No pude disfrutar el resto de la fiesta en lo más mínimo, aún cuando Jack se había marchado tras dar su discurso y saludar a uno que otro conocido, en especial a mí, quien era su principal objetivo desde el inicio. Aquella discusión seguía atormentándome en mi cabeza, helándome la sangre. Intenté comer lo que me habían servido, pero apenas daba un bocado, los deseos de salir corriendo al baño a vomitar regresaban. Nia parecía estar aún más angustiada que yo al verme de esa forma, casi como si me fuese a desmayar en cualquier instante. —Vámonos, Lucy —repetía con preocupación—. No te ves nada bien. Pero me quedé, pensando que podía sobreponerme. Justo cuando todos se pusieron en pie para bailar, Nia insistió en que regresáramos a la casa, quise conducir, pero mis manos temblaban y