La casa hogar no había cambiado absolutamente nada, incluso los columpios y el patio de juegos seguían en perfecto estado, a pesar de que nunca los usaban. Los chicos los cuidaban en caso de que llegaran nuevos niños, cosa que no había ocurrido desde que yo me había marchado al cumplir la mayoría de edad, quizás porque nuestra madre ya estaba muy mayor como para poder lidiar con niños revoltosos, después de todo cuidar de nueve adolescentes no era algo tan fácil. Para mi sorpresa aquella villa estaba llena de nieve, hacía un frío espeluznante, tanto, que mi piel se puso de gallina al bajarme del auto. Gracias al cielo se me había ocurrido llevar un poco de ropa gruesa en caso de emergencia. Diminutos copos de nieve cayeron sobre mi cabello, obligándome a sacudirlo para quitármelos de en