Miro con asombro los paisajes naturales qué desde siempre ha ofrecido Escocia tanto a propios como extraños. Las tonalidades verdes de los campos y los grises de sus montañas, me recuerdan qué Escocia, a pesar de su clima frío y húmedo, es de igual manera bendecida por el cielo.
—Por favor y gracias—dice Ewan a mi lado, aunque es un poco extraño referirme a él por su nombre cuando apenas lo conozco.
Él está a mi lado, estamos sentados en primera clase en el tren qué justo nos llevará a la residencia de su familia.
La camarera le entrega una taza de café estilo americano, parece que le gusta lo amargo porque aquella mañana qué lo conocí tampoco comió nada dulce, ni siquiera la fruta que venía con el desayuno.
La camarera deja frente a mí un chocolate caliente qué emana vapor y solo entonces apartó la vista de la ventanilla porque, a pesar de que estoy acostumbrada al clima de Edimburgo, las tierras altas son otra cosa, son sitios más fríos, incluso me atrevería a decir congelados, son tierra de bárbaros qué aprendieron a vivir en lo más inhóspito, pero también tierra de belleza y romance, según he leído.
—Le he informado a mi padre sobre nuestra llegada—declara mientras yo soplo un poco al chocolate para evitar quemarme la boca—así que no te sorprendas el tipo de recibimiento que tendremos.
—¿Acaso piensa recibirnos en la puerta?—bromeó porque jamás he visto algo parecido, aunque he escuchado que en las tierras altas existen ciertos usos y costumbres qué, a pesar de las generaciones, se siguen utilizando.
Ewan no dice nada, pero me dedica una mirada severa, así que me digno a quedarme callada mientras se crea un silencio incómodo, qué de pronto es interrumpido por su teléfono móvil. Mientras lo veo sacarlo, en su rostro se le dibuja una sonrisa que me desconcierta.
—¿Francesca?—pronuncia con un tono de alegría que me impacta. ¿Quién podría ser aquella persona?—¿Cómo estás, tesoro?
Desde mi asiento no se escucha lo que aquella otra persona (intuyo qué una mujer) habla con Ewan, pero él suelta una pequeña risita.
—Sí, lo siento tesoro, pero estaré fuera de la ciudad por una temporada. Tengo pendientes que atender, así que perdóname, no podre verte y supongo que las llamadas serán escasas donde estaré, pero intentaré hacer lo posible por escuchar tu dulce voz—menciona con cierto toque de encanto y yo por supuesto sonrió al ver tan singular escena ya qué por lo que veo mi jefe usa su atractivo y sus encantos para conquistar mujeres y no dudo que sean por montones, ya qué la escena qué vi en el hotel de Ellie no es precisamente lo que unos buenos amigos harían.
Ahora entiendo por qué estoy en un tren hacia las tierras altas, este hombre debe tener problemas para tener una relación seria y estable, y en vez de buscar lo que su familia le ha pedido, prefirió irse por la salida fácil. Una actriz.
Sin previo aviso siento un malestar en el estómago, es una sensación de incomodidad qué pronto se convierte en náuseas, así que enseguida me tapo la boca y me levanto sin decir nada hacia el baño. Una vez que cierro la puerta, el malestar se agrava hasta que termino vomitando en el interior del retrete.
Aquel horrible malestar me recuerda qué a pesar de que no se note aún mi embarazo, los síntomas podrían traerme graves problemas si alguien se fija demasiado en mí.
Cuando termino siento un horrible dolor en la base del estómago, es como un ardor qué sube por mi garganta. Trato de tranquilizarme mientras me enjuago la boca y me arreglo un poco el maquillaje.
Se supone que voy a visitar a la familia de mi futuro esposo o al menos ese es el acuerdo al que llegamos, pero no voy exactamente vestida para impresionar, sino para sobrevivir, por supuesto, por sugerencia del mismo Ewan ya qué las tierras altas no son exactamente un parque de diversiones o al menos yo no voy como turista.
Al volver, Ewan ha colgado la llamada y como si aquella chica fuera cosa de nada, vuelve a beber su café con cierto aire seco y rígido que en cierta medida me causa curiosidad porque me parece que esconde algo.
El resto de viaje no sucede nada relevante, es decir, Ewan permanece callado la mayor parte del tiempo, observando el paisaje y como parece reconocer cada sitio luego de bajar del tren. Me parece que volver aquí no es del todo agradable para él y no sé exactamente por qué y aunque si tengo curiosidad por saber que es lo que le molesta, algo dentro de mí me dice que lo mejor sería no indagar o él podría darse cuenta.
El auto que nos recibe en la estación del tren, es bastante elegante como para alguien de las tierras altas, es decir, esta tierra es conocida por ser bella y salvaje, un sitio de mitos y leyendas, lugar de hombres de honor, pero no de aristócratas, aunque supongo que me estoy dejando llevar por el estereotipo de las películas y series como Outlander, que si bien detalla casi con precisión como somos eran antiguamente los escoceses, hoy en día las cosas son muy diferentes.
El viaje en carretera no me sienta del todo bien, ya que las náuseas vuelven, solo que esta vez mi estómago está vacío como para volver a vomitar; sin embargo, Ewan lo nota en cierto momento.
—¿Te encuentras bien?—cuestiona mientras frunce un poco el ceño, aunque debido a la presencia del chofer, lo hace con cierto tono de preocupación y ya no con esa indiferencia que me había mostrado en el tren.
—Debe ser por el cambio de altura—digo para no levantar sospechas y es cierto, las tierras altas no son para cualquier persona, aunque muchos turistas se aventuran a venir precisamente por la aventura y la experiencia.
—¿Quieres que nos detengamos?—expresa y solo cuando pone una mano sobre mi espalda, me doy cuenta de que, desde este momento, quizás él ha comenzado a actuar.
—N-no, no hace falta—expreso con cierto nerviosismo porque no sé exactamente como debería actuar, antes de venir me prepare emocionalmente para esto, pero es difícil hacer cuando Ewan se muestra casi genuinamente preocupado y eso me asusta y al mismo tiempo causa que mis mejillas se enciendan.
Desvío la mirada hacia la ventanilla para encontrar algo en el exterior que me calme y también que me distraiga porque hace mucho tiempo nadie me trata como lo acaba de hacer y eso que no hace mucho que vivía con Douglas, pero debido a mi trabajo apenas teníamos intimidad y eso porque técnicamente lo forzaba a hacerlo, ya que él ya no parecía estar interesado en mí.
—¿Quiere que nos detengamos, joven amo?—escucho la voz del chofer quien nos mira por el espejo retrovisor, así que Ewan me mira, tal vez para confirmar lo que le acaba de decir y entonces niega con la cabeza.
Respiro profundamente mientras trato de encontrar algo en que concentrarme para ignorar la sensación de querer vomitar de nuevo y entonces pose mi mirada sobre la mano de Ewan, la cual parece un poco nerviosa y tensa, ya que mueve los dedos muy seguidos y me parece que se los truena de vez en cuando.
Luego de un rato el malestar se disipa, pero es entonces que el chofer habla dirigiéndose hacia nosotros:
—Ahí lo tiene joven amo, la mansión Macleod—anuncia y después de escuchar lo que dijo, asomo ligeramente la cabeza hacia lo que el chofer puede ver desde enfrente y enseguida veo a lo lejos una construcción que parece antigua, más no se ve en ruinas, sino todo lo contrario, en verdad es una mansión majestuosa que me recuerda mucho al palacio de Edimburgo que hoy en día es un museo, de hecho, el más visitado de Escocia.
Luego de ver semejante vista, miro de reojo a Ewan y a diferencia de mí, él no parece tener en su cuerpo ni una sola pizca de emoción, sino que tal vez ha tensado la mandíbula al ver lo cerca que estamos de llegar y ahora que lo pienso, tal vez este nervioso por lo que está haciendo o debería decir "lo que estamos haciendo" tal vez piense que no vamos a lograrlo, es decir, que nos crean.
Luego de pensar en ello, la impresión de ver semejante construcción desaparece y ahora me pongo aún más nerviosa, hasta que el auto entra por un enrejado y continua por un camino pavimentado hasta rodear una especie de glorieta en la cual se encuentra una fuente. E lugar luce tan espectacular que no me doy cuenta hasta demasiado tarde, que tal y como había bromeado antes, hay personas esperando al pie de una escaleras que llevan hacia la puerta principal.
Entre ellos puedo ver a varias personas que probablemente son empleados porque portan un uniforme azul muy pulcro, aunque un tanto simple; sin embargo, en medio de ellos, se encuentra un joven caballero, atractivo y elegante, aunque de mirada seria, incluso más severa y rígida qué la mirada de Ewan. No parece muy feliz de estar ahí.
Frente a él, se encuentra un hombre de cabello rubio, un poco arrugado y algo delgado, un tanto endeble y pálido, de hecho da la impresión de estar enfermo, aunque es obvio porque esta sentado en un silla de ruedas.
—Vamos—dice Ewan soltando un suspiro cuando el auto se detiene y una de los sirvientes abre la puerta para nosotros, así que no puedo decir nada más.
Ewan sale y enseguida me extiende la mano para ayudarme a salir de ahí, así que tomo su mano y luego de unos segundos salgo de tras de él, pero...¡Oh, sorpresa!
La brisa helada de las tierras altas me golpea en el rostro y no es precisamente algo comparable con el viento de Edimburgo, aquí la brisa parecen pequeñas navajas qué te cortan la cara y claro, aunque el aire huele fresco y tiene un ligero aroma a césped húmedo, en realidad apenas logro disfrutarlo.
—Ewan—pronuncia el anciano, quien supongo es su padre, ya qué extiende los brazos para recibirlo.
Ewan camina hasta él y se inclina para darle un abrazo, por supuesto eso apenas dura un par de segundos, puesto que el hombre en silla de ruedas tiene más interés en observarme.
Trago saliva cuando Ewan gira hacia mi y extiende la mano para invitarme a acompañarlo.
—¿Y quien es esta agradable jovencita?—cuestiona el hombre mientras me Mira de arriba abajo con una sonrisa.
—Ella es Isabel Sinclair, papá. Mi prometida—miente con naturalidad, casi como si creyera qué eso es cierto. Yo claramente sonrió con nerviosismo y extiendo la mano hacia el hombre.
—Es un placer—digo con cierta vergüenza porque el anciano parece querer mucho a su hijo como para que él este haciendo esto. ¿Porqué mentirle?
—Al menos no parece una prostituta—declara el tipo que tiene un ligero parecido con Ewan, su mirada es casi la misma.
—¡Nigel!—lo regaña su padre y todos permanecemos en silencio cuando el anciano gira en su dirección y de cierto modo, entiendo el porque el hermano de Ewan ha dicho eso, ya qué Ellie no es precisamente una mujer que pase desapercibida, es hermosa y si tuviera que interpretar a una mujer de tal estilo de vida, estoy segura que nadie dudaría qué lo es.
—Por favor, papá es la verdad—manifiesta aquel tipo con aires de superioridad y arrogancia.
—¿Qué diablos te sucede?—protesta Ewan frunciwndo el ceño y por lo visto con deseos de romperle la cara a su hermano, porque ha cerrado los puños.
—No se preocupe—digo para tranquilizar el ambiente—sé como era Ewan antes y las chicas que solía frecuentar, pero desde que comenzamos a salir ha demostrado que hasta el hombre más imbécil de todos pueden cambiar cuando se lo propone.
El anciano parece tranquilizarse con mis palabras, pero tanto él como Ewan le dedican una última mirada mordaz.