurante. Dante se volvió a mirar cuando ella azotó con furia la jarra en la mesa.
—Lo siento, se me resbaló— dijo con un falso arrepentimiento.
Sin embargo le sorprendió la expresión de confusión que mostró Dante al verla. Así que no había ido intencionalmente a verla ya que ni siquiera la reconoció.
Pero Dante siguió estudiándola y finalmente Sandra pudo ver un brillo de reconocimiento en sus ojos.
—Sandra— dijo con interés y a Sandra no le gusto que su nombre saliera de sus labios, ese hombre no solo era el futuro esposo de su horrible madre, también parecía estar elaborando una especie de horrible plan con ella, un plan que heriría a Nicol.
— ¿Qué va a pedir, señor?— aunque sus palabras eran amables Sandra no ocultó el fuego de enojo que ese hombre despertaba en ella.
Dante le sonrió con una oscura expresión que le dio un escalofrío.
— ¿Qué es lo que tú puedes ofrecerme?— Sandra se dio cuenta del doble significado de sus palabras pero se negó a caer en sus juegos.
—Hay un especial de comida india, es muy condimentada y picante, no se recomienda para estómagos irritantes y cobardes— dijo acentuando las últimas palabras, ambos sabían que ninguno hablaba del menú.
Para su sorpresa el hombre frente a ella rio. En el restaurante debido a la clase de clientes que llegaban solo era obligatorio para los empleados el cubre bocas ya que su jefe no quería “molestar” a tan importantes comensales, por lo que Sandra pudo ver la sonrisa cruel, lisa y perfecta de Dante producto de alguien que podía pagar costosos tratamientos odontológicos.
En otras circunstancias Sandra habría hecho algo para borrarle la maldita sonrisa de la cara pero en ese momento lo único que pudo hacer fue servirle café.
El dueño del restaurante era un hombre viejo y tramposo, en su restaurante se habían hecho tantas trampas, negocios falsos y estafas que incluso se sentía orgulloso. Por esa razón rotaba constantemente su personal, el problema con eso era que no podía ser tan selectivo a la hora de contratar, sin embargo se arrepintió profundamente de contratar a la extraña y enérgica chica de cabello naranja cuando esta le vertió el café hirviendo a la entrepierna de su mejor cliente.
Todos escucharon la exclamación de dolor que venía desde su exclusiva mesa en el balcón, Dante Lyod de pie con la silla derribada tras él miraba furioso a la mesera que aun sostenía una enorme jarra de café hirviendo en su mano.
No ayudó que la chica no pareciera arrepentida en absoluto y que usara un fuerte sarcasmo al disculparse con su mejor cliente.
—Tráele algo al señor Lyod para limpiarse y luego sal de mi restaurante— le ordenó a Sandra.
—Lo siento no fue mi intención.
Ella no tenía intención de hacer lo que hizo eso era verdad, fue una especie de impulso del momento, pero también era verdad que no se arrepentía ni un poco.
—Estas despedida— recalcó el hombre esperando con eso reivindicarse con su importante cliente.
—No
El dueño miró confundido al rico e influyente hombre de quien había venido el “no”.
—Por favor no la despidas— dijo con un tono tranquilo— fue mi culpa, yo la moví cuando servía el café, no deberías despedir a tus empleados por errores de los clientes— dijo y con un impresionante porte y seguridad (pese a que le habían vertido café caliente en la entrepierna) caminó fuera del balcón dejando a Sandra y a su jefe solos y desconcertados.
Sandra no entendía por qué la ayudaba pero eso la hizo odiarlo aún más.
…
Nicol llevaba caminando sin rumbo más de una hora cuando finalmente se dio cuenta de que su teléfono llevaba sonando mucho tiempo.
Pero no alcanzó a contestar cuando un auto se detuvo junto a ella.
El vidrio del conductor se bajó y Nicol pudo ver el rostro de Azael mirándola con preocupación.
—Sube— le dijo simplemente.
Nicol se apresuró a subir cuando notó gotas de lluvia cayendo en su hombro.
— ¿Qué te ocurre?— preguntó él al notar como ella miraba las gotas caer en el vidrio perdida en sus pensamientos.
—Nada, solo— ella suspiró, tenía una gran intención de guárdalo para sí pero ¿qué más daba que por una vez se permitiera apoyarse en alguien más?.— en realidad mi madre vino a verme... después de diez años.
Azael la miró con sorpresa pero no dijo nada instándola a continuar.
—Bueno, no fue una buena reunión, pensé que en cuanto volviera a verla me sentiría feliz de tenerla a mi lado pero solo pude reclamarle.
En realidad Nicol empezó a sentir un poco de culpa creciendo en ella pero fue rápidamente opacada por la ira y el rencor.
“Eres rencorosa” le había dicho su madre y por alguna razón su madre parecía feliz con ello, como si fuese alguna especie de cualidad.
Nicol no quería ser así.
No quería ser como su madre.
Se sorprendió al sentir un toque cálido en su rostro.
Azael se había inclinado hacia ella y había secado una lagrima que corría por su mejilla y que no se dio cuenta que había soltado.
—No sé qué tan buen momento sea para hacer esto ahora, pero preparé una sorpresa para ti, sin embargo si no te sientes bien podemos dejarla para otro día. — dijo sin ningún tipo de reclamo en su voz.
Nicol inspiró y expiró un par de veces para detener el nudo en su garganta.
Hacia unos momentos se sentía como el inicio de una mecha que terminaba con la explosión de miles de bombas, con el toque de Azael esa ira fue apagándose y un nuevo tipo de fuego se despertó en ella.
Uno que no le molestaba en absoluto.
—Realmente me gustaría ver esa sorpresa— dijo sonriendo.
Nicol miró sorprendida la enorme casa. Era un lugar enorme pero hogareños y rodeado de árboles y flores.
La casa más cercana estaba a un par de kilómetros.
—Me gusta venir aquí cuando quiero alejarme de todo— dijo sosteniendo un paraguas sobre la cabeza de Nicol cuando la lluvia arreció.
—Es una casa hermosa— dijo ella y era verdad.
—Vamos— dijo instándola a entrar primero.
El interior lo era aún más. A diferencia del departamento frío y vacío de Azael esta casa era cálida y reconfortante, había muebles cafés y beige cuidadosamente escogidos y cuadros de pinturas por todas las paredes.
Le recordó a las pinturas que Azael tenía en su oficina.
—Esos cuadros…— dijo Nicol con curiosidad.
Azael siguió la mirada de Nicol y una extraña expresión de dolor se formó en su elegante rostro usualmente inexpresivo.
—Eran de mi madre— dijo con pesar.
Nicol entendió el significado en el “eran” de su oración pero no dijo nada.
—Son muy bellos— dijo y realmente lo creía, algunos representaban paisajes específicos y otros solo algunos colores combinados sin una figura en específico pero todos reflejaban una extraña calidez y alegría, si Nicol tuviera que dibujar o representar la felicidad en una forma le daría la forma de esas pinturas.
Azael sonrió estando de acuerdo.
—Ella siempre quiso ser una gran artista.— añadió mientras ayudaba a Nicol a quitarse el abrigo mojado.
Nicol no se atrevió a preguntar la razón por la que no lo había sido.
Sin embargo no tuvo mucho tiempo de pensar en eso cuando fue levantada del suelo de pronto.
— ¡Azael, qué haces!— dijo ella entre divertida y sorprendida mientras él subía las escaleras con ella en sus brazos.
—Te llevo a tu sorpresa— dijo sin detenerse.
Al abrir la puerta de la última habitación Nicol abrió la boca impresionada.
Era una amplia habitación que contaba incluso con un pequeño comedor junto a la cama. La enorme cama era sin embargo lo que llamó más su atención primero. Tenia una pequeña mesa para cama en el centro con una botella de champaña y un par de copas, parecía el tipo de habitación con una luz que podía regularse ya que la luz era baja pero reconfortante. Lo más sorprendente sin embargo era el jacuzzi junto a la cama que burbujeaba y que desprendía vapor constante algo que lucía realmente reconfortante considerando el frío que trajo la lluvia.
Nicol se dio cuenta entonces de que Azael aún no la había bajado y que la miraba fijamente con una intensidad que le hizo tragar saliva y sentirse aún más nerviosa al estar materialmente pegada a él y sin poder huir.
Pero había algo más que le sorprendió.
Ella se sentía emocionada.
—Dije que te compensaría. Fui el desgraciado que te quitó la virginidad en un auto así que me encargaré de que tengas la mejor noche de tu vida.