Marcela y yo, como las adultas que somos —aunque yo a veces me sienta como una niña, teniendo en cuenta que fue hasta hace poco que salí del hotel mamá —, abordamos la situación con mucha madurez, y yo le aseguré que la crisis que me dio no fue por su culpa, que yo en serio había disfrutado nuestro encuentro, pero que no podía volver a pasar. Ella estuvo de acuerdo en que lo que pasó solo se quedaría como una anécdota que recordaríamos entre risas cuando estuviéramos viejas, si es que para ese entonces seguíamos siendo amigas. Yo quería creer que sí. Que Marcela y yo seguiríamos siendo amigas por muchos años, porque si en algo me he caracterizado, es que no logro conservar las amistades por mi carácter de mierda, y porque estamos en un mundo en donde entre las mujeres, en vez de apoyar